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—¿Hoy hasta dónde cabalgaremos?

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—¿Hoy hasta dónde cabalgaremos?

—No muy lejos.

—¿Pasa algo, señor?

—Es posible que Lord Elrond llame al Concilio.

—Bien, entonces demos un par de rondas antes de volver, debemos asearnos para la ocasión.

—Solo es una posibilidad.

—Hay una mínima posibilidad de ver a Lady Galadriel, a su esposo Lord Celeborn...

—¿Llamarás a tu hermano?

—Por eso no he partido, para ser partícipe del Concilio.

***

—Están determinados a reclamar su tierra— dijo Gandalf.

—No creo que Thorin Escudo de Roble que es responsable ante nadie y tampoco yo— dijo Elrond.

—No es a mí ante quien tiene que responder— dijo la Dama de Lórien al girar a los recién llegados. Gandalf murmuró su nombre asombrado, Glorfindel y Elentari reverenciaron ante su presencia.

—Mithrandir, ha pasado mucho tiempo.

—Puede que la edad me haya cambiado, pero no a la Dama de Lorien.

—No tenía idea de que Elrond te había enviado— habló Saruman a espaldas del Gris.

—No lo hizo, fui yo— se giró a encararlo.

—Reina Elentari.

—Curunír— devolvió el saludo.

—Saruman— saludó Gandalf.

—Últimamente has estado ocupado mi amigo— devolvió el saludo.

—Dime, Gandalf— habló cuando comenzaba el amanecer y ya todos estaban en un ala apartada. Saruman a la cabeza, de frente a Gandalf, a la derecha del Gris estaban sentados Glorfindel y Elentari, a la izquierda Celeborn mientras Elrond y Galadriel caminaban—. ¿Pensaste que tus planes pasarían desapercibidos?

—¿Desapercibidos? — habló Galadriel.

—No— se defendió Gandalf—, solo hago lo que siento que es correcto.

—El dragón ha estado en tu mente por mucho tiempo.

—Eso es verdad, mi dama.

—Smaug no le ha dado su lealtad a nadie.

—Pero si se debiera unir con el enemigo, un dragón podría ser usado para un propósito terrible.

—Considero que podría ser aún peor tener que enfrentarnos a los balrogs— dijo Elentari, Glorfindel sonrió de forma ladina pensando que solo lo diría para burlarse de él, hasta que agregó lo siguiente—: ellos sí dieron pelea durante años, mientras que los dragones fueron apenas días.

—Gandalf, el enemigo está derrotado. Sauron está vencido, nunca podrá recobrar su fuerza total.

—No me parece que cierres tu mente, Curunir, porque él está aquí— señaló a su amigo—, mandado aquí para ayudar en la derrota de Sauron, quien se mantuvo "inactivo" durante tanto y aun así, Gil-Galad no se rindió, sabía que el mal prevalecía.

—¿No te preocupa que el último de los anillos de los enanos desaparezca junto con su portador? De los siete anillos de los enanos, cuatro fueron consumidos por dragones, dos fueron tomados por Sauron antes de caer en Mordor— Elrond y Galadriel lo voltearon a ver mientras analizaban las palabras de Mithrandir, Celeborn no quería opinar, solo fueron convocados para escuchar el intercambio de palabras de Gandalf y Saruman—. El destino del último anillo de los enanos sigue siendo desconocido.

—El anillo que usaba Thrain, sin el anillo único, los siete no le sirven de nada al enemigo. Para controlar los otros anillos, necesita al Unico. Y ese anillo se perdió hace mucho, mucho tiempo.

—Tres mil años desde que las aguas del Anduin lo arrastraron al mar— intervino Glorfindel acomodándose mejor en su asiento.

—Llevamos años en paz...

—¿Estamos? ¿Estamos en paz? — inquirió Celeborn.

—Los trolls han bajado de las montañas, están atracando los pueblos, destruyendo granjas, los orcos nos han atacado en el camino...

—Lo sabemos— dijo Galadriel recordando a Celebrian, quien marchó a Las Tierras Imperecederas para sanar sus heridas.

—No estamos en guerra, siempre tienes que entrometerte, buscando problemas donde no existe ninguno.

—Déjalo hablar.

—Algo se urde más allá de la maldad de Smaug, algo más poderoso— espetó Gandalf—. Podemos permanecer ciegos ante ello, pero no nos ignorará, eso se los puedo prometer.

—Una enfermedad nace en el Bosque Verde, ahora lo llaman el Bosque Negro, la gente de fuera, incluso mi gente— dijo Elentari, sin dejar de ver a la Dama de Lorien—. Hablan de un Nigromante, viniendo de Dol Guldur, un hechicero que puede invocar a los muertos, ¿no te suena familiar?

—No existe tal poder en este mundo— dijo Saruman—, es absurdo. Es inadecuado que uno de Istari ande rondando los bosques.

—Elentari— reprendió Celeborn cuando la reina de hielo se levantó y apoyó las manos sobre la mesa.

—¿Y a qué fueron enviados los Istari? El rey ha hecho lo que pudo para proteger a su pueblo, pero el mal crece, adormece e inunda el cuerpo, el alma. ¿Acaso Isildur no fue tentado en el último momento? — Elrond cambió su postura, pues estuvo ahí—. Poco y nada importaban el sacrificio de Elendil, su padre, y del gran rey, Gil-Galad. Lamento no poder quedarme...

—Espera— llamó Galadriel, la única que podía infundir miedo en la princesa.

—Creía que me hablaba, un recuerdo de Mordor— sacó de entre sus ropajes y lo puso sobre la mesa, fue Lord Elrond quien lo descubrió.

—Una espada morgul— dijo Galadriel al aproximarse a la mesa—. Hecha para el Rey Brujo de Angmar.

—Y enterrada con él— murmuró Elentari mientras tomaba asiento de nuevo.

—Cuando Angmar cayó, los Hombres del Norte tomaron el cuerpo, todo lo que poseía y lo sellaron en las Altas Colinas de Rhudaur— dijo Galadriel—, muy profundo en la roca lo enterraron...

—En una tumba tan oscura que nunca saldría a la luz— dijo Elrond.

—Esto no es posible— dijo Saruman—, un hechizo poderoso yace sobre sus tumbas.

—¿Y si no se hace como es debido? No se pueden abrir— dijo Elentari.

—¿Qué prueba tenemos de que esta arma venga de la tumba de Angmar? No tengo ninguna porque no hay ninguna— la inconformidad y el disgusto se dibujó en el rostro de todos los congregados.

—Examinemos lo que sabemos— dijo Celeborn—. Una horda de orcos se han encontrado una daga de una edad pasada, "El Nigromante" ha tomado una fortaleza destruida como residencia.

—No es mucho después de todo— dijo Saruman—. Sin embargo, la cuestión de esta compañía enana me preocupa. No estoy convencido, Gandalf. No siento que pueda condonar esa Búsqueda, si ellos hubieran venido a mí, les hubiera ahorrado esta decepción. No pretendo entender tu razón para despertar tus esperanzas.

—¿A caso las crees infundadas? — dudó Glorfindel. En eso llegó la interrupción de un sirviente de Elrond dando la noticia de la marcha de los enanos y la sesión se levantó.

ElentariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora