Los temblores iban y venían con mayor frecuencia. Había lapsos en los que Pete intentaba distraer sus pensamientos concentrándose en los detalles de su alrededor. Desde el forro desgastado de los asientos delanteros del auto hasta las luces que tintineaban a lo largo de una calle cualquiera a la que aún no se entendía cómo fue que llegó.
El cuerpo le dolía. Los escalofríos y le sensación helada se distribuía para luego concentrarse en el centro de su cabeza. Las arcadas también fueron parte del desahogo. Por suerte los vómitos se detuvieron en cuanto se trepó al coche. Por si acaso, tenía las ventanas totalmente abajo con toda la intención de que el aire circulara y le pegara en la cara.
El aroma a gasolina no ayudaba pues favorecía a la náusea que transitaba desde la boca hasta punto del medio de su estómago.
Claro que en sus ideas más alocadas sobre un abandono a futuro tratándose de papá tenía bastante claro que no se llevaría el taxi. Justo como aquella última vez en la que salió de casa imaginaba que se retiraría sin sacar ni un solo centavo o prenda entre sus bolsillos pues, según las palabras de quien le dio la vida, nada le pertenecía. Y si vestía o calzaba no era por sus esfuerzos sino porque, con la indemnización de su último trabajo, fue papá quien pagó el automóvil que le daba de comer a Pete a través del empleo como chofer a medio tiempo.
Fue el estrés y las ganas de alejarse lo que le hicieron actuar erradamente. Ignorando precauciones y advertencias.
Dos veces estuvo a punto de chocar con las esquinas que marcaban el final de una calle en el laberinto donde residía.
Pero no se asustó lo suficiente.
La sensación se asemejaba mucho a cuando solía beber los viernes después de clases al lado de sus amigos. Recién presentada la última exposición de platillos correspondientes a los proyectos de la semana. Ya sea que hubiesen obtenido una buena nota o que el chef les hubiese casi escupido en la cara por los errores de ejecución ahí estaban sin falta. Olvidando gracias a los efectos de la cerveza. Y disfrutando hasta que sus estómagos estuviesen repletos de carne bien sazonada.
Los viejos tiempos.
Sin saber por qué Pete recordó aquello como una debilitada salida a sus pensamientos más bajos. La remembranza de sí mismo riendo a carcajadas con sus amistades de aquellas épocas (mismas que se desentendieron de él apenas abandonó la universidad) se contraponía con las intermitencias de una cintilla cinematográfica que se reproducía en su mente donde cada fotograma, cada cuadro de pixeles era la agitación de un trasero sobre un pene.
Una mujer jadeando el nombre de un sujeto.
Hansa lloriqueándole al padre de Pete para que 'no se detuviera'.
Y el vientre desnudo.
Eso fue lo que más le pudo. La imagen del "bebé" presenciando tan indecente situación.
¿Cuántas veces ellos habrán estado juntos después de que Pete volviera del trabajo con pies y manos molidos de agotamiento? ¿Cuántas veces Hansa se habrá colado a visitar al viejo con el pretexto de que era a Pete a quien extrañaba?
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Carpe Diem [VegasPete]
FanfictionA Pete la suerte nunca le sonrió. Condenado a abandonar sueños y metas por sus escasos recursos decide tomar el puesto de su viejo padre como un simple taxista de medio tiempo a quien el destino relega a la tediosa rutina. Hasta que, en una madruga...