CAPÍTULO 31

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ALEXANDRA PEMBERTON

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ALEXANDRA PEMBERTON

Entre nosotros ardía un amor inevitable, un amor que iba más allá de la comprensión y que fácilmente podía catalogarse como una locura, pero nuestro amor era capaz de atravesar cualquier obstáculo y cuando estábamos juntos, éramos capaces de lograr lo que sea que nos propusiéramos. 

Durante las últimas semanas, Lucca y yo nos enfrentamos a muchos obstáculos, porque miráramos donde miráramos, siempre alguien tenía algo que decir acerca de nosotros; el caos era algo que esperábamos por lo que no fue una sorpresa que, a pesar de la entrevista, los reporteros nos persiguieran y nos asediaran en cada lugar al que íbamos, pero no éramos del todo conscientes de todo lo que iba a acarrear la noticia de nuestra relación y más que eso, la noticia de nuestra hija.

Lucca tuvo que regresar a Roma para encargarse del desastre mediático mientras yo hacía lo mismo en Londres, pero después de una semana, era obvio que no podíamos dar declaraciones separados, así que viajé a Italia para reunirme con él y de esa forma tuvimos un mayor progreso; las personas tenían preguntas, los accionistas estaban preocupados por el futuro de las empresas y la opinión pública general era confusa.

Cuando Daphne supo que Lucca viajaría a Italia, la idea no le gustó para nada y mucho menos cuando supo que yo también viajaría mientras ella permanecía en la casa de campo con sus abuelos, pero llevarla no era una opción y eso lo tuve claro en cuanto puse un pie fuera del avión y los reporteros me rodearon como si fuera una presa.

Los días que pasé en Roma fueron caóticos y agotadores, pero no todo fue malo, porque pude conocer un poco más de la vida de Lucca en estos cinco años; en cada oportunidad que tuvimos, Lucca me llevó a sus lugares favoritos, cenamos en el mejor restaurante de la ciudad y disfrutamos de muchos momentos memorables; lidiar con los reporteros y responder preguntas fue cansado, pero al final del día, valía la pena, porque al fin estábamos juntos y no teníamos que escondernos del mundo.

El camino sería difícil, de eso no teníamos dudas, porque no se puede unir dos imperios en un día, toma tiempo, esfuerzo y dedicación hacerlo; teníamos que romper con años de enemistad y cambiar la forma como las personas veían la rivalidad entre nuestras familias; teníamos que demostrar que nuestra unión no era algo terrible, sino maravilloso y que la antigua tradición de odio que existía entre los Pemberton y los Andreotti, al fin había terminado.

Ahora, tras semanas de ir de un lado a otro para calmar la tensión entre los accionistas, los socios, los medios de comunicación y todos los que se creían con el derecho de opinar acerca de nuestras vidas, al fin estábamos de regreso en casa con Daphne que en cuanto nos vio, corrió hacía nosotros y nos abrazó con fuerza.

Las cosas estaban mejorando, quizá no a la velocidad que nos gustaría ni con la facilidad que desearíamos que lo hicieran, pero estaban mejorando y eso era lo más importante; ya no seguiríamos viendo hacia el pasado, ya no sentiríamos culpa por el amor que existía entre nosotros ni por las decisiones que nos trajeron hasta el momento, ya no volveríamos a fingir ni a mentirnos, ahora solo miraríamos hacía adelante y viviríamos nuestra vida como siempre lo soñamos.

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