~~1789~~

335 75 17
                                    

Londres, Inglaterra, 1789
Taberna Caballo Blanco

Hob Gadling tenía razón, mientras más avanzaba el tiempo más cosas creaba la humanidad, poco a poco todo se iba modernizando, aunque no lo suficiente, aún era el año 1700, aunque pronto pasarían al 1800 y quién sabe que les tendrá preparado el tiempo.

—La otra semana escuché algo gracioso, un tipo me dijo: "Si los nobles franceses jugaran criquet con sus hombres cómo nosotros, no tendrían este problema", primero, las colonias, ahora Francia. En mi opinión la próxima revolución será aquí, guardé dinero en diferentes partes, a la primera señal de problemas me largo, mientras tanto.. estoy en la industria naviera —Hob siempre hablaba mucho, de eso se trataba, ¿No?, ambos estaban juntos en aquella sala, en aquella mesa, solos, solos los dos. Hob Gadling se veía mucho mejor que la última vez, claro, luego de eso tuvo nuevamente 100 años para arreglar su vida, cualquier mortal (o quizá no) podría cambiar su vida si tuviera tanto tiempo.
—Hay un nuevo sistema que trasporto productos de algodón inglés a África, ahí cargan negros que van como sardinas, el mismo barco cruza el Atlántico, luego regresa aquí con algodón, tabaco y azúcar.

Morfeo estaba atento a las palabras de Hob, nunca había tenido miedo de mirar fijamente a los humanos, pero mirar al mortal inmortal frente a él era algo distinto.
Estaba tan serio.
—¿Que? —Preguntó Hob con una pequeña sonrisa curiosa.
—Es lamentable que un hombre esclavice a otro —Su rostro no había cambiado en lo absoluto.
—Así se maneja —Dijo en respuesta, claro, era más cómo una escusa.
—Sugiero que encuentre otro negocio, Robert Gadling —Fué firme en sus palabras.
—¿Me dará un consejo?, ¿Después de 400 años? —Una pequeña sonrisa se formó en sus labios, una discreta y ladeada, pero no duró mucho— ¿Y lo de "viva su vida a su antojo"?
—La elección es suya. ¿Pero le quitaría esa elección a otros?
Hob le miró fijamente para luego bajar la mirada, volverle a ver y una vez más desviarse, miró hacia abajo por largos segundos. —Tendré en cuenta su consejo.

Hob sostuvo la tasa en sus manos y continúo hablando. —Ayer ví una producción del rey Lear, la Sra. Siddons cómo Genereil, los idiotas le dieron un final feliz.
—Eso no durará, las grandes historia recuperan su formas originales.
Robert Gadling no podía dejar de verlo pero sabía que eso sería raro, así que constantemente apartaba la mirada.
—Ese mucho, Will Shakespeare.. —Fué inevitabile, había celos en su voz, una gran sonrisa apareció, aunque había sarcasmo en allá. —Después de todo resultó ser buen dramaturgo. —Pudo ver la seriedad burlesca en el rostro de su extraño— Usted hizo un trato con él ¿No?
—Tal vez. —Contestó de inmediato.
—¿Que clase de trato?, ¿Su alma?
—Nada tan vulgar. —Su voz hizo que Hob se estremeciera.
Una risita salió de Hob —Llevo 400 años encontrando lo aquí y aún hay mucho que no sé, ¿Quien es usted? ¿de verdad?, ¿Cómo se llama? —Sonrió discretamente, estaba tan emocionado, moría por saber su nombre.
Morfeo se quedó en silencio, separó ligeramente los labios pero cuando estaba a punto de hablar fué interrumpido por la voz de una mujer.
—Yo les hago a ambos la misma pregunta, caballeros —Dijo la dama mientras baja las escaleras y iba hacia ellos—Por favor, no se molesten en levantarse.. —Dos hombre más aparecieron, iban armados— ellos son Michael y Tobias. —Su voz era elegante.
Hob se giró hacía ellos sin levantarse, mientras que el señor del sueño no se molestó en moverse de su lugar ni siquiera un centímetro.
—Contrabandistas, aunque están más que después a rebanar gargantas para ganar más, si se mueven, los degüellan. —Parecía hablar en serio pero ninguno se mostró alarmado por la amenaza. —En esta parte de londres, se rumore que el diablo y el judío errante, se ven una vez cada siglo en una taberna.
Morfeo miro a Hob de reojo con ironía en su mirada, cómo si lo que decía la mujer le ocasionara gracia, Gadling sonrió aunque también parecía confundido, alzó las cejas, fué más una mirada cómplice burlándose de ellos.
—Hace dos años, cocido en la camisa de un muerto, encontré ésto —Sacó un dibujo de ambos y lo dejó caer en la mesa.
Hob se inclinó de inmediato he hizo mala cara. —¿Se supone que soy ese? Salí horrible, y usted peor. —Ningún dibujo mortal podría plasmar la belleza de el hombre sentado frente a él, y lo sabía, más allá de ser una broma Hob pensó en lo perfecto que era su extraño a comparación de ese tonto dibujo. La mujer parecía confundida por la reacción del hombre.
—Regresan a este bar cada 100 años, negocian con los hombres, conceden dones, inmoralidad. —Morfeo se fijó en ella, se veía tan serio. —Y lo compartirán conmigo.

Hubo un largo pero corto silencio.
—¿No tienen nada que decir? —exigió saber.
—No soy el diablo —Una sonrisita se dibujó en su rostro.
—Y yo no soy judío —Al igual que Morfeo, Hob parecía divertido por la situación.
—Válgame —Fué la respuesta de la mujer.
—¿Qué clase de seres son?, pues. —A pesar de estar dirigiéndose a ambos su mirada estaba clavada en el de ojos azules.
—¿Quien desea saberlo? —Hob pareció notarlo. 
—Soy Lady Johanna Constantine —Sus ojos finalmente se fijaron en Hob. —Síganme caballeros, mi coche está afuera. Veo que hay mucho que contar, mucho por aprender —Mientras que decía eso sus ojos volvieron al eterno.
—No. No lo creo.
Hob lo miró de reojo, supo entonces que tenía que hacer algo. Johanna pareció disgustarse, retrocedió dando entrada a los dos hombres detrás de ella, se acercaron a ellos con sus armas afiladas en mano.
—De pie—Habló uno de ellos mientras les apuntaban a ambos con sus espadas cortas. El inmortal al ver cómo ese sucio contrabandista amenazaba a su extraño tomó la taza de té caliente y se lo lanzó al hombre en el rostro, se puso de pie y le quebró la tacita en la cabeza a su atacante, cualquier persona se habría deshecho primero de quién le amenaza y luego actuar pero Hob no, Hob actuó por instinto y se deshizo primero de quién amenazaba a su enamorado para después defenderse a si mismo. Tomó al hombre y lo estampó contra la mesa para noquearlo, al otro lo golpeó rápidamente con la garra para también sacarlo del juego, pero cuando se giró hacía Lady Johanna ella sacó un pequeño, delgado pero afilado cuchillo, Gadling se detuvo pero sonrió.
—Espere. —Habló Morfeo, se puso de pie, estiró la palma de su mano y sopló, de ella salió flotando arena, la cuál envolvió a la mujer, sus ojos e tornaron blancos y soltó el cuchillo, el inmortal retrocedió algo confundido pero se mantuvo firme.
—No, tú no. —Empezó a decir ella mientras caía de rodillas al suelo — Lo siento. —Hob se agachó hasta ella sin dejar de verla algo asombrado.
—¿Qué le hizo? —Preguntó girando la cabeza para verlo.
—Le he mostrado sus viejos fantasmas.

Lentamente Gadling se puso de pie sin aparecer su vista de él, más que asustado parecía curioso.
—No era necesario que usted me defendiera. —Su voz sonó tan dulce al igual que su mirada, eso hizo que el corazón de Hob se derritiera al instante, sintió la necesidad de protegerlo innumerables veces, quizá fué el momento decisivo, había caído ante él.  
—Ya veo. —Sonrió embobado. —Pero no quería estar aquí bebiendo solo en 100 años. —Si le preguntan, no sabría decir porque dijo eso, aunque si lo pensaba detenidamente quería decir que no quería estar aquí sin él.  Se rascó la mejilla, el eterno lo miró de una manera indescriptible, cualquiera podría decir que fué casi una confesión de algún algo.

—¿Le gustaría que fuéramos a algún otro bar? —Habló Hob para romper la tensión en ellos.
—Ella puede contar a otros de nuestra reunión, usted correría peligro —Al escuchar eso el hombre de piel morena pensó por un momento que quizá su extraño también lo estaba protegiendo.
— Ningún peligro. —Habló claro, no iba a dejar que él se preocupara por eso.  —No puedo morir, ¿Recuerda? —Le dedicó una sonrisa dulce.
—Si, pero pueden herirlo o capturarlo, debemos tener cuidado. —Eso sonaba como un intento de protegerlo, ¿No?, Decir "debemos" significaba que volverían a verse y eso animaba el alma brillante de Hob Gadling.
—Siempre.. —Al principio se notó serio pero una vez más sonrió para él. Su sonrisa no duró mucho, se borró. —¿En un siglo entonces? —Hizo lo posible por no parecer o sonar dolido, su ausencia lo mataba.
—En un siglo. —Luego de decir eso tomó en marcha su camino para desaparecer cómo siempre.
Hob no pudo dejar de verlo, había sido a su parecer un momento tan íntimo, le vió partir al igual que sintió el crujir de su propio corazón roto, pero las ansias de verle sería la razón por la cuál viviría eternamente.

El sonido de sus alasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora