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𝙉𝘼𝘿𝙄𝘼
Para empezar, quería matar a Yamato. Aunque tuviera razón.
Había un problemita, y era que yo hablaba pero no el mismo idioma que todos estos nabos, lo que resultaba sospechoto y para nada no llamativo. Así que el hijo de puta se inventó que yo era una muda rescatada de un grupo de contrabandistas, se enamoró de mi culo flacucho y me hizo su esposa.
Y ahora no podía hablar. Inventaba cualquier cosa con la mano para hacerlo pasar como lenguaje de señas, menos mal nadie lo sabía porque si no estábamos en la b.
Me quedé sentada en el balcón del departamento en donde nos quedabamos, chusmeando nomás. Y de paso viendo si escuchaba algo de Akatsuki, o cualquier cosa. Pero nada, claramente la gente no va hablando por la calle de una organización llena de chorros y asesinos.
Después de un rato, me metí adentro y justo llegó Yamato, cerró las ventanas y se aseguró de que nadie lo vea para sacarse la peluca de afro que tenía puesta. Se sentó al frente de una mesita y empezó a anotar en un pergamino, y después de un rato me miró.
—Qué?
—Cómo que qué?
—Qué decí papito no te entiendo.
Se agarró la nariz con los dedos y suspiró. —Averiguaste algo hoy? Cualquier cosa.
—Mm descubrí que la señora del 5 piso tiene hemorroides, el gato del lindo del 3 piso no vuelve hace cinco días, que se agarraron a las trompadas en el bar ese acá en la esquina... y no, nada más.
Por la mirada que me dio tomé la sabia decisión de irme a la mierda corriendo. Salí del edificio y empecé a caminar tranquila. La vieja de la recepción me saludó con la mano y una sonrisa que le devolví. Me acerqué como a una especie de kiosquito a comprar puchos, para hinchar las bolas nomás.
Cuando entré el tipo me saludó con una sonrisa. —¡Ah! La mujer de... cómo decías que se llamaba? Sanemo? Salemo? Salame! Cierto, cierto. Cómo está? La escoliosis que contaste no sonaba para nada bien.
Le alcé el dedo del medio.
—Ya veo, espero que mejore. Bueno, qué necesitabas?
Le señalé el paquetito de cigarrillos, lo agarró del lugar y me lo alcanzó. —Son para él, imagino. Una señorita no debería fumar.
Qué viejo chusmo.
Asentí, le pagué y me fui echando puta. Caminé hasta un parque y me senté apoyando la espalda en un árbol para empezar a fumar el primero. Qué andará haciendo Kakashi? Lo extrañaba. Y Naruto? Seguro rompiéndose el culo entrenando, y yo acá sentada como si no estuviera en una misión importante. Y Sasuke? Qué será de mi emo vengador, ojalá encuentre lo que buscaba y no se termine bajoneando más. Y Sakura? Bueno, tampoco es que me importe mucho pero...