Las crónicas de Narnia y la guerra del bosque Oeste. Libro 3.

Capítulo 5

Los cuatro abandonaron el camarote, bueno al menos tres de ellos. La reina se mantuvo en el interior, recostada sobre su cama viendo de forma fija el techo, durante los últimos meses había tenido algunos malestares y el estar en el interior de un barco solo empeoraba su estado. Sentía ligeras náuseas y mareos debido al constante vaivén del barco. Cerro los ojos quedándose dormida, en sus sueños veía un hermoso atardecer, estaba en uno de los jardines del castillo paseando como de costumbre, ella observo su reflejo en una de las fuentes, seguía viéndose como una bella joven, los años no pasaban por su cuerpo, a un costado sentado estaba su esposo, pero había algo diferente en él, era un anciano, los años habían consumido su juventud. Elianne despertó de su sueño notando el sol más brillante que nunca, entendió de inmediato ese futuro cercano, el regalo dado por Aslan aun continuaba presente. No deseaba vida eterna, ahora su mayor deseo era vivir y morir junto a quien amaba. Salió finalmente del camarote, con una sonrisa observo como su esposo se batía a duelo con el justo, una entretenida batalla y choque de espadas se estaba llevando a cabo en la cubierta principal. Apenas acabaron, ella y toda la tripulación comenzaron a aplaudir.

— ¿Puedo? -Se acerco esta hacia ellos, pues de igual forma deseaba chocar espadas con el Rey, la última vez que lo hicieron había sido en su primer encuentro en la casa de Buscatrufas.

— Claro. -Dijo Edmund entregándole una espada. Este le guiño un ojo antes de susurrarle. – Tienes que ganar.

— ¿Listo mi rey? -Dijo esta mientras se ponía en posición.

— Por supuesto mi lady.

Caspian jugo con su espada sin quitarle la vista de encima a su esposa quien fue la primera en atacar, el sonido de sus espadas chocando solo motivaba más a los combatientes y claro a los espectadores. Este lanzo un golpe y en un rápido movimiento la chica lo esquivo quedando de rodillas, con algo de trampa uso su pie para golpearlo y hacerlo caer de espaldas. El solo mostro una sonrisa antes de ponerse rápido de pie, sus intentos de derribarla eran en vano, después de todo su esposa era hábil con la espada. Continuaron aquella lucha hasta que Elianne logro quitarle la espada y con la propia apunto directo hacia su rostro y la otra cerca de su estomago, en el rostro de Caspian había una amplia sonrisa y de igual forma en Edmund quien era el que más aplaudía.

— Eres más fuerte mi amada. -Dijo este inclinándose hacia ella para poder besar sus labios.

— Solo un poco. Tu no lo haces mal.

— Eso es todo. -Grito Drinian desde el timón. – De vuelta al trabajo.

— Caspian. -Sostuvo la mano de este con fuerza. – Necesito que hablemos de algo.

— ¿Qué sucede? ¿Estas bien?

— Es algo tonto, pero necesito que sepas.

Beso nuevamente los labios del moreno, ambos se fueron a la privacidad de su camarote donde podrían hablar sin ser interrumpidos. El rey se aseguró de cerrar la puerta con seguro antes de avanzar hacia ella que se mantenía junto a la ventana, sus brazos rodearon su cintura con fuerza y ella sonrió al estar de esa forma, sentía el cálido aliento ajeno contra su nuca, eso solo lograba erizarle cada parte del cuerpo. Caspian conocía las debilidades de su mujer y en cada ocasión aprovechaba para hacerla sentir débil.

— ¿Qué querías decirme? -Cuestiono mientras una de sus manos se deslizaba por su muslo.

— Mh no hagas eso. -Giro hasta encontrarse con el rostro de su pareja. – Aslan, hace años me otorgo un hermoso regalo. El me concedió la inmortalidad. -Los ojos de Caspian veían con confusión a la más baja. – Ya no la deseo Caspian.

— ¿Por qué no?

— ¿No es obvio? -Este negó. – Los años pasaran sobre ti y yo seguiré viéndome igual. Quiero envejecer a tu lado. Quiero pasar mis años junto a quien amo.

— Mi querida Elianne ¿Dejarías ese regalo por mí? -Este esbozo una amplia sonrisa, pues era algo que el también añoraba, pasar el resto de su vida a su lado. –

— Si. Es lo que quiero. Mas que a cualquier otra cosa, te deseo a ti.