10

147 15 0
                                    

—Ve a vestirte, niña; hijo, aséate pronto que tendremos visitas bastante importante

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Ve a vestirte, niña; hijo, aséate pronto que tendremos visitas bastante importante. Los esperaré en el salón principal— Oropher apenas y se detuvo lo suficiente para dar indicaciones a sus hijos, quienes cruzaron miradas antes de dejar que sus doncellas y mozos los arrastraran a sus respectivas alcobas para alistarse. Incluso cada uno tenía una pequeña corona, que asimilaba más a una tiara, algo pequeño para cada uno, que no minimizaba el poder ni la herencia del otro, aún a sabiendas que solo uno podría heredar el trono de su padre.

—Te estás tardando...

—Sabes que no puedes entrar sin tocar.

—¿De qué sirve vivir en cámaras contiguas, unidas por una puerta secreta, si no puedo entrar cada que me plazca?

—Eso era porque éramos muy jóvenes.

—No unos niños.

—Pero muy jóvenes en estas tierras que algún día gobernarás, de las que seguimos aprendiendo y... para nuestro padre siempre seremos esos hijos que llevó consigo para ver el esplendor de Doriath.

—Los niños no van al campo de batalla.

—¿Qué te ocurre? — despidió a sus damas, caminó hasta él y le dedicó cierta mirada que lo hizo temblar, luego le dio la espalda para que anudara el corsé, quitándose el cabello de la espalda y así no entorpeciera su cometido.

—Sabes bien de quién se trata, cuál es esa visita importante.

—¿Le temes a este compromiso?

—No quiero contradecir al rey.

—Es a él a quien me remito, sabes bien que piensa en nuestro bienestar. Pronto yo correré el mismo destino.

—Lo dices como si fuera algo malo.

—Lo pide tu rey.

—Nuestro padre escogió a Amaïe por amor, ¿no se me permite el mismo derecho?

—Doriath no había caído y vivíamos en paz, sin el mal asechando.

—Ya no asecha.

—¿Eso crees? ¿Qué le espera a nuestro pueblo cuando te ciñas la corona del rey y tu sabio consejo ya no lo sea más?

—Te tendrán a ti, serás mi mano derecha— dio un último tirón antes de hacer el moño y girarla para que lo encarara—. Elentari, no hables como si no fueses a estar, no quiero la corona si no estás a mi lado...

—Jamás me voy a ir— le acarició la mejilla y él cerró los ojos para disfrutar mejor de aquel suave tacto. Siempre disfrutaba de que su hermana hiciera eso.

—¿Lo prometes?

—Anda, debemos volver, nuestro padre nos espera.

—Que esperen, debe desear verme.

—Si de verdad es tu esposa, no es mejor forma de empezar.

Elentari tomó la mano de su hermano y anduvieron hasta el salón principal, el del trono, donde el rey yacía ya tomando su lugar, con la corona de flores por ser primavera. Thraundil se sentía temeroso y no sabía si era a la desconocida, al compromiso, a yacer con esa elfa, a decepcionar a su padre si no cumplía con sus expectativas. La platinada siempre apoyó a su hermano en cualquier decisión, jamás contradijo a su padre y ansiaba que esta no fuese la primera vez en que hiriera a alguno de alguna forma.

Entraron y ahí estaba ella, con vestido dorado, con una tiara similar a la propia, dándoles la espalda. Thraundil se irguió para verse todavía más alto de lo que ya era. La princesa se mantuvo con semblante serio, al lado de él. El heredero ignoró cualquier dicho, sino que anduvo, pasando de la recién llegada y su séquito, dirigió la mirada a su padre antes de conducir a la princesa hasta su asiento, reverenciar a ambas majestades y girar sobre sus talones.

Y esa era ella, Níniel, la doncella de las lágrimas, aquella hermosa doncella de ojos azules, con rostro fino y duro, de cabellos dorados y con presencia, se mantenía imponente con solo presentarse en el lugar. La mirada platinada de la princesa no se comparaba con la de su nueva cuñada. La recién llegada a ese reino la recorrió con la mirada y notó algo que cualquiera del círculo cercano de los príncipes ya sabía, pero nadie se atrevía a decir en voz alta. Thraundil avanzó hasta ella, la reverenció antes de tomar su delicada mano y besarle el dorso.

 Thraundil avanzó hasta ella, la reverenció antes de tomar su delicada mano y besarle el dorso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ElentariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora