TODA UNA VIDA

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–Tenemos que hablar.

Una de las frases más famosas y dolorosas que jamás se hayan pronunciado. Simples palabras capaces de iniciar y acabar con una relación.

En su mirada vi reflejado destellos de lo que podría ser mi futuro. Miles de personas aclamando mi nombre. Mi cara en la gran pantalla de cualquier cine de barrio, mis historias en las estanterías de cualquier librería barroca y mis canciones sonando en la radio de cualquier coche.

¿Realmente estaba dispuesto a sacrificar eso?

¿Estaba dispuesto a sacrificar ser uno de los más grandes, por lo que creía yo, que era el amor de mi vida?

*¿Qué es el amor?... *

–Carlo hombre no me jodas,–bromeo Maria acomodándose el pintalabios que se le había corrido–, sabes perfectamente que pronunciar esa frase es cómo abrir la puñetera caja de Pandora, nunca trae nada bueno.

Maria río de su propia gracia, se volvió hacia mí inclinándose y uniendo nuestros labios en uno de los besos más sencillos pero apasionados que jamás me había dado. Lleno de tantos matices soñados, cada uno capaz de pararme en seco el corazón si así ella lo quisiera.

Ni siquiera sabía qué decir, dentro de mí había un tormento sin fin, un total desacuerdo entre la realidad que me rodeaba y mis sentimientos. Una parte de mí quería no empezar esa conversación, mandar a la mierda la compañía y contarle a Maria cualquier mentira sobre lo que había pasado. Como por ejemplo que la compañía había dejado de creer en mí, una simple pero muy efectiva mentira.

Pero la otra parte de mí sabía que no era lo correcto. Nunca había sido bueno contando mentiras. Ya desde muy pequeño era incapaz de mentir a mi madre sobre ir a cualquier fiesta o mentir para hacer cualquier plan loco con amigos. Siempre se me había dado mal, con nada me sentía muy culpable. Hasta que por fin entendí que mentir no era nada bueno, nunca traía nada bueno. Mi madre me enseñó que una mentira era como cavar un hoyo, al principio es pequeño y fácil pero poco a poco se va haciendo más y más grande, más oscuro y mucho más frío. Hasta que llega el punto en el que levantas la mirada y ni siquiera la luz del sol eres capaz de observar. Las mentiras son como la vida misma, si permites ahogarte en ellas jamás podrás llegar a disfrutar de ella como te mereces. Así que se podría decir que era un niño bueno.

Cogiendo fuerzas de no sé dónde, respire hondo y pronuncie el resto de las palabras de la que sería una de las conversaciones más difíciles y dolorosas de toda mi vida. En la cual pequeñas partes de mi corazón se irían rompiendo poco a poco llevándose una parte de mí con ellas.

–Maria tenemos que hablar,–reanude como pude,– Sé que no es ni el momento ni lugar pero tengo que decirte una cosa.

El calor de lo que acababa de pasar en el coche aún era notable aumentado solo así la dificultad de lo que quiera contarle.

–Me ha llamado la agencia de Madrid y...– trate de pronunciar haciendo uno de los esfuerzos más grandes por no romper a llorar.

Está siendo más difícil de lo que llegué a imaginar.

No entendía porque me estaba costando tanto, si lo que quería decirle es que me quería quedar, que no me quería ir.

*Carlo y creo que al igual sería mejor no...*

–¿Carlo estás bien? –me pregunto Maria relajadamente sin borrar esa sonrisa tan alegre que se le había formado.

–Si estas así por lo de hacer pública nuestra relación o algo quiero que sepas que yo quiero estar contigo y punto.

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