Alessandro

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-Bien chico, necesitamos que nos digas todo lo que nos pueda ayudar a capturar a Bianca- dice el general de la armada y frunzo el ceño, porque tenía entendido que eran ellos quienes iban a ayudar a mi padre a atraparla.

-Pues el día que la conocí fue en urgencias e ingresó por una herida de bala- digo sabiendo que son conocedores de eso, porque ya tienen el único informe sanitario en el que sale su nombre- Después su mano derecha me ofreció trabajar con ellos.

-¿Cuántas personas están con ella diariamente?

-Dos- digo sin dudarlo pero al segundo sacudo la cabeza cuando me doy cuenta que he hablado por inercia y mi padre suelta una carcajada.

-Ahora solo uno hijo, acuérdate de París- dice dándome con el codo en el brazo haciendo reír a sus colegas.

Presiono los labios con fuerza bajando la mirada, a pesar de que conocí poco a Antoni siempre estaba junto a Bianca en cualquier momento y me culparé toda mi vida por haber sacado a Bianca de un entorno seguro, donde perdió a una de las pocas personas que le quedan y también la perdí a ella.

-Es cierto, solo uno- rectifico aclarando mi garganta tratando de mantener la compostura.

-¿Dónde estuviste mientras trabajabas con ella?

-En una casa en medio del monte- miento y mi padre me mira confundido.

-Pensé que estuviste siempre en la casa de su padre, Fran nos dijo que cuando fue a verte un día era ahí donde estabas- dice y trato de mantener la compostura a pesar de que por dentro solo tengo ganas de decirle cosas para nada educadas a mi ex.

-Solo fue ese día, ella reside en medio del campo- digo recordando cuando fuimos Gio y yo, un misil del tamaño de un coche que explotará con solo presionar un botón del despacho de Bianca.

-Bien, revisaremos esa casa- dice el general de la marina mirando a mi padre y el asiente con la cabeza.

-Pero hay una cosa que no entiendo- digo haciéndome el despistado- Pensaba que eran ustedes quienes sabrían cómo atraparla.

-¿Nosotros?- dice el marine riéndose como si le hubiese contado el chiste más gracioso de su vida.

-Si conseguimos molestar un poco a Matteo fue porque infiltramos a cientos de los nuestros- dice el general de la armada haciendo una mueca.

-Para que los mataran a todos y no conseguimos mucho, solo dónde estaba una de sus casas seguras y que iba a hacer una entrega en el muelle. Nos tiramos meses vigilándolo hasta que por fin ocurrió pero el no estaba en el lugar.

Después de varias horas haciendo preguntas estúpidas se marchan y yo me meto en mi habitación cerrando con llave, después de ducharme y ponerme unos pantalones de pijama que usaba cuando era adolescente consigo conciliar el sueño.

Siento algo en mi pecho y me remuevo queriendo dormir un poco más, pero abro los ojos asustado cuando siento una mano en mis pantalones. Bianca sonríe de lado acariciando mi torso con su uña consiguiendo que un hormigueo me recorra el cuerpo.

-Me has asustado –digo pasándome las manos por la cara tratando de desperezarme.

-¿Porqué? ¿Quién pensabas que era?

-Cualquier persona que me toque de esa manera sin ser mi mujer ya es motivo para asustarse- digo y ella se acerca a mí para sentarse sobre mí- Espera ¿Cómo has entrado?

-Desde el balcón de tu vecino- dice apartándose el pelo de los ojos para besarme.

-No te ha visto nadie ¿no?- pregunto y ella se separa de mi mirándome ofendida.

I re della mafia (U.C.C #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora