Capítulo 19

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Con el paso de los años a Luna se le fue olvidando retintarme la estrellita en la muñeca y yo, consciente de ello, nunca se lo recordaba. Ella se seguía acordando de la suya fielmente y siempre la tenía presente. 

Lo que yo empecé a tener presente es como mis esperanzas se desvanecían. 

Después del primer curso pensaba que iba a perder de vista a Ángel y sus amigos pero no fue así, la vida quería hacerme pagar por algo que yo desconocía totalmente; cosa por la cual muchas veces lloraba en silencio frustrado, encerrado en mi cuarto. 

Las burlas y los empujones se hacían más grandes a medida que nosotros crecíamos y pasábamos de curso. Parecían estar cargados con una malicia en constante crecimiento que no cesaba de aumentar. Me refugiaba en mis dos únicos amigos que me miraban con una pena siempre que me destrozaba el alma y con las series de Disney Channel y de Nickelodeon de adolescentes. Me protegía en actuaciones, escenarios, personajes que lo pintaban todo con situaciones graciosas y optimistas y me ayudaba a combatir mi problema, siempre en silencio, como si fuera el protagonista de una serie que trataba sobre el bullying. Había veces en las que incluso hacía el esfuerzo de normalizar lo que me pasaba y escuchar esas "risas de fondo" que sonaban siempre en las series. Era todo muy obvio: vivía en una mentira. Todo lo que intentaba vivir de otra perspectiva era una patética actuación de la que ni siquiera sabía si iba a salir vivo. Soportando día tras día algún que otro puñetazo en el hombro, burlas sobre el cabello que (me empecé a dejar corto por inseguridad) seguía recibiendo y un constante malestar al que le cerraba la puerta cuando entraba a casa. Y aún así, nunca echaba el cerrojo y se conseguía escabullir siguiendo mis huellas y entrando en mis sueños, en la poca felicidad que tenía e incluso en mi relación con Luna. Las discusiones empezaron a ser frecuentes a pesar de que durasen poco porque ella siempre estaba dispuesta a reconciliarse y abrazarme. Todo por lo que peleábamos era una mentira también. Cuando decía que me enfadaba porque había ensuciado mi cuarto no era por eso, en realidad, me daba igual; era sólo una inútil manera de desahogarme con alguien que no tenía la culpa de lo que cargaba bajo mi espalda.

Siempre, como he dicho antes, acababa bien pero había algo que nunca tenía buen final o, mejor dicho, que no tenía final: lo que ocultaba, Ángel y mi silencio de agonía diaria. Pese a todos los abrazos, caricias y promesas con mi hermana era un ciclo sin fin de discusión-reconciliación que iba haciendo mella en mi interior y parecía ser el acelerador de un coche que seguía y seguía aumentando su velocidad. Empecé a creer que ella se alejaba cuando en realidad, yo era el que iba caminando marcha atrás, Luna, de hecho, se acercaba a mí y por eso siempre acabábamos bien pero no me daba cuenta de que quizás sí que fuera yo el causante de todo lo que estaba pasándonos y continuaba mintiéndome. 

Los juguetes o cualquier cosa relacionada con e espacio exterior que tuviese habían sido alejados de mi vida. Después de las bromas de Ángel con lo de ser astronauta empaqué prácticamente mi cuarto entero porque en cualquiera de los lugares visibles había un cohete o algo por el estilo. Mi madre se sorprendió del cambio tan repentino pero lo aceptó como una etapa nueva. Luna no opinó lo mismo. 

- ¿Por qué has quitado todo lo espacial?- me preguntaba en ese entonces.

Se le veía afligida. 

Me encogí de hombros, ese día no quería hablar y darle explicaciones a nadie y más después de la broma del cubo en la cabeza. 

- Respóndeme, por favor. 

- Porque... quiero cambiar la decoración de mi cuarto. 

- No me lo creo. 

- Pues vale. 

- ¿Te ha pasado algo?

- No. Estoy bien. 

En la Luna residen mis esperanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora