Alessandro

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Cuando pongo un pie en la comisaría mi padre me intercepta al segundo llevándome hasta su despacho desesperado, me siento en la silla tratando de armarme de paciencia.

-La novia de Giovanni ha matado a cuatro de mis mejores hombres- dice y suspiro haciendo una mueca comenzando con mi papel- Esta mañana mandé a ocho más y no contestan. 

-La entrenó Bianca- le miento y el suspira pasándose las manos por la cara- Está claro que no lo iba a poner fácil.

-¿Y si hacemos una redada?- pregunta mirándome fijamente.

-Puede ser buena idea- digo sabiendo que si los manda allí morirán, porque Zia vive con cincuenta hombres más fieles a Bianca- Si quieres puedo organizarla yo.

-Buena idea hijo- dice sacando una carpeta- Estes son los informes de todos los policías de la comisaría, sus habilidades y puntos débiles.

-Muy bien, empezaré a crear un grupo-digo cogiendo la carpeta.

-Espero que salga bien Alessandro- dice visiblemente preocupado y asiento con la cabeza.

-Yo también papá, espero que la podamos atrapar pronto-digo presionando mis labios.

-Esta noche cenaremos con unos amigos, hace años le dieron problemas al padre de Bianca y pueden ayudarnos a atraparla.

-Allí estaré.

-Francesca vendrá con la niña, necesita que le des otra oportunidad y quedaremos mejor delante de mis compañeros.- dice y me quedo unos segundos paralizado pero cuando me recompongo asiento con la cabeza.

Trato de no hacer ningún gesto que le haga sospechar y salgo de su despacho, dejo la carpeta en mi escritorio bajo llave y escondo la jeringuilla en mi sudadera. Me acerco a la cafetería y veo a Fio preparar cafés a toda prisa.

-Buenos días Fio- le sonrío y ella asiente con la cabeza a modo de saludo- ¿Tienes el desayuno para los detenidos? Si quieres puedo ayudarte con eso.

-Están todas las bandejas en la cocina, si quieres puedes llevar el carrito. Hay un papel donde tienes el nombre y la celda a donde tienes que llevarlos.

Me meto en la cocina, asegurándome de que no hay nadie y sonrío de lado al ver el número de celda de Luka con su nombre, saco la jeringuilla e inyecto el líquido incoloro en el trozo de bollería que será su última comida.

Coloco las bandejas en el carrito y las reparto todas hasta que solo me queda la del ex de mi mujer.

-Buenos días Luka- digo cogiendo la bandeja sonriéndole.

-Sabía que tu vida era patética ¿pero tanto?- dice soltando una carcajada cogiendo la bandeja- De médico pasas a secretario y de secretario a un puto repartidor de comida- dice mordazmente dándole un mordisco a su desayuno.

Sonrío inevitablemente al verlo tragar, sabiendo que por fin me podré librar de él y me apoyo en las barras de la celda mirándolo.

-Permíteme corregirte, porque lo único hice después de ser médico fue casarme con La regina della mafia- susurro viendo como comienzan a hacer los efectos del veneno.

Me agarra de la chaqueta desesperado por no poder respirar antes de caer al suelo de rodillas y veo como su rostro comienza a ponerse pálido, me coloco la chaqueta y salgo de allí sin ser visto por nadie.

Vuelvo a mi escritorio para coger una carpeta vacía y entrar al despacho de mi padre, cierro la puerta a mi espalda para dejar la carpeta en la silla y acercarme al ordenador. Enciendo el ordenador entrando rápidamente a las grabaciones de las cámaras y borro las imágenes de los últimos cinco minutos.

Apago el ordenador dejándolo todo como estaba, salgo del despacho y cuando estoy cerrando la puerta una mano se posa en mi hombro.

-Alessandro ¿qué haces?

Me giro sintiendo el corazón palpitarme en la garganta y suspiro aliviado al ver a Max, dejo la carpeta en mi escritorio y agarro a mi amigo para salir de la comisaría.

-¿Todo bien tío?- pregunta confundido.

-Sí, todo perfecto. ¿Lo has traído?- pregunto y el asiente levantando la pequeña nevera.

-No entiendo para que necesitas las vacunas de un bebé- dice extrañado.

-Te lo explicaré todo en otro momento, pero por ahora no puedo decirte nada- digo cogiendo el teléfono y mandándole un mensaje a Gio- Te debo un favor amigo.

-Me debes varios- dice sonriendo de lado y yo asiento palmeando su hombro.

Me da la nevera y la meto en el coche, cierro con la llave y la dejo escondida en la rueda trasera para que Gio pueda abrir el coche cuando venga.

-Ahora tengo que irme pero te prometo que te lo diré todo pronto- digo y el asiente con la cabeza inseguro.

Vuelvo a la comisaría y me siento en el escritorio, pocos segundos después comienza el revuelo. Gritos resuenan por todo el edificio, y sobre todo, todos culpándose los unos a los otros.

-¡Luka está muerto!- grita el vigilante de las celdas que estaba durmiendo como un ángel cuando yo entré.

-¿Cómo es eso posible?- gruñe mi padre acercándose a él.

-No sé, cuando me quise dar cuenta ya lo encontré en el suelo- dice nervioso tratando de explicarse.

-¿Ha entrado alguien?- le pregunta mi padre y el niega con la cabeza.

-Estuve yo solo.

Está mintiendo porque sabe que al quedarse dormido se juega el cuello, lo bueno es que ya tengo un culpable.

-¡Jefe!- grita uno de los novatos acercándose a él con lo poco que quedó del bollo que se comió Luka- Esto estaba al lado del detenido.

Mi padre lo coge y al olerlo hace una mueca de asco, por el fuerte olor que desprenden los químicos .

- ¿Qué lleva esto? - pregunta confundido.

-¿Me permites?- le pregunto y el asiente dándomelo.

Cojo el bollo y hago como que lo huelo, pero realmente no lo hago. Asiento con la cabeza haciendo una mueca dejándolo en la mesa.

-No sé que puede contener, pero estoy seguro que es un veneno y debe de ser altamente peligroso para matarlo tan rápido- digo y veo como la mandíbula de mi padre se tensa antes de girar.

- ¿Cómo ha llegado eso ahí? ¿Alguien entró a dar los desayunos? - le pregunta mi padre al chico.

-No entró nadie desde ayer a la noche- miente de nuevo y me resisto sonreír.

Al principio sabía que esto iba a ser fácil, pero no tanto, hasta el pequeño Vincenzo podría hacerlo.

-¿Entonces cómo ha pasado esto? ¿Qué explicación le encuentras a esto?

El chico comienza a hiperventilar y antes de que diga una sola palabra se cae desplomado al suelo preso de un ataque de pánico.

-Ha tenido que ser él, jefe- dice uno de los policías mirando a mi padre y el asiente con la cabeza.

-Tienes razón, pero por lo menos hemos encontrado al topo de la comisaría.

Mi padre se mete al despacho y todo el mundo vuelve a sus puestos de trabajo, abro la carpeta que me dió antes empezando a apuntar los nombres de los que irán a darle una visita a Zia.

Mi padre se mete al despacho y todo el mundo vuelve a sus puestos de trabajo, abro la carpeta que me dió antes empezando a apuntar los nombres de los que irán a darle una visita a Zia

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I re della mafia (U.C.C #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora