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Flavia

Él se fue hace unos minutos y estoy tendida bocabajo sin querer moverme. Lloro y temblorosa alcanzo a tomar una almohada para abrazarla con fuerza llorando con fuerza. Todo me duele y el cintazo que me dió en el muslo ha dejado una marca bien enrojecida.

—No puedo, no quiero seguir así.—sollosando.

Trato de ponerme en pie pero palpita dolorosamente en mi entrepiernas e incluso en mi bajo vientre, como si fueran cólicos menstruales. Camino lento secando mis lágrimas y trato de calmarme. Imposible. Nunca podré obtener la tranquilidad mientras esté en el mismo techo que el señor Stuart. Frente al espejo miró detenidamente el aspecto que he tomado. Mi pelo es un desastredeenredado, tengo mordidas y chupones juntamente con las marcas de sus dedos que me sujetaron con fuerza evitando que yo me moviera bruscamento, sabiendo que en la mínima oportunidad me alejaría.

Las gotas caen sobre mi y quisiera que borraran todo.

***

Recordar lo sucedido anoche me es inevitable. Hace frío y estoy cruzada de brazos sentada la banca del parque, frente a mi ese pequeño lago cristalino.

—Hoy estás muy callada.—el viejo Jack está a mi lado sentado contando monedas en sus piernas.

Suspiró.

—Alguna vez has tenido esa ganas de terminar con tu sufrimiento, que solo se detenga.

—¿Te soy sincero? Si, miles de veces. ¿Por qué estoy aquí todavía? Ni idea de cuantos años llevo en las calles y eres la única que ha venido a mi como un ángel para quitarme esos malos pensamientos. Lo siento cada mañana que cantamos juntos. No tenemos porque ponerle el fin que queremos. Dejemos que las cosas...sucedan.

—Pues "las cosas" comienzan a tardar, ¿no te parece?—a mí más bien me enoja lo que acabo de decir, pero verle reírse me contagia y no puedo evitar unirme—La pasé bien contigo, como siempre—dije poniéndome en pie—Me tengo que ir a trabajar—miro el reloj en mi muñeca.

Me despido del viejo Jack y camino rumbo a mi parada. No soporto esta parte del invierno, cuando hay nieve es mejor pero peligroso por ese hielo resbaloso que todos evitamos, sobre todo los conductores. Luego cuando todo se derrite se vuelve un total desastre y asqueroso. También cuando hablas o incluso respiras se puede ver humo salir como si estuvieras fumando.

Pensé estaría tranquila cuando unas manos me rodean por la cintura y aprietan para juntarme a un cuerpo levemente musculoso.

¡¿Qué rayos?!

—Viste como te atrapamos, fea.—dice en mi oído en un tono amenazante.

Conozco esa voz. Una mano toma mi mandíbula con fuerza y lo primero que veo son los anillos. Los otros dos se ponen frente a mi.

—Suéltame o gritaré—gruño con valentía entre dientes.

—Oh no, no lo harás. Primero tú, luego ese cuarto ojos gemelo tuyo.

—Con él no te metas, no te ha hecho nada. Si vas a hacer algo que sea conmigo.

—¿Lo estás defendiendo?—suena asombrado, odio que me hable al oído.

Solo se me ocurre sacudirme de forma exagerada y algunas personas que pasan cerca nos miran sabiendo que él no me está abrazando de una forma cariñosa como pretende disimularlo.

El Señor Gorikz [MBE] (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora