MERECE LA PENA

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Eran las 6 de la mañana y el despertador no paraba de sonar. Aún era de noche cuando abrí las cortinas de mi cuarto, observando la tenue luz que emitía una de las farolas de mi calle. Pensé en la fragilidad que envolvía mi cuarto, en cómo la calle estaba vacía, nadie pasaba, nadie hacía ruido, estaba todo en calma. Mi mente quería seguir durmiendo, descansar un poco mas pero mi cuerpo y mi corazón necesitaban levantarse para vivir otro día mas.

Entré en el cuarto de baño para acabar de despertarme, media hora más tarde estaba saliendo por la puerta de mi piso. Me subí en el ascensor y justo cuando estaba saliendo por la puerta del rellano hacia la calle me acordé. Mierda. Me había dejado las llaves del coche encima del comedor. Volví a subir para poder cogerlas, estaba bajando de nuevo, esta vez sin dejarme nada, cuando la puerta del ascensor se abrió y justo enfrente de mí la vi.

Joder tenemos que dejar de vernos así.

*Sería mejor vernos los dos solos en mi piso...*

Carlo por favor es muy temprano para ser un pervertido.

–Buenos días Carlo. –me dijo Maria aun dormida pero con una sonrisa angelical.

¿Cómo podía estar tan guapa?

–Buenos días Maria. –dije más despierto de lo que realmente estaba.

–¿Dónde vas tan temprano?–preguntó ella frotándose suavemente los ojos en señal de sueño.

–Pensaba que los chicos no se levantaban antes de las 10 de la mañana. –bromeó ella.

Quería invitarla a subir, quedarnos en la cama hasta que fueran las 10 y no precisamente durmiendo pero era demasiado temprano para que alguien me rechazara.

–A quien madruga Dios le ayuda. –bromee.

Se rió al instante, esa no sé la esperaba.

Vale, bien ha funcionado.

–¿Crees en dios Carlo?

Vale, esa no me lo esperaba yo.

– Mhm. –balbucee perplejo, no sabía del todo que responder.

–Sí y no supongo.

–¿Cómo que sí y no? –preguntó ella llena de curiosidad.

–Creo que algo hay, llámalo dios, llámalo karma, no sé pero algo hay. Me niego a pensar que somos pequeñas personas sin ayuda alguna, sin un camino que seguir o un destino que nos guíe pero a la vez me gusta pensar que somos libres. Libres de caminar nuestro camino, libres de vivir nuestra vida y forjar nuestro futuro. Libres de decidir cómo queremos vivir y a quien queremos amar.

Ella me miró llena de dudas, el brillo en su mirada se había intensificado y yo sin saber porque me había asustado.

¿Y si ella creía en dios?, ¿Y si acababa de insultar a su religión?, ¿o si ahora se pensaba que era tonto de narices?

Comenzaba a darle demasiadas vueltas a una simple respuesta de una pregunta sencilla.

Maria comenzó a reírse calmando el inicio de mi pequeño ataque de pánico. Casi me derretí al verla, era una de las risas más bonitas y sinceras que había visto en toda mi vida. Estaba monísima.

*¿Monísima de verdad Carlo? Joder, ya te vale. *

–Eres un chico muy curioso Carlo, eso me gusta.

*A mí me gustas tú*

¡¡Carlo por dios!!

Nos quedamos hablando un rato más, le explique que si no me iba pronto no conseguiría coger ninguna buena ola, además era una hora y media de carretera. Parecía que le interesaba todo lo que le estaba contando sobre mi y sobre hacer surf así que me la jugué a todo o nada.

Distintas CasualidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora