I re della mafia, segunda parte de La regina della mafia.
De la bilogía; una cura criminal.
Después de dos años encerrada Bianca Martinelli ve la luz y comienza su venganza.
¿Incluirá en ella...
Le doy a mi padre la tila y bebe un par de sorbos antes de dejarla sobre la mesa, desde que volvimos del cementerio no se ha movido. Se sentó en la silla de su despacho mirando fijamente la foto que tiene con mi madre en el escritorio.
No ha dicho ni una sola palabra, ni siquiera cuando vio el cuerpo de su mujer desplomarse delante de sus ojos, aún no se ha quitado la camisa manchada de sangre y no parece tener las intenciones de hacerlo.
-Nos vamos de Italia Alessandro- susurra cogiendo la taza de nuevo- Mañana mismo cogeremos el primer vuelo al sitio más alejado posible.
-No puedo permitir que esa zorra mate a la única persona que me queda, por mi culpa mi mujer y mi hija han muerto a manos de Martinelli. Tú no acabarás como ellas.- farfulla y puedo ver como sus ojos se llenan de lágrimas.
-Estoy seguro de que yo no acabaré así padre- digo cruzándome de brazos y el asiente con la cabeza.
-Muy bien, entonces despídete de Max y de Fran porque dudo que vuelvas a verlos hasta que ella esté muerta.
Me paso la mano por la cara escondiendo la sonrisa que se me escapa, realmente piensa que me iré con él cuando al único sitio donde me iré es a mi casa, con mi mujer y mi hijo. Casi se me escapa la risa, es divertido ver cómo se preocupa por mi cuando el que morirá en un rato es él.
-No saldrás de la comisaría hasta mañana que nos vayamos al aeropuerto.
Asiento con la cabeza y el se vuelve a quedar en trance mirando la foto de mi madre, cojo el teléfono sin ver ningún mensaje de Bianca. No se nada de ella desde que le avisé que íbamos para el cementerio.
-¿Por qué ellas?- pregunta y veo como su labio inferior tiembla notoriamente- Ellas no estaban en este mundo, no tienen culpa de nada.
-Fue para hacer daño- digo sentándome en frente de él- Solo quiere dañarte lo máximo posible antes de su siguiente movimiento.
-¿Tú crees?- susurra sin levantar la mirada pero veo como su nuez sube y baja violetamente.
-Sin ninguna duda.
-Claro, tú la conociste- recuerda levantando la mirada- ¿Qué crees que puede hacer?
-Después de esto te atacará pronto, porque teniendo en cuenta todo lo que le hiciste ha esperado demasiado en hacernos algo- digo y veo como poco a poco su rostro se vuelve pálido.
-Deberíamos irnos ya, si crees que vendrá a por nosotros entonces tenemos que marcharnos al aeropuerto- dice nerviosamente mientras se levanta.
-Hoy seguramente no atacará, querrá que sufras lo máximo posible quedándote solo antes de venir a por ti.
-Bueno, solo no, por suerte aún me quedas tú hijo. - dice sonriendo levemente y asiento con la cabeza.
-Exactamente padre- digo y miro mi reloj controlando la hora, aunque no sepa nada de Bianca nuestro plan sigue bajo lo previsto y si todo va bien en menos de una hora seré huérfano- Vayamos a cenar algo, tienes que comer algo padre.
-Ahora lo único que quiero es beber- suspira abriendo uno de sus cajones y sacando una botella de whisky.
Coge dos vasos y los llena a partes iguales antes de extenderme uno de ellos. Cuando se toma el suyo decido preguntarle lo que llevo años guardándome dentro.
-¿Porqué me odiaste tanto?- le pregunto y el presiona sus labios incómodo mientras se llena otro vaso.
-No te odié, solo que siempre me llevaste la contraria desde pequeño y me sacaba de mis casillas. De hecho, me hice varias pruebas de ADN porque no te parecías nada a mi y en cambio tu hermana siempre me obedeció, incluso con el tiempo sabía lo que quería sin necesidad de pedir nada.
-¿Pruebas de ADN?- pregunto confundido- ¿Cuándo fue eso?
-Muchas de las veces que ibas al médico te decíamos que tenías revisión pero era para la prueba de paternidad, todas decían lo mismo, eras mi hijo.
Suspiro y bajo la mirada pensando en como se pudo sentir mi madre, si mi padre estuvo tantos años cuestionándole quién era mi padre cuando siempre fue él.
-Y cuando me dijiste que ibas a estudiar medicina, casi me dio un ataque al corazón porque pensé que seguirías el camino de tu hermana. Cuando le dije que debía estudiar derecho no dudó ni un segundo en mi orden y tenía la esperanza que para cuando fueses mayor de edad sentases la cabeza, pero no fue así.
-¿Por eso decidiste echarme de casa y no ayudarme con mis estudios?- pregunto y el asiente con la cabeza así que me acabo el vaso de un trago.
-Creí que si no te apoyaba volverías pronto a casa, pero me sorprendió todo el tiempo que te mantuviste alejado de nosotros. Si no fuese porque ese amigo de Fio en el hospital nunca nos enteraríamos de que estabas hospitalizado por una herida de bala.
-Sí, es difícil olvidar ese día- suspiro e inevitablemente todas las noches solo en la mansión de Bianca vienen a mi cabeza.
Siempre me culpé por el encarcelamiento de Bianca, si hubiese ido a por mis cosas otro día quizá nunca me habrían disparado y ella nunca habría conocido a mi padre. Ese día tiene la culpa de todo, porque fue cuando mi padre fijó la mirada en ella y no paró hasta que consiguió apartarla de mi lado.
-Lo que no llegué a comprender es por qué regresaste después de tanto tiempo.
-Sentía mucho dolor, porque fui alejado durante mucho tiempo y no podía permitir eso.- le explico tratando de controlar la ira creciente en mi interior.
-Pero no te preocupes por eso ahora hijo, puede que solo quedemos dos, pero nadie nos separará. Debemos mantener el apellido vivo.- dice llenando los dos vasos antes de extenderme el mío- Por los Rizzo.
-Por los Rizzo- repito elevando mi vaso para chocarlo contra el suyo.
Bebemos el contenido de nuestros vasos y dejo el mío en la mesa antes de levantarme.
-Vayamos a cenar padre.
-Está bien- dice guardando de nuevo la botella y pasando su brazo por mis hombros en un gesto de supuesto amor paternal.
Salimos del despacho y todo el mundo me mira expectante, casi es la hora. La hora en que cambiará todo y por fin podré ser feliz. Antes de que podamos llegar a la cafetería dos policías abren las puertas de la comisaría para que Bianca entre.
Pasa por el detector de metales y sonrío cuando comienza a pitar, está preciosa. Lleva una gabardina de cuero negra con unos tacones del mismo color y un vestido rojo con un escote en V que nunca le había visto. Le llega por la mitad del muslo y resalta de una manera insuperable las curvas de su cuerpo.
Lleva una coleta alta dejando libre su precioso rostro, muerdo mi labio inferior imaginándome en unas horas agarrándola de esa coleta, sus labios pintados de rojo se estiran hacia arriba sonriéndonos. Miro a mi padre de reojo viéndolo sorprendido a más no poder, cuando ve a su "presa" entrar a la boca del lobo.
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