ASI SIN MAS

35 2 0
                                    

Yo no quiero hacer lo correcto, pa esa mierda ya no tengo tiempo, no vas a escuchar un lYo no quiero hacer lo correcto, pa esa mierda ya no tengo tiempo, no vas a escuchar un lamento, pa' esa puta mierda ya no tengo tiempo...

Tarareaba y tarareaba la misma canción hasta que no pude evitar enfrentarme a la realidad. Estaba enfrente de su puerta, la madera apenas brillaba, la oscuridad se había apoderado de ella. Eran casi las doce de la noche, el cuerpo me dolía, la cabeza me pesaba más de lo que podía soportar y mi mente estaba cansada. Mi vuelo salía a las 6 de la mañana, apenas me quedaban seis horas para dormir. Pero yo no quería dormir, sabía que lo que realmente quería era hablar con ella, no podía irme a Madrid sin hablar con ella. No podía, no quería. Y menos después de lo que había pasado, cuando por fin había estado con ella, cuando por fin volvía estar bien conmigo tenía que separarme de ella otra vez. Sería solo un día pero para mí era como una pequeña eternidad.

– ¿Quien es? –pregunto aun dormida esa suave y bella voz que me tenía perdido.

– Soy yo. –dije simplemente.

María abrió la puerta, tenía el pelo descolocado, un pijama de algodón blanco con forma de nube y unas ojeras muy pronunciadas, se notaba que había llorado. Aun estaba dormida pero aun así sus ojos desprendieron una alegría indescriptible cuando se cruzaron con los míos. Sentí como todo mi cuerpo se despertaba, mi mente ya no estaba tan cansada y la cabeza ya no me dolía. El corazón se me aceleraba a cada segundo que pasaba mirándola, pensé que estaría enfadada conmigo o que a lo mejor se había arrepentido de lo que había pasado durante la tarde pero no fue así. No tardó ni dos segundos, rápidamente me abrazó, todo su cuerpo olía genial y desprendía un calor reconfortante. Se separo y nos quedamos mirando fijamente, ella sonreía de oreja a oreja, yo como siempre parecía un idiota mirándola. Sin que yo se lo ordenara mi cuerpo actuó solo, levante mi brazo, estirando la mano y aparte un mechón de pelo que tenía sobre la cara. Me incliné y nuestros labios por fin volvieron a tocarse suavemente, fue un beso lleno de pasión, de alegría, de mil emociones juntas que solo ella era capaz de hacerme sentir. La tristeza me invadió la mente, yo sabía que era una despedida, era solo un día, pero ella no lo sabía. Me llene de fuerza y se lo conté todo.

*¿Algún día dejarás de montar tanto drama por absolutamente todo?*

Mhm creo que no.

*Me lo suponía*

– María yo..., lo siento muchísimo, yo antes no quería que te fueras.

– Llegó Guille y yo bueno..., yo no he estado bien María.

– Estos últimos meses han sido duros por así decirlo, las fiestas y ese dolor... Te conocí a ti y descubrí como una persona era capaz de hacerme sentir como si nada malo importara como si solo existiera lo bueno.

–Carlo, –sonrió y me volvió a besar apasionadamente–, no pasa nada, yo quiero estar contigo, no me arrepiento de lo que te dije. Sé que me asuste en el pasado y también sé que la cagué. Guille tiene razón vale, yo te lo he hecho pasar muy mal Carlo, yo también lo pasé fatal pero sé que no es excusa. No me esperaba el beso y ese baile... –dijo ella casi llorando.

Odia verla llorar.

–Me daba miedo, me daba miedo aceptar que estaba enamorada de ti.

Pude notar como todo mi cuerpo temblaba, mis oídos recibieron sus palabras pero mi mente no era capaz de procesarlas. El corazón se me aceleró rápidamente mientras perdía el resto del control sobre mi cuerpo.

*¿Ha dicho lo que creo que ha dicho?*

– Carlo me mirabas y me hacías sentir como si todo mi cuerpo vibraba. Me enamoré de ti, me enamoré de cómo eres, conocí tus miedos, tus deseos. Me lo diste todo de ti, me contaste como te sentías, tus errores, tus aciertos, tus deseos. Sé que no nos conocemos, sé que pasó menos de una semana, sé qué fue todo muy rápido. Pasamos del surf a la cafetería y de la cafetería a tu casa.

Distintas CasualidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora