Día 17: Cordón umbilical

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Cuando pasó un tiempo prudente en el cual Sherlock se sintió preparado para recibir a sus hijos le pidió a John que llamara a Mycroft y le informará que ya podían subir al cuarto. Tan sólo cinco minutos después los Watson entraron a tropezones al cuarto seguidos por Mycroft, Greg y sus hijos. Lo primero que hicieron fue abrazar a Sherlock con cuidado mientras le susurraban una y otra vez lo felices que estaban de que estuviera bien. Debido a su reciente parto Sherlock no podía hablar, por lo que sólo asintió a cada palabra de sus hijos y les sonrió cálidamente. Su hermano y cuñado los felicitaron por su bebé al igual que sus sobrinos. Sherlock se sentía muy feliz de que todos estuvieran con él en ese momento de tanta felicidad. Estaban platicando cuando la puerta del cuarto fue abierta y una enfermera entró cargando en sus brazos un pequeño bulto envuelto en una manta color rosada.

—Señor Holmes, aquí le traigo a su hija. Pueden tenerla por sólo diez minutos —dijo ella mientras se acercaba y colocaba en los brazos de Sherlock a la pequeña Rosie. Luego de darle unas cuantas indicaciones se marchó dejándolos nuevamente solos. Los hermanos Watson no lo dudaron y rodearon la cama para observar a la bebé. Ewan frunció el ceño.

—Qué bebé tan fea —se quejó. Rosie aún estaba un poco hinchada y su piel tenía un tono rojizo.

—Cállate, idiota —intervino Isabella sentándose al lado de Sherlock—. ¿Puedo cargarla? —preguntó y Sherlock asintió. Teniendo cuidado le explicó a su hija como colocar los brazos para sostener a la bebé. Los ojos de Isabella se iluminaron al ver a su pequeña hermana—. Dios, ella es preciosa —susurró.

—Ewan, sólo quiero decirte que tú lucías así cuando naciste, de hecho, todos tenían el mismo aspecto —dijo John mirando a su hijo. Ewan bufó molesto para luego sentarse al lado de su hermana y observar con mayor atención a su hermana.

—Bueno, quizás no es tan fea después de todo —comentó haciendo reír a todos. De repente Rosie abrió los ojos y tomó el dedo índice de Ewan con una de sus pequeñas manitas y sonrió mientras intentaba jalar de él. Ese simple comportamiento lo hizo sonreír—. Al parecer alguien será muy fuerte —halagó y Rosie mostró una sonrisa sin dientes que hizo reír a los hermanos.

Sherlock suspiró al ver a sus hijos junto a su pequeña hermana. Pensó que, si en un futuro John y él no podían cuidar de Rosie ellos lo harían. Sus hijos eran buenos chicos y jamás dejarían desamparada a su pequeña hermana. John no dejaba de observar a Isabella, parecía muy feliz de cargar en brazos a su hermanita, no pudo evitar recordar cuando ella era una recién nacida. Si colocaba una fotografía de Isabella y una de Rosie había un gran parecido entre ellas. Sonrió, su familia no podía ser mejor. Se tomaron fotografías y, cuando la enfermera regresó se llevó a Rosie.

Mycroft se percató de que su hermano estaba cansado, así que les dijo a todos que era hora de marcharse y que podrían regresar al día siguiente. Entre quejas de los chicos finalmente ellos se despidieron de Sherlock con besos y prometiendo regresar pronto a visitarlo. Cuando se quedaron solos, Sherlock suspiró y se acomodó en la cama. John se sentó a su lado y tomó su mano, con el dedo pulgar acarició el dorso de esta.

—¿Te sientes bien? —le preguntó y su esposo asintió.

—Sólo un poco cansado —susurró. Había hecho todo lo posible para mantenerse despierto con la visita de su familia. Pero quería dormir, había sido un día demasiado largo y su cuerpo necesitaba recuperarse.

—Entonces duerme, me quedaré aquí por si despiertas y necesitas algo —le dijo mientras apartaba unos cuantos cabellos de su frente. Sherlock sonrió. La compañía de John era un bálsamo para todo lo que sentía en ese momento. Hizo todo lo posible para mantenerse despierto, aunque fueran unos segundos más, pero sus ojos comenzaron a cerrarse y pronto se sumió en un sueño profundo.

Inesperado •Johnlock/Agosto mpreg•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora