Capítulo 12

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El pequeño reloj digital de su teléfono móvil indicaba que estaban a punto de dar las 07:00 am. En su magistral plan para ganarse la confianza, el amor, el cariño y la enorme barriga de Conway, había decidido presentarse antes de lo previsto en su puesto de trabajo, para preparar un gran y delicioso desayuno y darle una grata sorpresa al mayor. Una grata sorpresa con la que estaba seguro que conseguiría hacerle la boca agua.

Dejó la mochila sobre la mesa de la cocina y se puso manos a la obra. Lo primero era preparar café (sabía que Conway prefería tomar un Cola-Cao, pero por si las moscas, haría café. Nunca se sabía). Vació el contenido de la jarra de cristal por el fregadero, se deshizo del anterior filtro lleno de posos y puso uno nuevo. Echó una buena cantidad de mezcla de café molido y después llenó el depósito de agua. Encendió la cafetera y se dispuso a preparar las tortitas escuchando el burbujeante sonido de la cafetera y oliendo el amargo pero agradable aroma del café haciéndose.

Sacó todo lo necesario de los armarios y la nevera: harina, huevos, azúcar, mantequilla, leche, levadura y sal. Lo dejó todo sobre la encimera y sacó un par de utensilios de cocina: vasos, varillas, cucharas, cuencos. Se puso un viejo y desgastado delantal y se puso manos a la obra. Lo primero era mezclar la harina, la levadura, el azúcar y la sal en un cuenco. Se paró a pensar si debía medir los ingredientes y se dijo que daba lo mismo, la intención era lo que contaba al fin y al cabo. A ojo, echó los ingredientes uno a uno y procedió a mezclarlos ayudándose de una varilla. En otro cuenco, batió los huevos y los mezcló con la mantequilla que derritió en el microondas para ir añadiendo poco a poco los ingredientes secos. Por último, vertió la leche y volvió a mezclarlo todo, logrando así una masa líquida y uniforme.

Encendió el fuego y puso sobre ella una sartén vieja y descascarillada, echó un poco de mantequilla para que la masa no se pegara y dejó que se calentara lo suficiente mientras recogía todo lo que había ensuciado. Limpió la encimera en un momento y se preparó para verter la masa de lo que sería la primera tortita en la sartén.

Como no era un buen cocinero y mucho menos un maravilloso repostero, la primera de las que se suponía debían ser tortitas, terminó siendo una masa deforme, poco hecha y chamuscada como el carbón por uno de los lados. La tiró a la basura y siguió trabajando.

Las primeras no salieron demasiado bien, pero las siguientes fueron saliendo cada vez mejor y con mejor aspecto. Fue haciendo el resto mientras se comía una de ellas a cachitos pequeños, disfrutando el sabor y sintiéndose importante al haber logrado hacer algo así él solo (muchas veces requería la ayuda de algo maravilloso llamado 'YouTube' en el que uno podía encontrar miles y miles de tutoriales, de más sencillos, a más complicados, pero todos ellos muy valiosos y útiles).

Una vez terminado el trabajo, limpió la sartén a mano y buscó nata montada para que las tortitas no fueran tan insípidas. Encontró un bote de plástico que contenía miel al fondo de uno de los armarios. Miró la fecha de caducidad y la dejó a un lado de las toritas humeantes. Sacó también una tableta de chocolate con leche, partió un par de trozos y los dejó en otro plato pequeño para que Conway pudiera servirse.

- Bueno... Parece ser que está todo hecho. A ver qué hora es -se sacó el móvil del bolsillo del pantalón. Las 07:59 am-. Bien. Recogeré el salón un poco y después despertaré a la bella durmiente.

Sonriendo, se encaminó al salón, donde recogió una manta del suelo, la dobló perfectamente y la dejó sobre el sofá, en la esquina. Acomodó los cojines, le pasó una bayeta a la mesa y corrió las cortinas dejando que los rayos de sol iluminaran todo el lugar. Pasó la escoba y consiguió sacar tres o cuatro pelusas de gran tamaño de debajo del sofá, pero el resto estaba perfecto. Como si unos cuantos duendes vinieran por las noches a limpiarlo todo y se escabulleran a su escondite con los primeros rayos de sol para no ser descubiertos.

Mis 'te quiero' en kilos - IntenaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora