~~1889~~

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Londres, Inglaterra, 1889.
Taberna Caballo Blanco.

—Me asustó, señor. Por un instante creí que era Jack el destripador. —Habló una mujer, la cuál estaba parada justo a fuera de la "taberna".
—No. —La voz de el extraño sonó tan gutural cómo siempre.
—No, ya sé señor, era una broma. —La voz de la mujer era molesta, al igual que sus movimientos. —¿Le gustaría invitarle una cerveza a una chica?, ¿o quizá un revolcón?, una cabalgata en su bastón de crema. —Ella le acarició el pecho, de no ser un eterno seguramente se habría alarmado ante eso pero mantuvo la postura y la calma.
—No lo creo. —Ni siquiera dudó.
Ella pareció molestarse al instante.
—Seguro no se le para. Flacucho maricón. 
—¡Lou! —Hob finalmente apareció, le lanzó una moneda a la chica. —Ve por un trago.
—Quizá uno solo. —Le pasó por un lado, Gadling le hizo mala cara con una sonrisa fingida, había escuchado su conversación con su extraño. "Maricón" esa palabra resonó cómo nunca en sus cabeza, se preguntó si en un tiempo esa palabra dejaría de ser un insulto tan impactante.
—Es Lou la exuberante. —Fué lo único que pudo decir antes de invitarlo a pasar.

—Lou, la exuberante, ¿Así la llaman?
—Aquí a dentro la llaman "el hospital" —El hombre sonrió, parecía ya una manía, sonreír a todo siempre y cuando estuviera hablando con él.
—¿Por qué? —Se veía serio, pero intrigado.
—Porque pasa mucho tiempo aquí, y porque envía a muchos ahí.
—Ignora su verdadero nombre.
—Louise Baldwin. —Dijo Morfeo, algo que sorprendió a Hob. —Su padre fué militar británico, su primo la violó, embarazó y abandonó cuando era solo una niña. —Ambos hablaban mientras la veían, ella solo bebía su cerveza. Hob pareció sentirse bastante apenado luego de escuchar eso.
—¿Cómo sabe todo eso? —Preguntó Gadling verdaderamente curioso.
—Su copa está vacía, necesita más vino. —De verdad lo evitaría así?, Hob soltó una pequeña risa nerviosa.
—Conocía a Lady Johanna, a Lou, la exuberante, conoce a todos ¿Verdad? —Sonó más cómo un reclamo, estaba celoso, confundido y intrigado, le lanzó una mirada acusadora.
—Volví a verla.
—¿A quien?, ¿A Lady Johanna? —Cada vez se volvía más difícil ocultar sus sentimientos, los celos en su voz eran evidentes. Aunque también fué sarcástico.
—Y realizó una tarea para mi, debo reconocer, con notable éxito.

—Eso quizá sea lo primero que me cuenta en 500 años. —Lo admitía, había tenido suficiente, primera vez que le cuenta algo y tenía que hablarle de esa mujer.

Sonrió, una sonrisa de dolor y frustración. El señor del sueño no dijo nada, ¿Quizá había notado algo en el inmortal?.
—Casi siempre, la gente es mejor de lo que uno creé —Mencionó mientras volteaba hacia Lou la exuberante. —Pero yo no, sigo siendo igual que siempre —Hizo el esfuerzo para una vez más dedicarle una sonrisa.
—Tal vez haya cambiado.
Por un momento Robert Gadling se puso nervioso, desvió la mirada, ¿Y si se había dado cuenta?, Pasó saliva y empezó a hablar. —Quizá aprendí algo de mis errores, pero... Eso no me impide cometer nuevos. —Una leve carcajada salió de su garganta, y pudo ver a su extraño sonreír, esa pequeña y fina sonrisa que tanto lo volvía loco. —Creo que usted cambio..
—¿En qué sentido? —Esa sonrisa despareció.
—Creo saber por qué nos encontramos aquí, siglo tras siglo —Se inclinó sobre la mesa acercándose más al otro. —No es porque quiera ver si estoy listo para morir, no creo que jamás lo esté. A está altura, ya sabe eso. Así que, creo que está aquí por otra razón. —La mirada de Hob estaba clavada en él, en aquellos ojos azules llorosos.
—¿Y cuál podría ser? —Sonó rasposo.
—Amistad. —No tuvo mejor idea, además eso era lo que había entre ellos le gustara o no, o al menos para Hob. —Creo que se siente solo.
—¿Acaso osa..? —Lo que sea que había en sus ojos se intensificó.
—No, quiero decir-  —Reaccionó de inmediato pero no pudo hablar, se vió interrumpido.
—Usted.. osa sugerir que alguien cómo yo, pueda necesitar de tu compañía. —"tu" el corazón de Hob se aceleró cómo nunca, sus ojos se iluminaron en busca de una respuesta visual. 
—Sí, en efecto. —Deseaba escuchar algo bueno, que de los labios de su extraño salieran palabras dulces.
El eterno se inclinó un poco hacía él y luego se puso de pie— Pues, me retiraré, y verá cuánto se equivoca. —Esas palabras le golpearon con fuerza.
De inmediato el inmortal se paró frente a él, ambos se miraron a los ojos, y cuando Hob dió un paso al frente decidido a hacer probablemente la peor decisión de su vida (besar a su hombre), por lo menos en público.. Morfeo se fué, pasó a su lado huyendo.  No lo dudo y fué tras él, cuando salieron de la taberna estaba lloviendo, el drama del ambiente no les favorecía para nada.

—Le diré algo. En 100 años, yo estaré aquí. Si usted también, será porque somos amigos, y por ningún otro motivo, ¿Si? —El corazón mortal de Hob se desplomó por completo, el dolor en su pecho fué inimaginable. —Demonios.. —Y el dolor en su rostro era todo lo que se podía ver, las ganas de llorar se apoderaron de él, su voz de fué y sus labios se secaron a pesar de que la lluvia lo había empapado, jamás a lo largo de sus más de 500 años de vida se había sentido así, ni siquiera cuando perdió a su Eleanor (¿o si?), Cerró los ojos con fuerza deseando que esos 100 años se esfumaran y que al abrirlos estaría con él en la taberna.

El sonido de sus alasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora