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La nieve a su alrededor comenzaba a dejar de ser tan abundante como hace varias lunas atrás, eso significaba el comienzo de su ida para darle lugar a la primavera que estaba cerca. Desde su posición, en las alturas sobre la colina, veía hacia abajo todo Kattegat, se distraía observando a los hombres subiendo algunos suministros para el viaje, a los drakkars.

Faltaba poco para apaciguar la agitación que sentía en su cuerpo, recorriendo por su sistema al saber que, dentro de poco, en tan solo dos días, zarparían hacia tierras inglesas. Los guerreros se hallaban inquietos, ansiosos con la adrenalina corriendo por sus cuerpos, esperando al gran día. Son vikingos, en su sangre corre el derramar sangre de sus adversarios, y no podían estar más orgullosos de ello.

Aunque no lleve experiencias en guerras, solo algunos enfrentamientos que tuvo, confía en que sabrá moverse en ellas, al fin y al cabo es evitar que le corten la cabeza, no muy diferente a sus luchas personales.

Lleva la mirada a su alrededor, buscando a Ivar con ella, esperando que ya apareciera. Ya debería de haber llegado, él la cito a ese lugar. Esperaba que no fuera una broma, porque no le importaría dejarle algunos morados en el rostro al jugar con su tiempo. Y sería una lástima si fuera así, desperdicio de un rostro atractivo.

Aparte mucho tiempo no tenia, Arne se despertaría luego y ya tuvo bastante con lo anoche buscándola como un loco, al no localizarla en su cabaña asignada. Antes de que se alterara más de lo que estaba, logro que se tomara su te de hierbas especiales, dejándolo profundamente dormido y dándole paz a su mente.

Y no se olvidó de sus asuntos con la prostituta estafadora. Sonríe al recordar el miedo en sus ojos, rogando por dejarla en paz. Era gracioso como al principio se mostró altiva, con arrogancia, soltando mentiras al decir que cumplió su trabajo, cuando la realidad fue otra. Pero más disfruto el hecho que demostrara su verdadero ser, al verse sin escapatoria, atada de manos y pies.

El miedo puede ser una ventaja, si sabes cómo aprovecharla y beneficiarte de él. Si dejas que te invada y se adueñe de tu mente, solo te volverás esclavo sin poder huir, arrastrándote a rogar a los demás para que te salven o puedes usarlo y fortalecerte con él y salvarte sola.

No fue una muerte lo que se llevó, tampoco cometió un acto tan grande para ello. Pero si un recordatorio, que llevara por siempre y recordara nunca hacer algo en su contra sin pensarlo más de dos veces en las consecuencias que traería, lo que le hizo no será nada comparado con lo que podría sucederle.

El ruido de galopes acercándose la hace tensarse y estar alerta ante cualquier situación. Lo primero que se asoma desde lo bajo de la colina son dos hermosos corceles de pelaje negro, tirando de un carro con dos ruedas donde el dueño de aquello yace sentado con una amplia sonrisa en sus labios, lo cual la deja algo perpleja.

— Viniste — habla algo impresionado, dando a creer que no pensaba que estaría allí.

— Tú me citaste aquí anoche — le recuerda acercándose al carro — ¿Qué es esto Ivar? — admira pasando las puntas de sus dedos por aquellos relieves hecho en el carro, bien detallados y con precisión.

— Esto — señaló con ambas manos — son mis piernas — informa con algo de burla en su voz — Con esto, podré luchar en Inglaterra. Sube, te demostraré que tan rápido...corro.

Suelta una risa, aceptando su mano para ayudarla a subir.

Se ubica en un costado, mientras Ivar sujeta de vuelta las correas, ordenándole suavemente a los caballos comenzar a andar. La emoción que irradia Ivar se contagia en ella, disfrutando de aquel corto viaje. Podía entender el porque estaba tan contento por esto, tendría mayor participación en la guerra de la que normalmente se le daría.

Venea - Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora