Bianca

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Me coloco las lentillas y hago una mueca asqueada al ver mi apariencia temporal, el rubio definitivamente no es mi color, pero he de admitir que los ojos oscuros no me disgustan. Aliso el uniforme blanco con las palmas de mis manos y cojo la daga que me regaló Alessandro de la mochila. 

Sonrío pasando la yema de mi dedo bordeando nuestro apellido grabado en el dorso de la afilada arma, cada vez se acerca más el día del juicio final, el día donde Francesco Rizzo pagará por todo lo que me hizo. 

Aseguro la daga con una cinta en mi antebrazo y bajo la manga comprobando que no se note. Salgo del baño viendo a la enfermera esperándome en el pasillo y me acerco a ella mientras me coloco la identificación en el pecho.

-Ahora mismo tiene una bolsa de sedante colocada, cuando llegues solo tienes que abrir el paso para que el líquido comience a caer y pase por la vía que tiene en la mano. Tardará pocos segundos en hacer efecto, yo me encargaré de alejar a los escoltas de su puerta. Solo te puedo conseguir cinco minutos, date prisa- dice y asiento con la cabeza.

-Me apañaré- digo cogiendo el carrito para comenzar a caminar a su habitación.

Agacho la mirada cuando los escoltas me abren la puerta y veo al general de la armada en una silla al lado de la cama de Francesco. Dejo el carrito al lado de la cama y me acerco al gotero colocado entre ambos.

Cuando escucho los pasos de los escoltas alejarse abro el paso del gotero para que el sedante comience a bajar. Me aseguro de que tenga la vía colocada y sonrío de lado.

Pongo mis manos en el borde de su cama mirándolo fijamente, me mira confundido y cuando me reconoce abre los ojos preso del pánico. Trata de avisar a su amigo pero el medicamento hace efecto antes de que pueda decir nada.

-¿Estás bien Rizzo?- le pregunta confundido levantándose.

Me giro cogiendo la daga entre mis manos antes de apuñalarlo en el pecho, abre la boca para gritar pero le tapo la boca rápidamente y lo dejo caer de nuevo en la silla.

-Es una verdadera pena no poder ver la cara que pondrá cuando se despierte sería una fantasía verlo tan desesperado- le digo sacando la daga de su pecho viendo como su camisa se comienza a teñir rápidamente de color rojo.

-Arderás...en el infierno-susurra y sonrío de lado cuando su pesada respiración deja de oírse.

En la habitación lo único que se oye es el pitido que mide los latidos de Rizzo y el goteo imperceptible de la sangre del general caer en el charco que se ha formado en el suelo. Me agacho y paso mi dedo índice mojándolo en su sangre.

Levanto la vista y sonrío de lado al darme cuenta lo aburrida que está la pared delante de la cama del comisario, comienzo a pintar en la pared blanca con el color sangre más puro que puede haber. 

B.A.V. MARTINELLI.

Me limpio las manos observando orgullosa las iniciales con nuestro apellido al lado, salgo de la habitación después de comprobar que no hay nadie en el pasillo. Camino con tranquilidad hasta llegar a la salida para trabajadores donde me quito la peluca al adentrarme en el Ferrari.

Hago una mueca adolorida quitándome las lentillas cuando comienzo a acelerar, son verdaderamente molestas. Abro la guantera para coger las gafas de sol y veo la caja de tabaco que me compró Gio el otro día.

Cojo uno y suspiro antes de tirar la caja prácticamente llena por la ventanilla, media hora después aparco delante de la mansión. Abro la puerta y voy a la cocina donde me encuentro a Gio mirando muebles en su móvil.

-Hola regina- sonríe mirándome cuando me ve- ¿Qué tal ha ido?

-Perfecto- digo jugando con el cigarro en mis dedos ansiosos por encenderlo- ¿Y Alessandro?

-Está bañando al canijo- dice y asiento con la cabeza.

-Si necesitas algo estoy en la azotea.

Asiente con la cabeza antes de volver a mirar el teléfono, después del día del juicio final él y Antonella se mudarán a la mansión de Mazzoni y quieren comprar cosas nuevas, lo cual es lógico porque la decoración es espantosa.

Salgo a la azotea y me apoyo en la barandilla mirando el pequeño cilindro entre mis dedos, llevo fumando muchos años. Lo pasé muy mal los primeros meses en la cárcel porque me privaron de la comida, el estar encerrada, sin fumar y muriéndome de hambre casi me vuelve loca.

Ahora es distinto, no me obligan a dejarlo, quiero hacerlo y será más sencillo pasar el proceso del mono con mi marido. Me pongo el cigarro entre los labios antes de encenderlo mentalizándome y recordando el porqué lo hago . Aspiro y trago el humo llenándome los pulmones de la tan adictiva nicotina.

Cojo el cigarro entre mis dedos de nuevo antes de expulsar el humo, el sabor del tabaco es tan vicioso que dejarlo no es nada sencillo y menos después de tanto tiempo acostumbrada a él.

Unos minutos después escucho la puerta abrirse para luego ser rodeada por unos fuertes brazos. Alessandro besa mi nuca y luego apoya su barbilla en mi hombro.

-¿Todo bien amore?

-Sí, estoy disfrutando del último-suspiro tirando la ceniza con un par de golpecitos.

-¿No te quedan? ¿Quieres que te vaya a comprar?- dice y niego con la cabeza tirando la colilla al suelo cuando lo acabo para pisarla con la punta de mi zapato.

-No quiero que me vayas a comprar- digo girándome para poner mis brazos en su cuello- Porque a partir de hoy he dejado de fumar.

-¿Lo de esta mañana iba enserio?- pregunta sorprendido y asiento con la cabeza sonriendo de lado.

-Tanto quanto nostro figlio si chiama Vincenzo Martinelli- susurro y el sonríe poniendo sus manos sobre mis mejillas para besarme suavemente.

(Tan enserio como que nuestro hijo se llama Vincenzo Martinelli, Tanto quanto nostro figlio si chiama Vincenzo Martinelli )

-No sabes lo feliz que me haces diciéndome eso- dice y ruedo los ojos divertida.

-Ahora la parte fea- digo haciendo una mueca apoyando la frente en su hombro- ¿Qué síntomas tendré al dejar de fumar?

-Antojos, ansiedad, dificultad para concentrarte, cambios en los patrones del sueño, tos, aumento del apetito...

-¿Y cómo lo combato?

-Con chicles, meditando o dando paseos en la naturaleza- dice y elevo una ceja levantando la cabeza para mirarlo.

-Necesito cosas útiles, no gilipolleces.

-Teniendo en cuenta las cosas que te tranquilizan, puedes organizar redadas o encerrarnos en el dormitorio- dice sonriendo de lado.

Lo agarro de la mano y comienzo a tirar de él hacia el interior de nuestra casa escuchando su risa a mi espalda.

Lo agarro de la mano y comienzo a tirar de él hacia el interior de nuestra casa escuchando su risa a mi espalda

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I re della mafia (U.C.C #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora