Capítulo 6

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Hoy era domingo, lo que significaba que era su día festivo, y por mucho que necesitara un día libre a la semana y lo agradeciera, a la misma vez odiaba ese día festivo por no saber cómo desperdiciar el mucho tiempo libre que tenía. Cuando vivía con su ex-novio (persona de la cual se negaba a pronunciar su nombre) aprovechaba los días libres en follar por toda la casa. Habían follado en la cocina. Habían follado en la ducha. Habían follado en el pequeño y apretado balconcito de la casa (ocultados por el murete del cual colgaban algunas dischidias y suculentas colgantes). Y ahora no follaba a no ser que se ayudara de su pequeño amigo Jerry, que estaba hecho de silicona. Jerry medía unos quince centímetros aproximadamente. Era blando, de color carne, flexible y placentero. Muy placentero. Tanto, que puede que hoy lo usara, pues llevaba bastante tiempo a la sombra y lo echaba de menos.

Se había levantado hacía una hora y media más o menos, pero volvió a estirarse. Levantó los brazos al cielo, arqueó la espalda y soltó un gruñido ante la placentera sensación. Se frotó los ojos y siguió bebiéndose el negro café junto a la carbonizada tostada recubierta de mantequilla y un poco de mermelada de melocotón.

A pesar de tener ganas de trabajar, se sentía bastante vago. En un principio había pensado en ordenar un poco la casa (a pesar de que no había mucho donde ordenar), pero ahora que se había espabilado un poco no le apetecía en absoluto hacer nada. Tal vez iba siendo hora de que se tocara un poco los cojones. Necesitaba un buen descanso. Hoy dedicaría el día a sí mismo y a nadie más. Si alguien necesitaba algo, ya podía irse a la mierda. Hoy no estaba para nadie. Asintió mientras masticaba la tostada, como si estuviera escuchando hablar a alguien y fingiera prestarle atención a sus palabras.

Bebió el último sorbo de café y bostezó cerrando los ojos. Se le saltaron algunas lágrimas que se secó con el dorso de la mano.

- Por favor, que venga alguien a recoger los trastos sucios -se echó hacia adelante y presionó la frente contra la mesa-. A mi no me apetece tener que recoger.

Esperó durante un par de segundos por si de verdad bajaba el Espíritu Santo a recoger la vajilla sucia de su cocina y de paso le cocinara unos macarrones para el medio día. Me conformo con una ensalada sencillita también, eh. Como nadie acudía en su ayuda, tuvo que recoger la cocina él solo.

Con cada cosa en su sitio, salió al balcón con un cigarrillo colgando de entre sus labios dispuesto a fumárselo hasta el filtro (no le gustaba fumar dentro pues el olor se impregnaba por toda la casa y odiaba el olor a nicotina en su domicilio). Acercó la flamante llama del mechero a la punta del cigarro y aspiró profundo. Expulsó el aire, dejó el mechero sobre la minúscula mesita y se apoyó sobre la barandilla.

Observó a la poca gente que pasaba mientras fumaba tranquilamente hasta que Jack Conway invadió su mente. Recordó el momento exacto en que llegó a casa de hacer la compra y lo encontró dormido sobre el sofá; con la cabeza hacia atrás, la boca entreabierta y roncando. Recordó que sonrió al verlo y lo dejó dormir mientras preparaba la comida para los dos. Se esforzó mucho en preparar la comida a la perfección. También recordaba cómo se le iluminaron los ojos cuando vio la comida que había preparado. Lo vio comerse el arroz blanco (no encontró el tomate frito por ningún lado), los trozos de pechuga a la plancha (se había comido unos cuatro filetes de buen tamaño) con los champiñones troceados en láminas y las patatas hervidas con un poco de pimienta negra. Todo ello acompañado de unos dos vasos y medio de Coca-Cola. Y de postre, un arroz con leche y una de natillas.

Se encontró sonriendo al recordarlo, pero la sonrisa se le borró de la cara cuando se dio cuenta de lo ajustada que sentía la ropa interior. Se había excitado ante el recuerdo de Jack. Pero, ¿se había excitado por recordarlo a él o recordarlo comiendo con tanto entusiasmo mientras se ensuciaba el morro con pequeños granitos de arroz y la salsa que preparó para los champiñones?

Mis 'te quiero' en kilos - IntenaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora