I re della mafia, segunda parte de La regina della mafia.
De la bilogía; una cura criminal.
Después de dos años encerrada Bianca Martinelli ve la luz y comienza su venganza.
¿Incluirá en ella...
Hago una mueca dándole vueltas a las instrucciones que creía que no iba a necesitar, gruño cogiendo la especie de mochila intentando encontrar el derecho. Vincenzo desde su cuna me ve tratando de entender cómo usarla y suelta una risa para aplaudir.
-Necesito tu colaboración para esto Vincenzo- farfullo tirando el papel lejos de mi.
Giovanni me la trajo ayer diciendo que la había visto y me la compró para que pueda llevarlo encima porque odia el carrito que le compró Alessandro.
Cuando por fin consigo colocarme la mochila pongo al pequeño dentro de ella, cuando está colocado veo como se remueve incómodo antes de suspirar y dejar caer la cabeza sobre mi pecho.
Salgo de la habitación y voy directa al sótano, entro en la armería y miro uno por uno todos los francotiradores hasta que veo uno en la esquina que reconozco al instante.
Lo cojo subiéndolo a la mesa y soplo sobre la caja quitando el polvo que la cubre, paso mis dedos por el grabado. Abro la caja y sonrío viendo la nota.
"Buon 16esimo compleanno la mia principessa della mafia
-Con affetto, papà"
(Felices 16 a mi princesa de la mafia, con cariño papá, Buon 16esimo compleanno la mia principessa della mafia,Con affetto, papà)
Recuerdo perfectamente el día que me lo dio, Antoni me había despertado para decirme que debía bajar a abrir los regalos y el último fue el de mi padre. Cuando lo abrí y vi la preciosidad que tengo delante ahora mismo no me lo podía creer.
Consiguió que me creasen este francotirador únicamente para mi, tiene mi inicial y mi apellido grabado en el lado. El visor de color rojo sangre a juego con los accesorios, el silenciador, la correa y el trípode para apoyarlo en el suelo están bañados en ese color.
Lo mejor son las balas, el casquillo es negro con mi nombre inscrito en oro y hoy otro Rizzo será premiado con una de esas balas en su cabeza. Reviso que esté perfecto y guardo todo para subir la caja arriba.
-Buenos días regina- me saluda Gio y sonríe divertido al ver a Vincenzo en la mochila- Parece que le gusta.
-Sí, se quedó dormido cuando estaba en la armería, parece que le es cómodo ir ahí metido- digo encogiéndome de hombros.
-Como no le va a ser cómodo, si los bebés canguros van en la bolsa de su madre durante horas sin quejarse- dice y elevo una ceja dejando la caja en la mesa.
-Espero que no me estés llamando canguro, por tu propio bien- digo y el se ríe negando con la cabeza.
-Tienes que seguir trabajado en eso de no tomarte todo a pecho regina- dice y se acerca para cogerlo de la mano–Ojalá crezca pronto para poderle enseñar todos mis trucos.
-¿Qué trucos?- pregunto frunciendo el ceño y veo a Antonella salir de la cocina con una taza en las manos que me extiende.
-De seducción lógicamente- dice y ruedo los ojos dándole un sorbo al café.
-Giovanni ¿enserio?- le pregunta su novia suspirando y el se ríe atrayéndola a su cuerpo.
-Es gracias a mis técnicas de seducción que conseguí que me hicieses caso querida y no juraría que no te quejas cada vez que...- ella le tapa la boca sonrojada y el se ríe besando su mano.
-No vas a acercarte a mi hijo Giovanni- le digo y el hace un puchero.
-Venga Bianca necesito practicar, en menos de nueve meses comenzaremos a llenar la mansión de Mazzoni con críos.
Abro los ojos sorprendida y miro a Antonella buscando su confirmación porque Gio cuando se emociona piensa en alto, asiente poniendo una mano en su vientre y abro la boca pero no soy capaz de articular palabra de lo sorprendida que estoy.
-Wow, felicidades-digo y la abrazo a ella porque es la que más cerca tengo.
-Gracias regina- dice sonriente me separo de ella y Gio abre sus brazos para abrazarme con fuerza haciéndome reír, se supone que yo debería hacer eso.
-Necesitaré toda la ayuda que me podáis dar- me susurra y asiento con la cabeza alejándome.
-La tendrás, tienes suerte que no estéis muy lejos de nosotros cuando os mudéis. Pero no pienses que iremos a las cuatro de la mañana porque el bebé no para de llorar- le digo y otra sonrisa orgullosa se abre paso en su rostro.
-Bebés, son dos Bianca- dice y jadeo mirando a la pobre Antonella.
-Tener un bebé que sea de Giovanni es una cosa pero ¿dos? Lo lamento mucho Antonella- digo y nos reímos. Mi teléfono suena y sonrío de lado al leer los mensajes.
-¿Es Alessandro?- pregunta Gio y asiento con la cabeza.
-La dirección del cementerio, en unas horas la enterrarán- digo guardando el móvil y Gio coge el maletín de la mesa.
Me despido de Antonella y subo a la parte de atrás de un todoterreno acariciando suavemente la mejilla de Vincenzo. Nunca me pude imaginar que una cosa tan diminuta me hiciese tan feliz.
Gio se sube y arranca hacia el cementerio, cinco todoterrenos nos escoltan hasta que llegamos a la parte baja de la colina que tiene la visual perfecta para ejecutar el tiro.
Subimos la colina y mis hombres se esparcen para cubrir todo el perímetro posible, cojo los prismáticos que me da Gio y veo a los empleados del campo santo colocar sillas delante del lugar en el que será enterrada Fiorella.
Coloco a Vincenzo en la mochila a mi espalda para agacharme y visualizar el tiro, sonrío dejando los prismáticos a un lado. El sitio parece haber sido creado para este día.
Abro la caja del francotirador y comienzo a prepararlo, enrosco el visor en la parte alta y luego sigo con el pequeño trípode. Cojo una de las balas para meterla en el arma, no me hacen falta más porque hoy será un único tiro certero.
Coloco la extensión con la almohadilla para la parte trasera y pongo el silenciador. Pueden saber dónde nos encontramos con el sonido del disparo y aún no es el momento.
Mi teléfono suena y le contesto a Alessandro al segundo, luego silencio mi móvil y lo guardo en mi chaqueta. Saco a Vincenzo de su mochila y a pesar de que protesta, deja que Gio lo sostenga.
Me tumbo en el suelo y coloco la almohadilla en mi hombro derecho, miro por el visor viendo cómo se acerca el coche fúnebre al cementerio. La gente aparca cerca de la tumba y veo como varios hombres, entre ellos mi querido suegro, se acercan al ataúd para cargar con el hasta el lugar donde será enterrada.
La gente se sienta en las sillas y el cura comienza la ceremonia, cargo el francotirador y sonrío cuando tengo el objetivo localizado. Veo a Alessandro buscarme y enciendo unos segundos la luz roja de la parte delantera del arma.
Bendicen el ataúd cuando compruebo que no haya viento, apunto y aprieto el gatillo viendo como la bala le da en la cabeza a la madre de mi marido. Cae al suelo y la gente comienza a gritar, Vincenzo aplaude haciéndome sonreír.
Guardo el arma y Gio me da al pequeño para ponerme la mochila. Bajamos al todoterreno y salimos hacia casa.
Solo queda un Rizzo vivo.
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