Cómo buen niño católico

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Los cinco pasaron la gran entrada del edificio principal, empezando a recorrer los grandes pasillos de la escuela con Abyo y Garu siguiéndolos. Garu le dio unos ligeros golpes a Abyo en el hombro, animándolo a hablar -¿Cómo es que acabo Pucca en una escuela para chicos?- preguntó el moreno.

-Larga historia- respondió Dada -Y no puedo hablar de eso mientras... ella este aquí- dijo apuntando a ella y susurrando, dejando a Garu con mas preguntas que respuestas.

Los siete siguieron caminando hasta llegar al auditorio y tomar cada uno un lugar lo suficientemente lejos del frente para no llamar la atención de ningún profesor, directivo, sacerdote o monja. Maxi abrió una bolsa de frituras y empezó a comérselas, justo en frente de Rory.

-¿Cuánto tiempo dura el ayuno?- preguntó Dada a su amigo pequeño.

-Veinticuatro horas, por lo que aún me faltan...-dijo Rory revisando su reloj -veinte horas-.

-¡No jodas! ¡Otra vez con los africanos!- dijo Maxi volviendo a comer.

-Imagina por un momento Max, que hubieras nacido allá y no en Alemania-.

-Tienes razón, Múnich tiene clase- respondió sarcástico ganándose un pequeño golpe en la espalda.

Garu estaba más confundido que nunca "¿Quienes son esos hombres y mujeres en túnicas y velos negros, y sombreritos?, ¿porqué está el vagabundo de afuera aquí?, ¿Y porqué hay un tipo semidesnudo clavado en la pared?" Era todo lo que pasaba por su revuelta cabeza la cabeza.

-¿Por qué hay un tipo clavado a una T enorme en el centró?- preguntó Garu en voz baja.

-Está crucificado- respondió Rory.

-¿Por qué harían eso? Eso es cruel-.

-Ese es el punto- comentó Maxi.

-Y ahí esta el hombre al que le dí dinero antes de venir- dijo apuntando a un hombre moreno con largos cabellos negros y una barba tupida, vestido muy informalmente comparado a los demás.

-Ese es el maestro de carpintería- susurró Dada -¿Por qué le diste dinero?-.

-Creí que era un vagabundo-.

Pasaron la siguiente media hora escuchando a un chico narizon de lentes hablando sobre algo que realmente no entendían, pero juzgando por las caras de los demás, no era nada realmente importante.

El chico siguió hablando hasta que un hombre mayor en túnica negra y collar blanco lo detuvo.

-Gracias chicos- Habló en una voz rasposa y grave -Esas fueron unas bonitas palabras, bonitos sentimientos.... ¡Desgraciadamente eso es todo lo que son!-.

-La realidad. temo decirles es mucho más dura, más brutal. Así que tomaré esta oportunidad para aconsejarles que tengan cuidado, cuídense la espalda...

...Y hablando de pupilos que deberían cuidarse: me gustaría presentarles a Garu Sanada y Abyo Kim, levanten la mano por favor chicos- se tomó una pausa.

Ambos confundidos levantaron la mano, y al parecer todos voltearon a mirarlos.

-Y les repito otra vez que no dejaré que se repita otra ocasión como la del Sr. McMullan- siguió hablando.

-¿Qué es lo del Sr. McMullan?- preguntó Abyo.

-Hace unos años unos chicos de cuatro semestre amarraron a un chico de sexto al piso con cinta y empezaron a montarlo como universitarias borrachas en un toro mecánico- contó Dada a lo que los otros dos hicieron un gesto de confusión -Todo fue consensuado, no se alarmen-.

Creciendo En Sooga (Pucca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora