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Flavia

Estoy en el auto, sentada contra la puerta y mi cabeza en la ventanilla. Lloro y siento cada parte de mi cuerpo doler. Entre mis piernas puedo sentir un palpitar molesto, tengo chupones y pequeñas marcas enrojecidas.

Mis padres me entregaron a un hombre sádico que me quitó todo, mi inocencia, mi ganas de amar, mi virginidad, todo.

—Señora, llegamos.—dice deteniendo el auto.

Seco mis lágrimas y miró por la ventanita a las chicas, las otras meseras, que llegar sonrientes y se ven muy unidas.

—Podrías llevarme al hospital.—tengo la voz ronca de tanto llorar.

—Señora no tiene permitido ir a otro lado que no sea su trabajo.

—Porfavor—le miró de forma lamentable—¿Crees que puedo huir de él?

Un segundo después del silencio pisa el acelerador. Le agradezco pero él no habla. Se el riesgo que corre al hacerlo. Pocos minutos después...

—No tardaré, espérame en el auto.

—Debo ir con usted, es mi trabajo.

—Confía en mi, será rápido.

Este por fin me pide que me apresure o iría por mí. Así que tengo que correr para ir a ver al viejo Jack. Esta durmiendo, y no quiero despertarle. Una enfermera entra y se acerca a inyectar algo en el suero.

—Él ¿Cómo está? Los resultados...

—Debes ver al doctor, él se lo explicará mejor.

Mi celular suena camino a ver al doctor y es Jerry, tienen muchos pedidos y no debería de faltar como ayer. No tuve más opción que ir al trabajo pensando en volver luego.

***

Atiendo a unos clientes cuando escucho la campanilla y miró hacia la puerta. Por alguna extraña razón al verle entrar mi corazón se acelera mientras él se acerca.

—Hola Ignacio.—apenada.

—Hola.—sus labios amplían una sonrisa.

Que sonrisa tan perfecta...¡Oh sí! Ahora que por fin le veo puedo pedirle que me ayude.

—Ven un momento.—tomo su antebrazo por sorpresa y jalando de el camino hasta una compañera pidiéndole que continúe el pedido que estaba haciendo. Sigo caminando hasta el cuarto de descanso, el mismo donde están las taquillas. Entro e Ignacio está confundido, cierro la puerta con ambos dentro.

—Necesito tu ayuda.—me volteo a verle.

—¿Yo?—se señala con el dedo sorprendido.

Abro la taquilla y tomó el cheque, se lo extiendo. Él lo toma en sus manos mientras le explicó que necesito sacar ese dinero, por eso lo necesito porque yo no puedo hacerlo. Su mirada atenta a mi rostro me causa un temblor nervioso en mis manos. Sus ojos miran el cheque nuevamente y se decide a ayudarme. Es genial, ahora podré pagar todos los gastos sin problema.

Pongo mi abrigo y él toma mi muñeca por sorpresa, me quedo inmóvil mirandole y alza mi mano más cerca de su cara.

—¿Porqué tus muñecas están enrojecidas de este manera?

Quito mi mano rápidamente y él me toma por el abrigo, haciendo a un lado la tela que cubre mi cuello. Pequeños chupones casi ni se ven pero él parece tener vista de águila.

—Flavia ¿Qué te pasó? ¿Quién te hizo esto?—preocupado siento que se enoja.

Me encojo de hombros y me aparto de él. Miro al suelo recordando anoche y no puedo evitar sentirme sucia.

El Señor Gorikz [MBE] (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora