CAPÍTULO 2: Actuar como un demonio

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Estaba cambiando de canal en la televisión mientras desayunaba unos cereales en el sofá. Hoy es el cumpleaños de mi mejor amiga Lydia, la llamaré más tarde cuando ella despierte. Lydia suele dormir toda la mañana, ¿No te contesta? Está durmiendo. Y siempre acierto. Después de tanto tiempo la conozco como la palma de mi mano.

Riing. El sonido del timbre hizo que me levantara del sofá.

-Buenos días, Madeleine.- saludó Cufferson.

Cufferson es mi vecino, tiene unos sesenta años.

-Buenos días, señor Cufferson. ¿Qué necesita?

-Me he quedado sin harina. Estaba haciendo unas galletas. ¿Tienes? Para poder darme un poco, por favor.

-Claro que sí, dame un minuto, ahora te traigo - dije antes de darme la vuelta.

Saqué la harina del armario y volví a la entrada.

-Aquí tiene, use lo que necesite.- dije con una sonrisa dándoselo.

-Muchas gracias, querida- dijo con una sonrisa cogiéndolo.

-No hay de que, espero que salgan bien.

-Le dejaré alguna para usted.

-Muchas gracias.

-Bueno, me vuelvo a casa. Adiós Madeleine, gracias.

-Adiós señor Cufferson.

Cerré la puerta, me fui a sentar de nuevo en el sofá volviendo a coger el bol.

-¿Hay algo divertido hoy?- dicen a mi lado. Me giré asustada viendo a un tranquilo Lucifer sentado en el otro lado del sofá.

-¡Dios! Qué susto, ¿estás loco?.- digo sentándome bien, ya que cuando lo oí salte en el sitio.

-¡No lo menciones! - me gritó poniéndose a centímetros de mi cara. Estaba enfadado, mucho.

¿A quién? ¿A Dios?

-Lo siento- bajé la mirada y él con un suspiro volvió a sentarse donde estaba antes.

-¿Qué ves?- preguntó neutral mirando a la televisión.

-Nada, estaba pasando de canal para ver si encontraba algo interesante.

-¿Qué vas a hacer hoy?

-Iré al cumpleaños de mi mejor amiga.- ¿Y él? En mi casa- ¿Qué haces tú aquí?- pregunté.

-Ver que no estuvieras en peligro.

-Pues como ves no lo estoy. Ya puedes irte Lucifer.

-Me apetece quedarme un poco más y lo haré.

-Agh, como quieras.

Seguí cambiando de canal hasta que me salió una película, ya aburrida de cambiar, decidí dejar eso. A los cinco minutos un perro es asesinado, sus llantos son muy dolorosos y eso me pone muy triste.

-Pobrecito.- Pensé en alto.

-Patético.

-¿El Perro? Pero si está muriendo.- dije mirándole como si estuviera loco.

-No, el perro me da igual. Los humanos sois patéticos, muy sensibles a todo... ¿Para qué tanto sentir? No os entiendo. 

-¿Es qué tú no tienes corazón? Un poco de empatía te hace humano. ¿Sabías?

Lucifer: La dama del diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora