8.

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—¿Crees que se encuentre bien? —exclamó Vegas con los párpados descansando y la cabeza recargada en el respaldo del asiento trasero del auto.


Relajado.


A pesar de que la pregunta manifestaba una pasividad contundente en la que se daba a entender su nula inquietud con respecto al tema lo cierto es que no hallaba la concentración necesaria para despejarse las preocupaciones con las que estuvo lidiando a lo largo del día.


Desde muy temprano uno de sus trabajadores le contó sobre la desventura de Pete. ¿Cómo tomaría el haber sido despedido de su trabajo? Por supuesto, no se alegraba de ser el primer responsable del inconveniente, sin embargo, una parte de él, la más egoísta si se quiere ver desde tal enfoque, creía que quizá ese era un punto a su favor. El hecho de que Pete se quedara sin un ingreso significaría "encarcelarlo" hasta que no tuviera más remedio que aceptar la herencia que Vegas le preparó con tanta cautela.


Nada iba según lo premeditado.


Sin darse cuenta, Pete llevaba en el conteo dos azotones de realidad que repercutían en la vida de Vegas. Éste, en un inicio, pensaba que al plantearle la resolución total a todos sus conflictos monetarios recibiría una respuesta favorable y mansa. Imaginaba a Pete agradecido y, por qué no, incluso ansioso de que el último de sus días de vida llegara para disponer de todo.


Vegas estaba preparado para una actitud así de desvergonzada. Pensó que sería oportuno lidiar con una desfachatez como la que su cabeza construyó sobre la reacción de Pete con tal de hacer rabiar a sus familiares y de saber que su patrimonio sería disfrutado por alguien que aparentemente lo necesitaba. La cuestión sentimental no cabía en su panorama sistemático y estructural sobre testamentos y papeleo.


Pero ahí estaba. Rompiendo estúpidamente con sus propias reglas donde, de forma implícita, seguía dándole vueltas al asunto. ¿Qué tanto estaría pensando Pete? ¿Lo odiaría por llevarlo al derrumbe de una vida tranquila que, de no ser por su presencia, hubiese continuado la misma travesía? ¿Querría golpearlo?


Vegas podría permitirle un par de golpes si con ello lo ayudaba a desahogarse. Luego le propondría una segunda vez la aceptación de todo el capital y explicaría de manera más delicada el porqué de su decisión que a los ojos de cualquiera pudiese ser catalogada como una completa locura.


—Seguramente —musitó Chan concentrado en el camino revuelto por el tráfico y la lluvia.


—Debí buscarlo —Vegas flaqueó. Suspiró discretamente mientras sus cejas se fruncían un instante—. O por lo menos ordenar que lo siguieran —.


—Considero que requiere de tiempo para meditar la propuesta, señor —el guardaespaldas le miró a través del retrovisor por una mínima fracción de segundo—. No debe ser sencillo procesar lo que usted ofrece —.


—¿Qué tendría que pensar? —se quejó el hombre—. Es dinero, bienes, riqueza. Le ofrezco la resolución total de su vida. ¿Por qué estudiarlo demasiado? —.


—Él no confía en usted —explicó Chan con la paciencia que le caracterizaba. En momentos así sentía que regresaba a su trato con el mismo muchacho enérgico del pasado. Ese Vegas que no entendía de razones por mucho que sus planes tuvieran fisuras evidentes que lo harían fracasar antes de que éstos se ejecutaran.

Carpe Diem [VegasPete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora