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Esperé sentado en la oficina de la comisaría, escuchando como la madre de Jongin lo insultaba en todas las maneras posibles cuando este le avisó que estaba allí.
A pesar de que él no había bebido, la policía nos exigió a los tres que alguien viniese por nosotros una vez fuese pagada la multa que nos otorgaron por alterar el orden público.

Por mi parte, no tuve más remedio que llamar a mi madre. No traía dinero encima como para pagar y tampoco iba a aceptar que Jongin pagase por mí. No podía depender de él todo el tiempo.

No fui capaz de mirar a mi madre a los ojos. Ella iba a golpearme sin importarle que mi nariz había estado sangrando hasta hacía unos minutos. Y lo tenía bien merecido aunque el problema de todo no había sido mi culpa.

Entre todo el alboroto de la madre de Jongin retándole al igual que la mía, mi humor empeoró cuando supe que mi padre aguardaba en el auto. En ese punto ya no sabía quién estaría de peor humor de los tres.

Con suerte pude darle una última mirada de despedida a Jongin.

—¿En qué estabas pensando? —Volví a oír a mi madre decir por tercera vez, solo que esta vez ella tomó mi mentón para mirarme a la cara—. Mira como traes el rostro.

Le aparté su mano con un leve movimiento. No quería seguir discutiendo.

—Ni siquiera me has preguntado cómo sucedió —alegué, aunque lo creí inútil porque ella no iba a querer entender más de lo que ya había visto por su cuenta.

—Te tendría que dar verguenza, Do Kyungsoo.

Esta vez no le respondí y subí al auto de papá, preparado mentalmente para el diluvio de reproches que tenia para mí, aunque, para sorpresa mía, no dijo ni una sola palabra en todo el viaje.

Mejor, pensé.

Tuve la idea de mensajear rápidamente a Jongin, preguntándole en broma si a él también le habían castigado hasta el año tres mil.

Pese a que lo vio, no me respondió.

Obviamente.

Finalmente dejé salir un suspiro de mis labios mientras sentía el ambiente tenso entre los tres en el auto.

Para cuando papá se detuvo frente a mi edificio, le vi darse la vuelta en su lugar para poder observarme, enseñando su semblante serio y duro para conmigo.

Lo que sea que dijese, estaba preparado para escucharlo.

—¿Acaso yo te he criado mal?

Genial...

Pensé por un momento antes de responder, pero él no me dejó hacerlo.

—¿Te vas a juntar con ese chico solo para traerte problemas?

—Él no tiene nada que ver con esto. Él trató de defenderme.

—No quiero saber de que algo así vuelva a ocurrir.

Su mirada hosca se clavó en la mía, dejándome las cosas en claro solamente con hacer eso.

Asentí en silencio sin dejar de mirarle.

—Pero es decepcionante. Sobretodo rebajarte de esa manera.

Justo lo que necesitaba oír.

Mi madre ni siquiera me veía, algo que me seguía dejando un mal sabor en la boca, porque eso significaba que ella pensaba lo mismo.
No es realmente bonito que tus padres te confiesen que no están orgullosos de ti.

—No volverá a pasar —musité—, pero entiendan que no fue mi culpa.

—Tienes que asumir tus responsabilidades.

Espuma, Canela y Sal / KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora