La nueva taberna.

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Londres, Inglaterra.

Y ahí estaban, ambos hombres sentados viéndose uno al otro, los ojos de Hob tenían un brillo hermoso, algo que había perdido desde aquella noche bajo la lluvia cuando su extraño lo abandonó negando su amistad y ahora estaban aquí, con él llamándolo amigo, suspiró cómo si fuera un sueño.

-Creí que no llegaría, al menos no hasta los próximos 100 años.. -Una pequeña sonrisa de tristeza se formó en sus labios.
-Tuve.. inconvenientes. -Fué lo único que pudo decir, en todos esos siglos viéndose, Morfeo no solía decir nada, pero quizá está vez debía abrirse un poco más al tema, a lo que había sucedido con él. -Me robaron.
-¿A usted? -Eso le sorprendió bastante, en su mente el hombre frente a él era alguien misterioso pero muy poderoso, recordando el día con Lady Johanna.
-Hob.. ya puedes dejar las formalidades al hablar conmigo.. -Así es, ahora que eran amigos ya no era necesaria toda esa educación entre ellos. Y le estaba dando el permiso a pesar de seguir siendo un eterno y merecer el más grande respeto.
-Por supuesto. -Contestó al instante, acomodó los exámenes que estaba revisando y los hizo a un lado para no arrugar los papeles.
Morfeo dirigió su vista a las hojas con curiosidad. -¿Eres maestro? -Claro, estaba evitando el tema.
-Algo así, quiero decir, luego de haber vivido tanto debí convertirme en historiador pero al parecer decir la verdad es algo complicado hoy en día. -Se recargó en la mesa, inclinándose al frente solo para estar más cerca de él. -¿Tu que hiciste estos últimos años?
El señor del sueño desvió la mirada tan solo unos segundos, hablar sobre su tiempo en casa de aquel mortal que lo secuestró era algo que aún le dolía.

-Está bien sino quieres contarme, después de todo se trata de que yo quiera morir, ¿no? -Bebió de su taza, está vez era café, algo que necesitaba para sobrevivir.
-Quisiera poder decirte.
-¿Y que te detiene?, ¿Es algo que no puedo entender? -Sonó dolido.
El eterno no contestó, casi había olvidado lo terco que era Hob Gadling. Le miró a los ojos, en todos estos años Morfeo jamás se metió en sus sueños, solo para poder hablar con él sin saber las cosas que iba a contarle. También recordó el último día que se vieron, en cómo salió huyendo de la taberna luego de las palabras de Hob.
-Fuí secuestrado. -Sonó frío.
Ante eso el inmortal frunció el entrecejo sintiéndose cómo un idiota al creer que Morfeo no había aparecido por capricho, balbuceó un poco antes de preguntar.
-¿Quién..? -Sonó tan preocupado.
-Roderick Burgess.
-Por supuesto, había escuchado cosas sobre él pero no creí que tú... -Hizo una breve pausa- No creí que tú tuvieras algo que ver con todo eso, de haberlo sabido yo habría ido, sin pensarlo..
-No hubieras podido lograr nada.
La negatividad de su extraño le hizo sentir tan deprimido, recordando sus palabras cuando le dijo que no podía morir, era una ironía, no secuestraron a Hob pero si a Morfeo. Quien parecía ser imposible de lastimar, Hob no podía perdonarse a si mismo por no haber protegido a su amado de los hombres mortales.
-No lo digas, no lo sabes.
-Y no lo sabremos, no apareciste. Y quién intento ayudarme termino muriendo. -Su amiga y compañera, su hermosa cuervo Jessamy.
Gadling se sintió tan impotente, bajó la mirada y continúo hablando. -Lo habría hecho todo, por ti. -Alzó la vista encontrandose con los ojos de Dream, con aquel brillo lloroso en ellos, está vez estaba seguro de que no era por el fuego. -Yo, habría hecho un trato con quién fuese solo para sacarte de ahí, incluso si tuviéramos que cambiar lugares.
-¿Por qué?, ¿Tan solo te sientes, Robert Gadling?
-¿Que sentido tendría mi soledad sino hubiera pasado más de 130 años anhelando verte? -Sus palabras salieron sin control y cuando se dió cuenta de eso ya era demasiado tarde, pasó saliva y le sostuvo la mirada.
No dijo nada, solo se miraron, pero, ¿Era eso bueno? O ¿Malo?. Robert Gadling deslizó su mano por la mesa hasta llegar a la mano contraria, las yemas de sus dedos rozaron con precaución los dedos ajenos, su respiración se cortó y sentía que moriría en cualquier momento, tantos siglos anhelando su tacto lo mataban por dentro.

-Y porque, somos amigos.. -Habló Hob apartando su mano de él. "Marica" miró a su alrededor, los tiempos habían cambiado, ahora se podía amar más libremente pero los prejuicios jamás podrán ser borrados. Dirigió su atención a su amigo esperando una respuesta o ser abandonado de nuevo.
-Si. -Su ronca voz resonó en su cabeza.
-¿Café? -Preguntó mientras llenaba su propia taza. Cambiando de tema.
-No, gracias. -Se puso de pie y en ese momento Hob sintió por primera vez ganas de morir. Pero no iba a irse, solo movió su silla sin hacer ruido y la colocó junto a Gadling, se sentó ahí.
-¿Eres maestro de universidad? -Tomó los exámenes entre sus manos y observó las páginas.
-Si.. -Su corazón iba a mil por segundo, y entonces pensó en lo mucho que quería a su extraño, verlo, tocarlo. -Me gusta la literatura, así que, sino pude con historia tal vez algo un poco más sincero cómo el arte y los libros. -Sonrió levemente y se atrevió a mirar al hombre junto a él, quién también le estaba viendo, ambos sostuvieron la mirada. Hob carraspeó haciendo un sonido con su garganta. -Me.. me dirás quién eres entonces?, Ahora que somos amigos. -Su voz estaba casi a punto de quedarse -lo cuál por cierto, la última vez que te ví, descubrí que no era el único inmortal en la tierra, supuse que podías ir y preguntar, investigar a otros cómo yo, entonces, fué cuando creí que tal vez tú me seguías viendo a mi porque... -Hizo una pausa. Pero fué Morfeo quien continúo.
-Estos últimos 100 años me han hecho ver cosas que antes no tenía en consideración. Amigo mío, ya no me escandaliza decir que si, te buscaba por amistad, Robert Gadling. -Esa fué probablemente la primera vez que hablaba tanto frente a Hob. Una parte del hombre inmortal sonrió de alegría.
-Gracias.. creo que necesitaba oír eso, solo no me vuelvas a dejar bajo la lluvia. -Soltó una suave risa que hizo sonreír a Morfeo.
-Lo tendré en consideración. Aunque no tengo que preocuparme porque te dé un resfriado.
¿Un chiste?, Hob no podría estar más feliz, observó el pálido y perfecto rostro de su compañero, sintió la necesidad de tocarlo, de acercarse y besar esos lindos labios.
-Hob, tengo que irme. -Sus palabras lo tomaron por sorpresa.
Temió, temió porque él se haya dado cuenta de sus estúpidas miradas, nunca había Sido bueno ocultando sus sentimientos y era bastante expresivo, se encogió en su lugar bastante decepcionado, pero lo entendía.
-Supongo que te veré en.. ¿otros cien años?, ¿Aquí? -Intentó sonar tranquilo.
-Te veré pronto Hob, primero debo arreglar unos asuntos, ya no es necesario esperar cien años, somos amigos. -Su voz sonó tan suave, tan dulce, o quizá para Hob siempre sonaba como una bella melodía.
-¿Me dirás tu nombre? -Le preguntó justo cuando se puso de pie siguiendo sus pasos.
-La próxima vez, te lo diré. -Le creyó, asintió y se despidieron con una mirada y una sonrisa.

El sonido de sus alasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora