XXI

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La neblina cae en la oscuridad del espeso bosque, con sus árboles tan frondosos impidiendo que la luz de la luna atravesara y diera algo de luz al interior del mismo. Los hombres apostados en lo alto de ellos, ubicados de forma estratégicas, se encuentran agotados y con hambre, pero debían cumplir las órdenes de su rey. Al principio no creyeron que pudieran lograrlo, los vikingos no se hicieron renombrar por ser fácil de vencer y la astucia es una característica de ellos que se enorgullecen, es por eso, que a pesar de no poder vislumbrar nada, están atentos ante cualquier mínimo movimiento que pudieran percibir, con sus flechas en mano, preparados para la escasa luz del fuego de antorcha que llegaran a ver.

El problema, y su desgracia, fue prepararse para ver movimiento y no para oírlo.

Su respiración se acompasa con sus pasos delicados sobre el suelo con algunas hojas secas esparcidas en él. Cierra sus ojos intentando concentrarse en los sonidos de su alrededor, aísla los aullidos de los lobos a la distancia, las copas de los arboles moviéndose por el viento soplando en ellos, las pisadas de algún animal inocente de allí. Abre los ojos, no pudiendo ver nada más que oscuridad a su alrededor, pero sonriendo con malicia al descubrir la ubicación de su primera víctima, los movimientos brutos provocan el golpeteo de su armadura con la corteza del árbol, camina un par de pasos más antes de elevar su arco con la flecha preparada, toma un par de respiraciones y al exhalar suelta la flecha quedando atenta unos segundos al golpe sordo de un cuerpo impactar contra la dureza del suelo.

Tantea el cuerpo en el suelo, quitando con delicadeza, sin emitir algún sonido alto, la armadura que llevaba el hombre. Arranca la flecha de su pecho sintiendo como la punta aún se mantiene intacta, no la desperdiciaría.

Con un poco de fuerza, arroja la armadura contra un árbol, generando ruido. A los instantes el sobresalto de uno de ellos, que se encontraba a unos dos árboles de distancia, alertándola de su ubicación. El hombre, sin esperárselo, cae con una flecha incrustada en su hombro. El golpe de su espalda lo deja sin aire, intenta recuperarlo a la vez que lleva su mano a la flecha. Se queda estático al sentir una presencia a su lado, gira levemente, soltando un quejido por el tirón en su hombro.

¿Quién eres? — inquiere con cierto temor

Tu peor pesadilla — le responde, clavando sin vacilar la daga en su cabeza.

Se paraliza al escuchar el silbido de un ave, en un característico canto que pasaría desapercibido para cualquiera otro, menos para ella al saber que esas aves de noche no suelen cantar.

— Así que de esa forma se comunican — suspira algo triste — pensaba que sería más difícil — junta sus labios, silbando de la forma que recuerda el canto de aquellas aves, sonríe al recibir luego de unos segundos la respuesta. Avanza con el arco y una flecha preparada para ir por su próxima víctima.

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Con cada paso que da hacia la tienda en donde los gritos se oyen desde lejos, los hombres que se encontraban alrededor se apartan dejándole el camino libre. Algunos pares de ojos la observan impresionados por su a paraciencia y sobre todo por lo que lleva en su mano.

Sin miramientos, ingresa a la tienda provocando el silencio inmediato de los presentes al ser interrumpidos, pero al verla no pueden evitar sorprenderse por la sangre manchando su vestimenta.

— Aquí tienen — tira sobre la mesa la cabeza goteando sangre y con expresión de horror plasmada en sus últimos momentos de vida. La cruz dibujada en su frente les hace saber que se trata del enemigo — no espero unas gracias, pero tampoco lo rechazaría — se burla acercándose a una copa de vino y beber de ella.

Venea - Ivar The BonelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora