Día 24: Cojín de lactancia

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Sherlock se había estado quejando durante los últimos días sobre sus dolores de espalda y cuello. Al principio pensó que era algo pasajero, pero con el paso de los días comenzaron a ser más intensos al punto en que a veces hasta levantarse le era doloroso. Le daba pena pensar que los problemas de su "edad" estaban comenzando a aparecer, si bien era un hombre saludable los años causaban estragos en todos sin hacer diferencias.

En las últimas semanas las cosas parecían haberse ordenado para Sherlock, hablaron con sus hijos y les pidieron un poco más de colaboración en casa, no esperaban ni pretendían que ellos cuidarán a Rosie las veinticuatro horas del día, pero sí que ayudarán con tareas sencillas cuando Sherlock se estaba encargado de ella. Los hermanos Watson aceptaron y prometieron hacer todo lo posible para ayudar.

Las cosas con John también se habían arreglado, incluso Sherlock hizo una cita con su ginecóloga para asegurarse de que todo estaba bien. Cuando pasó el tiempo aconsejado John y él finalmente volvieron a tener intimidad, no con la frecuencia de antes, con una niña de ya tres meses era imposible, pero sí lo suficiente para que John le demostrara con hechos de que aún lo amaba y seguía estando seguro de que él era el hombre más hermoso que sus ojos tuvieron la dicha de ver.

Eran casi las once de la noche cuando Sherlock terminó de amamantar a Rosie, le sacó los gases y luego la meció un par de veces hasta que se quedó profundamente dormida. Sonrió al ver ese pequeño rostro angelical, besó sus mejillas para luego acercarse a la cuna con la intención de recostarla, pero cuando se agachó sintió un fuerte dolor en la espalda, cerró sus ojos unos segundos y se quejó de dolor.

—Sherlock, ¿estás bien? —sintió alivio cuando escuchó la voz de John.

—No, me duele la espalda, ¿me puedes ayudar? —respondió y de inmediato su esposo se acercó a él. Con cuidado lo ayudó a enderezarse y luego tomó a Rosie en brazos para dejarla en la cuna y cubrirla con la manta. Sherlock respiró profundo mientras se masajeaba el sitio donde nacía el dolor.

—Ven, vamos a nuestro cuarto. —John le ofreció su mano y Sherlock no dudó en tomarla. Ambos salieron del lugar y recorrieron el pasillo hasta su habitación. Sherlock se sentó en la cama y suspiró de alivio—. ¿Desde hace cuánto tiempo tienes dolor de espalda? —preguntó John mientras abría un cajón y sacaba un pequeño bote de crema.

—Desde que Rosie comenzó a crecer, cada día pesaba más —respondió. Sherlock constantemente debía inclinarse cuando la sacaba de la cuna, le cambiaba, la bañaba. Pero, sin lugar a dudas los momentos de más dolores eran cuando debía amamantarla. Supuso que su cuerpo había colapsado debido a sus malas posturas y por eso tenía tantos dolores.

—Acuéstate boca abajo —pidió Watson. Sherlock enarcó una ceja.

—¿Esa es una propuesta indecente? —bromeó. John rió.

—Lo sería si tu columna no estuviera en esas condiciones —replicó. Sherlock fingió estar molesto, pero realmente, aunque quisiera no creía poder hacer nada esa noche. Así que hizo lo que John le pidió. Su esposo le levantó la camiseta de su pijama y, luego de echar un poco de crema en su piel comenzó a darle un masaje que hizo a Sherlock suspirar de alivio—. Tendremos que buscar algo que ayude a mejorar tu postura —dijo Watson.

—Lo haré, sólo no te detengas —pidió mientras cerraba los ojos. Watson sonrió y continuó con el pasaje por algunos minutos. Cuando Sherlock se sintió mejor se detuvo, fue al baño a lavarse las manos y finalmente se acostó. Sherlock no dudó en girarse y lo abrazó con fuerza para apoyar su cabeza sobre su pecho y dormirse al instante.

***

A la mañana siguiente aprovechando que John tenía el día libre y que la mañana era cálida decidieron salir a dar un paseo con Rosie. Así que prepararon todo lo necesario en un bolso y, luego de colocarla en su cochecito salieron de casa. Había un parque a tan sólo cinco calles de donde vivían así que decidieron que ese era un buen lugar. John se estaba quejando de su último paciente mientras empujaba el cochecito, Sherlock reía divertido, no todos los días era agradable que un niño pequeño te estornudara encima y que además se riera como si lo que había hecho fuera divertido.

—No sé cómo educan los padres hoy en día a sus hijos, pero te aseguro que Rosie no será así —dijo decidido. Sherlock lo escuchaba con atención mientras observaba los escaparates de las tiendas cuando de repente detuvo sus pasos dejando que John avanzara unos cuantos metros. En cuanto fue consciente de esto Watson retrocedió—. ¿Qué sucede? —preguntó. Sherlock señaló el escaparate.

—Creo que encontré lo que puede ayudarme con mis dolores de espalda —dijo y sin esperar respuesta entró a la tienda especializada en maternidad.

Una joven fue la encargada de atenderlos y Sherlock pidió ver los cojines para lactancia que estaban exhibidos. Ella asintió y los guió hasta el lugar en donde se encontraba los que estaban actualmente disponibles. Les explicó las diferencias de cada uno y los beneficios de contar con uno. Esa información Sherlock ya la había leído en internet, sólo que no había tenido el tiempo para poder adquirir uno. Sherlock tocó cada uno de ellos y finalmente se decidió por uno en forma de media luna, de color celeste con estampado de pequeñas abajas. Luego de darle las gracias a la joven pagaron y salieron del lugar, retomando el camino al parque.

Buscaron un lugar agradable y apartado de los niños para que los ruidos no molestaran a Rosie. John enarcó una ceja cuando vio a Sherlock desenvolver el cojín y colocarlo sobre sus piernas para luego desprender algunos botones de su camisa y tomar a su hija en brazos. En cuanto ella sintió el aroma de la leche buscó su pezón derecho y comenzó a beber. Sherlock suspiró cuando su columna y cuello no dolieron y su postura permaneció intacta. Cuando volteó la mirada se percató de que John no le quitaba los ojos de encima.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—No podías esperar a estar en casa, ¿verdad? —replicó. Sherlock se encogió de hombros.

—Rosie tenía hambre, no pensé que fuera necesario esperar a estar en casa. Además, mi espalda me lo agradecerá —dijo con seguridad. John sólo rió y regresó la mirada a la fuente mientras Sherlock continuaba alimentando a Rosie.

***

El cojín de lactancia fue una gran inversión, ayudó a Sherlock a mantener una postura adecuada y era mucho más cómodo para Rosie también. Había días en los que John llegaba a casa y encontraba a Sherlock sentado en la alfombra de la casa con las piernas cruzadas, el cojín sobre ellas y Rosie completamente feliz. Sherlock repetía una y otra vez que nunca pensó que algo tan simple pudiera hacer una gran diferencia. En sus anteriores embarazos nunca los usó porque no tenía conocimientos de ellos y porque era tan joven que nunca sintió dolor alguno. Ahora no podía estar más que agradecido con la persona que los creó.

Desde ese día a donde Sherlock iba de paseo con su familia llevaba su cojín de lactancia, incluso Mycroft le había regalado dos más para que los usara cuando quisiera. John sonrió apoyándose en la puerta de su cuarto cuando vio a Sherlock en la cama con su pequeña en brazos. Sherlock levantó la mirada y le sonrió. John finalmente se acercó a ellos y rodeó a su esposo con uno de sus brazos mientras Sherlock alimentaba a Rosie sobre un precioso cojín de color rosa claro y rosas blancas. 

***

¡Hola! este fue el día 24, espero les haya gustado :D 

Nos leemos mañana con el día 25 ;)

Inesperado •Johnlock/Agosto mpreg•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora