•Extra•

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Lisa llevaba una semana preparando su exposición, dirigía dos escuelas de baile y estaba pensando en ampliar su negocio colaborando con una tercera, pero era complicado porque para eso debía convencer a un tribunal jurídico, así que debía preparar un buen discurso.

Hoy era el día en el que debería acabar el contrato, así que se levantó de la cama intentando no hacer ningún ruido, ya que Jennie seguía dormida. La castaña había acabado sus clases en la universidad, y no debía volver hasta septiembre, así que ahora tenía las mañanas libres. Agarró su ropa y fue a prepararse al baño, colgó su bolso para marcharse, no sin antes despedir a su chica.

-Buenos días, Nini, me marcho ya -dijo mientras se acercaba a la cama, Jennie abrió los ojos para mirarla con un puchero.

Se tomó unos minutos para admirarla, se rascaba los ojos perezosamente, llevaba el cabello castaño revuelto y vestía con una de las camisetas de Lisa, entre las sábanas, casi parecía un ángel. La tailandesa sonrió tontamente.

-Lisa-yaah... -la llamó Jennie, haciendo un gesto para que se acercara.

Lisa la miró dudosa, Jennie sabía muy bien lo que causaba en la rubia y siempre conseguía que llegara tarde a sus reuniones.

-Princesa, no puedo retrasarme... -susurró mientras se acercaba a la cama.

Pero Jennie no parecía escucharla, le cogió del cuello de la camiseta para que se inclinara ligeramente y le dió un suave beso en los labios.

Lisa, suspirando, apoyó sus manos en la cama cuando vio que Jennie no pretendía soltarla.

-Jen... -la avisó, cuando las manos de su chica empezaron a jugar con el bajo de su camisa-. Debo ir a trabajar...

-Liz... solo quiero mimos... -decía la castaña con un puchero.

La rubia suspiró, debía llegar a tiempo a su reunión, pero con su chica en aquel estado se le hacía difícil.

-Pe-pero... -intentaba pensar con claridad, cuando notó la boca de Jennie en su cuello-. Je-jennie...

La castaña siguió mordiendo y lamiendo el cuello de su chica como si fuera la primera vez, lenta y adictivamente.

Subió a su regazo y coló sus manos bajo la camisa de la tailandesa, provocando una corriente de calor que recorrió todo su cuerpo.

-Nini, no me puedes hacer esto siempre... te-tengo que llegar pronto...

-Llevas una semana sin prestarme atención -se quejó con un puchero.

Era verdad, con todo el estrés de las reuniones, a penas había podido pasar tiempo con su chica. A pesar de que ella era la jefa de su empresa, no le gustaba llegar tarde.

Sin embargo, a estas alturas, ambas sabían que Lisa no se iba a marchar pronto.

-Pero te necesito ahora, Manoban... -gimoteó contra su cuello, haciendo que Lisa perdiera la poca cordura que le quedaba-. Solo un ratito.

-Joder, Jennie...

-No sabes cómo me gusta cuando vistes con trajes -susurró con una sonrisa felina, abriendo sus piernas, para quedar sentada en el muslo de la rubia.

-Soy demasiado fácil de convencer... -se quejó mientras besaba los labios de la mayor, mordiendo el inferior con especial atención.

Jennie gemía cada vez que se pasaba de fuerza, pero nunca se quejaba.

Gracias a los años juntas, ambas se conocían en la cama y sabían cual era el punto exacto al que debían llegar.

Ya no debían decirse nada, Lisa había aprendido a leer el cuerpo de su novia, cuando la besaba lento y cariñosamente, solo pedía un poco de atención, lento y con amor.

Rivales-JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora