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—Señora...

—¿Dónde está mi hermano?

—Ha pedido audiencia con usted, en el salón del trono.

—Él jamás manda a nadie, viene a buscarme— espetó al salir de su alcoba para apresurarse al lugar citado. Supuso que los sirvientes se quedarían custodiando al príncipe, en espera de encontrar a su hermano—. No puedes sentarte en el lugar del rey.

—Tampoco tú— espetó Níniel al apenas dirigirle la mirada.

—Muévete.

—¿O qué?

—¿El rey no me citó, verdad?

—Tonta e ingenua, cada que Thraundil pide algo, corres para cumplirle cada capricho...

—Es el rey, no merece menos.

—Tu veneración por él me parece tan enferma.

—No deberías fijarte en mí, sino en tus labores como esposa y señora de estos reinos.

—¡No los puedo cumplir si él no me lo permite!

—Ese es tu problema, tanto tiempo y no has sabido ganarte tus derechos dinásticos.

—Sigo siendo tu reina.

—Y a tal me dirijo— espetó al intentar acercarse, pero la reina le cortó el rostro con su cuchillo.

—Demuestra que eres una digna súbdita, hermana, lo que quieras... Acata las órdenes de tu rey.

—¿De qué órdenes me estás hablando?

—¿No te dijo? Te tuvo tres días oculta con mi hijo como excusa, para matar a Angrod.

—¿Qué ganaba matándolo?

—Te quiere solo para él, pero no tuvo las agallas de finiquitar su vida, me pidió que lo hiciera.

—Mientes...

—Pregúntale.

Elentari le arrebató el cuchillo y la golpeó con el mango. No se dejó agarrar por la reina. Se apresuró a buscar al rey. No confiaba en ella y no podía dejarse guiar por sus palabras, pero el suceso coincidía con las cuestionas que su hermano le hizo un par de días atrás. Lo vio caminar con un par de sirvientes, seguro dando órdenes para obrar en consecuencia. Los despachó y se apuró a abrazarla, ella se desconcertó ante ello, eso hasta que se disculpó por lo ocurrido.

La princesa lo empujó furiosa y desenvainó su espada para intentar herirlo. Thraundil no se quedó atrás e imitó la acción. Los aceros chocaban, él no entendía por qué lo atacaba así, pero no se dejaría herir de ninguna forma. Elentari lo hizo retroceder un par de veces. Lo golpeó y lastimó la mano para lograr desarmarlo, ambos se quedaron mirando un momento, ella jadeó e intentó recuperar el aliento. Thraundil la empujó y le arrebató la espada a tiempo que la enterraba en el suelo.

—¿Cómo te atreves? ¡Contesta!

—¡Mandaste matar a Angrod!

—¿Qué dices?

—No me mientas.

—¡Sí lo pensé! Llevabas semanas yendo y viniendo con él que lo pensé, pero no necesito de alguien más para eso. Creí que me conocías bien.

—La reina me dijo...

—Ella solo es la consorte, no puede tomar ese tipo de decisiones.

Elentari escondió su rostro detrás de sus manos, no podía ver al rey a la cara luego de la traición ocasionada. Thraundil la ayudó a ponerse de pie y la guió a un ala apartada, la princesa se dejó llevar, con la cabeza baja y de la mano de su hermano. Este hizo un ademán con la mano y los guardias abrieron las puertas de par en par, ahí estaba Angrod. Se soltó del agarre y avanzó, las lágrimas bajaban por sus mejillas, le acariciaba la cabeza y dejó un beso en la frente. Se puso de rodillas y lloró que no se pudo despedir de él.

ElentariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora