Bianca

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Hoy me volverán a trasladar de cárcel, llevan dos años moviéndome cada dos meses porque soy  "una presa con un alto riesgo de fuga" por lo que no he estado dos veces en la misma cárcel, todas son de máxima seguridad y sé a ciencia cierta que nunca salí de Europa. Ellos creen que cada vez que me transfieren a otra prisión hacen el trabajo perfecto, pero yo sé que eso no es verdad. 

En el primer traslado me llevaron en un furgón blindado con cuatro coches de policía custodiándolo, en el siguiente solo fue un furgón y en el tercero pasaron de acompañarme ocho guardias a siete.

Por lo que, si todo sigue igual, hoy solo vendrán cuatro guardias y es cuando aprovecharé para volver a mi hogar.

En estos años he tenido tiempo suficiente para pensar y le he dado mil vueltas a lo mismo, sin sacar nada en claro y con más dudas que al principio. Una parte de mi está segura de que Alessandro planeó todo con ayuda de su padre y consiguió encerrarme. Pero la otra, una parte que nunca creí tener, confía en que, el tiempo que pasamos juntos, él sintió lo mismo que yo. Que simplemente su padre confabuló todo, manipulándolo en el proceso por culpa de su hermana, consiguiendo meterme tras las rejas.

Por suerte sí que estoy segura de una única cosa en la vida que tengo tras estas cuatro paredes, que cuando salga haré sufrir a todo el mundo que me traicionó incluso si debo meter en ese saco al que considero el amor de mi vida.

Escucho unos pasos a lo lejos para luego ver como abren las tres puertas tras las que estoy encerrada, sacan el taser y es cuando me levanto de la cama poniéndome de espaldas a los dos carceleros. La primera vez que me movieron, me dieron una descarga eléctrica porque estaban demasiado asustados de los cientos de maneras en las que puedo hacerlos sufrir con solo mis manos.

Me esposan las manos uniéndolas con las de mis tobillos, comienzo a caminar hacia la salida bajo la atenta mirada de los dos hombres. Hago una mueca cuando la claridad del día me ciega por segundos, en las celdas donde me tienen metida no hay ventanas y nunca sé qué hora o día es. Tampoco me dejan salir al patio como otras reclusas y no veo más personas que los que me trasladan de un lado al otro.

La comida, si es que como, me la lanzan en una bandeja de cartón con cubiertos de cartón pero no todo es tan malo, porque por suerte tengo un baño. No es muy cómodo dormir pegada al lado de el mismo sitio donde hago mis necesidades pero es lo que hay.

¿Ducha? Tampoco, un manguerazo de vez en cuando y de vuelta a la celda. Después de cruzar toda la cárcel llegamos al garaje donde mi maravilloso carruaje, un furgón blindado, me espera. 

De un empujón me hacen seguir caminando hacia las puertas abiertas y gruño apretando con fuerza mis puños. En en último viaje sabía que estaba en Rusia, porque había escuchado como hablaban unos guardias mientras me mojaban con agua a presión en mi ducha semanal. Fuimos a un lugar cercano porque el viaje no duró más de tres horas, fue la única vez que supe que hora era y fue gracias al reloj de uno de los guardias.

Subo al furgón e inmediatamente dos guardias se sientan a mis lados, arrancan y suspiro viendo mis manos. Durante estos meses he perdido peso, demasiado, y por mucho que intenté hacer ejercicio fue imposible no perder parte de mi fuerza por la poca comida que consumí.

Cuento cada segundo en mi cabeza desde que comienza a moverse el furgón y después de una hora en la que dejo de escuchar coches o ruido de la cuidad es el momento perfecto.

Abro los ojos observando con detenimiento a mis acompañantes, el de la derecha bosteza abrazándose a su rifle y su compañero me mira fijamente. Enredo mis dedos en las cadenas metálicas que limitan mis movimientos y rápidamente enrosco las cadenas en el cuello del de la izquierda.

I re della mafia (U.C.C #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora