Pete no mostró intenciones de parar a pesar de los llamados de Vegas.
En cuanto su ropa quedó ajustada para tratar de disimular un poco los hechos no perdió el tiempo en empujar la puerta buscando abandonar el estudio. En cada paso le daba la impresión de que podía derrumbarse. Aún se le notaba el rostro acalorado. Su cabello también lo delataba. Sin embargo, en ese punto, sinceramente poco le importaba.
Salir. Era lo único en lo que pensaba. Alejarse de esa casa de locos en la que cayó por un mero descuido a sus principios esenciales en el trabajo: jamás relacionarse con un cliente.
Aunque sus parámetros de precaución eran por otros motivos. Principalmente, evitar que le pidieran servicios gratuitos o descuentos constantes en el transporte. En este caso, se trataba de una necesidad de imponer su bienestar antes que la seductora idea de volverse millonario. Y, peor todavía, a costa de la vida de una persona. Porque para tener un pie en todo ello primero era imprescindible que Vegas muriera.
¿Cuánto tiempo le quedaba de vida? ¿La enfermedad estaba muy avanzada? ¿Por qué Vegas se mostraba tan resignado al grado de no mostrar ni un mínimo de nostalgia o dureza por su destino? ¿Hace cuánto que lo sabe?
No. Pete no quería que esas cuestiones le importaran. Por qué debían hacerlo. Si a la persona que correspondían tampoco le parecía relevante.
Por otro lado, se encontraban de igual manera los inconvenientes que inmiscuían a terceros. Aceptar de lleno la vida resuelta que Vegas le ofrecía significaba echarse enemigos a la espalda que fácilmente podrían borrarlo del mapa sin preguntar siquiera su lugar de procedencia, su nombre o si había alguna persona que dependía de él y por la que debieran preocuparse en caso de algún reclamo.
Lo vio en esas expresiones.
Su nombre en el testamento no sólo conllevaba un mundo ideal al que Vegas trataba de envolverlo. Era también intervenir en los conflictos familiares que podrían llevárselo entre los pies sólo por el capricho y la ambición.
Pete se consideraba muy joven como para morir por un problema que no le concernía siquiera.
Y como su suerte no era precisamente la de alguien a quien envidiar bastó con que doblara por la esquina en dirección a la recepción de la mansión para toparse con una cara de las tantas que el taxista definió como 'indeseables'.
Se detuvo de repente.
Sólo ellos estaban ahí.
La mirada de Pete no pudo quedarse quieta ante tanta excentricidad pues aquel hombre destacaba por vestir entallado resaltando las curvas que jamás hubiera imaginado un cuerpo masculino pudiese presumir.
Los jeans se le ajustaban hasta la cadera. El ombligo quedaba al desnudo gracias al top negro que dejaba buen tramo de piel al aire libre. Finalmente, el atuendo se completaba por una chaqueta de mezclilla casi del mismo nivel que la camiseta. Además, los cabellos cafés parecían dignos de haber sido manipulados por un profesional y ni qué se diga del rostro tan bien cuidado de aquel tipo que, recargado en el borde de las escaleras, miró a Pete de arriba hacia abajo para luego elevar una ceja.
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Carpe Diem [VegasPete]
FanfictionA Pete la suerte nunca le sonrió. Condenado a abandonar sueños y metas por sus escasos recursos decide tomar el puesto de su viejo padre como un simple taxista de medio tiempo a quien el destino relega a la tediosa rutina. Hasta que, en una madruga...