Espuma, Canela y Sal / KaiSoo

23 (Especial)

Unos pocos minutos después de que la pareja del año se retiró del bar, solté un bostezo pesado debido a la hora. No solía ser de las personas que se acostaban a dormir temprano, pero en las últimas semanas había dormido poco gracias a los ensayos interminables con Naeun. Además de que en la última semana intercambiamos horarios, durmiendo en la mañana y ensayando de noche, intercambiando los horarios para acostumbrarnos mejor al horario de Argentina cuando llegásemos.

Salí al exterior, casi detrás de Jongin y Kyungsoo, aunque en un modo sigiloso porque me causaban demasiada curiosidad. Costaba entender cómo dos personas que no encajaban para nada, terminaron en una relación en menos de tres meses.
Y podía verles irse, entre la calle poco concurrida y un agarre entre sus manos que los unió de inmediato. Era una imagen cálida.

Menudos tórtolos.

Aproveché el momento para encender un cigarrillo, ya que Naeun no estaba a mi lado. De lo contrario, me lo habría quitado de las manos y lo habría tirado a la calle, para luego pisarlo entre la suela de sus zapatos.

Sonreí ante la imagen en mi cabeza.

Poco después, comencé a recordar qué solía hacer en mis noches libres como estas años atrás. Probablemente no la estaría desperdiciando en un bar de tango, sino en una discoteca junto a mis amigos. O malas juntas, diría ahora.

El tango había comenzado como una simple broma hacia mis padres.

Seguramente habían asumido que su hijo menor ya tenía decidido desperdiciar el resto de su vida con los amigos menos indicados, el vicio al cigarrillo o el desaparecer de casa por casi todo el día.

Había visto en la televisión una pareja bailar tango para un evento organizado en Seúl, mientras mi madre se quejaba desde la cocina, diciendo que no hacía nada y solo perdía el tiempo con mis amigos. Recuerdo haber puesto mis ojos en blanco y a mi padre regañarme por hacerlo.

Fue entonces en que mi madre realizó una pregunta retórica sobre mis pasatiempos, mencionando que todos los que tenía eran basura. Y estaba en lo cierto, incluso mi yo de ese entonces lo sabía en el fondo.
Pero mi intento de ser interesante, fue decirle que me había inscrito en clases de tango hacía poco.

No tenía ni idea de cómo se bailaba y jamás había escuchado sobre Argentina en la vida. Pero la idea de bailar tan cerca con una chica era atrapante.

Pensamiento de ignorante, por supuesto.

Ante mi anuncio, mis padres quedaron casi boquiabiertos, y aquella expresión me había hecho gracia hasta hacía poco. No tenía sentido que un pandillero fuese a clases de tango, hasta parecía una mentira tan grande que estaba seguro de que no se lo creerían.

Pero lo hicieron.

¿El problema? Papá quería llevarme personalmente a las clases para ver que no mentía. Así que mi mentira me había costado bastante.

Ese mismo día pasé horas tratando de contactar a academias de baile que quisiesen recibir a esa altura del año alumnos desde cero, porque no sabía ni dar un paso en el tango.

Cuando finalmente encontré la academia de Sunkyung, creí haber ganado el cielo, sin embargo, él no estaba recibiendo principiantes. Así que tras rogarle repetidas veces y hacerle entender mis ganas de bailar, hizo una excepción, lo que significó quedarme una hora más en la clase que los demás y practicar el doble.

Nuevamente, mi mentira me había salido cara, porque el único dinero que tenía como mesada, ahora era destinado a pagar las clases, por lo que me vi obligado a no salir tanto como antes.

Pero cuando creí que iba a cansarme de toda la farsa, de todo el esfuerzo por una simple mentira, conocí a Naeun.

Desde el primer momento en que la vi, admiré de forma descarada su belleza. Perdía el hilo de las clases solo por observarla bailar, porque lo hacía con talento y dedicación. De alguna forma, me inspiraba a querer lograr eso que ella tenía de manera natural.