~~1589~~

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Londres, Inglaterra, 1589.
Taberna Caballo Blanco.

Hob vió a su amigo entrar por la puerta de la taberna, era imposible no reconocerlo, pero le vió detenerse junto a la mesa de otros dos hombres.
-Kit, según entiendo preguntas por el arte y los sueños, uno puede aliarse y negociar con los poderes más oscuros. -Fueron las palabras del más jóven ahí sentados.
-Exacto.. - recibió en respuesta.
-¡Amigo mío! -No podía esperar más, le llamó tan pronto cómo pudo, se sentía tan emocionado que su corazón saltaba de su pecho, quería contarle lo que había hecho en éstos 100 años. -Siéntese. -Se levantó para poder acomodar la silla para él, a diferencia de la última vez Hob se veía mucho mejor, traía buena ropa, estaba sentado en una mesa grande llena de comida y su cabello ya no parecía ser gracioso. -Pedí un par de botellas de buen vino para nosotros, y comencé sin usted. -Dijo eso último mientras servía algo de vino en una de las copas con una sonrisita dibujada en el rostro.
-Hola, Hob.. -Sonó tan suave y dulce a la vez, antes de sentarse dió un corto paso al frente, Hob le miró y una vez más su corazón saltó.
-¿"Hob"? ciertamente eso me trae recuerdos, ahora soy sir Robert Gadlen, viejo desconocido. -Le hizo una pequeña reverencia, aunque fué más cómo una presentación elegante, Morfeo solo lo miró atento.
-Deduzco que a tenido buena fortuna. -Era obvio porque decía.
-Los dioses me sonrieron, cómo le sonríen a toda Inglaterra, dónde ningún hombre es esclavo. ¿Pastel de venado? -sus palabras cambiaron drasticamente. -¿No...?, Es rico... -Hob tomó uno de los pastelitos y lo mordió, haciendo un sonido leve de deleite, pudo ver qué Morfeo no estaba muy interesado, se sintió triste pero ni siquiera lo hizo notar, de inmediato siguió hablando-Veamos. La última vez yo trabajabá con Billy Caxton. Gané buen oro. Lo invertí en los astilleros de Enrique Tudor, me fué bien, me fuí al norte y volví cómo mi hijo, ya eran dos veces. -Se sirvió más vino pero pareció acabarse -Muchacha, más vino! -Llamó a una de las empleadas la cuál llegó de inmediato para atender sus necesidades. -Cuando el gordo disolvió monasterios compré mis propiedades y gracias a una generosa donación de oro a la corona... -Alzo los brazos haciendo énfasis en si mismo - Soy caballero.. -sonó feliz y orgulloso, una risa torpe salió de su garganta, sonrió esperando la aprobación de su extraño el cual seguía tan serio, a excepción de esa ligera mueca que pareció una sonrisa discreta.

-Eso no es todo, miré -De su bolsillo sacó un par de trapos y desenvolvió algo, le mostró una pequeña pintura ovalada de una mujer y un niño dentro de un fino marco dorado. -Mi bella Eleanor y mi pequeño Robyn. -El primer hijo que tengo en 200 años en esta tierra, que yo sepa. -Dijo con ironía. -Es curioso, hace mucho tiempo soñaba que así sería el paraíso, puedes caminar por la calle, hay suficiente comida, buen vino, la vida es deliciosa.. -Se veía feliz, emocionado por vivir aún más años.
- Diantres!, Ojalá pudiera escribir cómo tú..! -la voz del jóven de antes llamó la atención de Morfeo al igual que la de Hob pero esté último se veía desconcertado, ese muchacho se había llevado toda la atención de Morfeo, Robert Gadlen desvío la mirada sintiendo un vacío en el pecho.
-En Fausto cuando escribiste "¿A Dios?, Él no te ama"
-Will siéntate -Habló el otro hombre ligeramente emocionado pero preocupado
-''El Dios al que sirves son tus propios apetitos, dónde se asienta tu amor por belcebú, a él le ergiré un altar y una iglesia y le ofreceré la sangre tibia de bebés recién nacidos"
Hob ni siquiera escuchaba las palabras del jóven, solo pasaba su vista por su compañero, se sintió rechazado, cómo sino fuera lo suficientemente bueno o interesante para mantener a su amigo atento a sus historias.
-Bravo!! -Comenzó a exclamar la multitud presente en la taberna, Morfeo no había apartado su atención de Will, y Hob lo notó, miró al joven y luego a su amigo, rodó los ojos con fastidio y siguió comiendo, más por molestia que por hambre.
-Daría lo que fuera por tener tu talento, regalar a los hombres sueños que perduren tras mi muerte. Por esa bendición yo negociaría cómo tu Fausto. -El muchacho siguió hablando.
-¿Quién es él? -Por fin tuvo la descendencia de mirar a Hob, o por lo menos eso fué lo que Hob pensó.
-Se llama William Shaxberd, actúa un poco, escribió una obra.
-¿Es bueno?
-No, pésimo. -Decir que dijo eso por celos sería demasiado, ¿o no?. -El joven que está con él, el de la pierna rota, él es un buen dramaturgo. En fin, deje lo mejor para el final -Habló para llamar su atención, pero Morfeo no parecía interesado. -La reina en persona durmió en mi casa este verano, eso fue caro.. -El extraño le miró y hizo una señal para que dejara de hablar, se puso de pie y caminó rumbo a William. A Hob se le hizo pequeño el corazón, vió cómo su amigo se alejaba cada vez más para hablar con ese muchacho, desvío una y otra vez la mirada, más allá de estar molesto estaba herido. No escuchó bien de que hablaron pero si pudo ver cómo aquel hombre de elegante porte posaba su mano sobre la espalda del escritor y se iba con él y quién sabe dónde y a quién sabe que, ese era su día, de ambos.
-¿Aún desea el cordero, señor? -Le dijo una de las chicas que ahí trabajan con el plato en las manos. Al principio no dió respuesta pues aún tenía fija la vista en ambos hombres o más bien en uno solo, volteó a ver a la chica. -Si, trae el cordero, todo por vivir y solo puedo mejorar.. -La mujer le sirvió más vino, se frotó las manos y suspiró. -Te veré en cien años...

El sonido de sus alasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora