CAPÍTULO 23

4K 172 11
                                    

ALEXANDRA PEMBERTON

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

ALEXANDRA PEMBERTON

Cuando regresamos a Londres, las cosas dieron un giro por completo; hablé con mi padre para explicarle la situación y fue realmente comprensivo e incluso estuvo de acuerdo en que era momento de que Lucca y yo retomáramos lo que hace años dejamos inconcluso, pero esta vez, no solo por el amor que nos teníamos, si no también por nuestra pequeña hija que merecía crecer con sus padres que podían ser tercos y complicados, pero la amaban más que a nada en este mundo.

Cuando volvimos, mi padre y Lucca hablaron durante lo que pareció una eternidad, pero no quise involucrarme, así que simplemente los dejé solos, esperando que pudieran resolver sus asuntos, porque, aunque mi padre estaba de acuerdo con nuestra relación, no olvidaba lo mucho que sufrí cuando Lucca se fue y sin duda necesitaba hablar seriamente con él antes de dejarlo entrar por completo en nuestras vidas.

Al inicio pensé que sería difícil que mi padre se convenciera de que Lucca había cambiado y aun más que entendiera que podía ser un Andreotti, pero era diferente a su padre, sin embargo, Lucca consiguió convencerlo y no solo mostró la madurez que ahora tenía, si no que hablo sinceramente, demostrando que sus intenciones eran buenas y jurando que no volvería a lastimarme, así como nunca lastimaría a Daphne.

Finalmente, las cosas entre mi padre y Lucca se solucionaron o al menos se estabilizaron lo suficiente para que pudiéramos avanzar con tranquilidad y realmente agradecí la postura que ambos tomaron, porque si tenía que mediar un conflicto, sería catastrófico.

Después de mucho hablarlo, mi padre decidió que deseaba darnos espacio y por más que tanto yo como Lucca insistimos en que no era necesario, cuando él tomaba una decisión, no daba marcha atrás; así que sin más que discutir lo ayudamos a instalarse en nuestro antiguo apartamento en el edificio familiar, aunque las cosas no cambiarían mucho, ya que Daphne seguiría pasando muchas tardes con él y mi padre seguiría acompañándola a sus clases de equitación.

Habían pasado tres días desde que Lucca vivía con nosotras y francamente fueron los mejores tres días que podía llegar a imaginar e incluso para Daphne todo fue color de rosa; aun no podía llamarlo papá, pero cada vez que lo veía, su sonrisa se hacia más grande y sus ojos brillaban con intensidad; Lucca por su parte tenía paciencia y aunque yo sabía que su mayor deseo era que Daphne lo llamara "papá", él esperaba tranquilo; cuidándola, conociéndola y haciéndola feliz, porque eso era lo más importante.

Justo ahora me encontraba en la oficina mientras que Lucca estaba en casa con Daphne que tenía un par de lecciones por la mañana, pero por más que intentaba concentrarme en el trabajo, no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido en estos días y cada recuerdo me hacia sonreír.

Lucca y yo dormíamos tranquilamente cuando Daphne entró a la habitación entre risas y se lanzó sobre nosotros despertándonos de golpe; por mi parte estaba acostumbrada a que ella apareciera de improviso por la mañana, pero por supuesto, tomó a Lucca desprevenido y su reacción fue de lo más graciosa.

IMPERIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora