Después de que Ángel me viera estando en un pub tuvieron un motivo más para reírse de mí.
El lunes, esperando a que la clase empezara y con mis apuntes para el examen que tenía de mates, aparecieron ellos por el pasillo. Aunque hubiera gente, siempre conseguían insultarme sin levantar sospechas. Se acercaron a mí.
- ¿Te ha dado tiempo a estudiar mates?- me preguntó Ángel, buscando mi mirada.
Yo les ignoraba. Él me arrebató los apuntes.
- ¿Desde cuándo te gusta ponerte ciego?
- Se cree súper chulo yendo a sitios como ese- comentó otro.
Estaba especialmente cansado esa mañana ya que me había acostado tarde precisamente para compensar lo que no pude estudiar el viernes. Y de una cosa me di cuenta: cuando hay cansancio de por medio, todo te importa menos.
Le miré a los ojos con tedio.
- Ángel -le dije.
- Anda, pero si sabes hablar. Sólo te escucho tar-tartamudear.
Se dio cuenta de que no me había hecho sentir mal con la broma y que seguía con la misma cara de cansancio indiferente.
- ¿Por qué haces esto?- insistí.
- ¿Que por qué hago el qué?- Y me agarró de la camiseta.
- Para para, que viene una maestra - avisó uno.
Se alejaron y pude ver una ligera frustración por parte del abusón al ver que ni me había inmutado. De vez en cuando me pasaba eso, llegaba a estar un poco harto, y más de años aguantándolo, entonces él empezaba a hacer cosas distintas con tal de seguir amargándome la vida.
A primera hora tuvimos el examen, duraba hora y media y pude vencer al sueño para asegurarme el notable casi seguro. Ángel, pese a su evidente escaso cerebro, era de los que se quedaban hasta el último momento con el control, al igual que yo. Eran durante esos momentos en los que me sentía más fuerte que él, lástima que no hubiera exámenes que duraran toda una vida.
Una vez entregamos los exámenes, Luis y yo empezamos a comentarlo (se me olvidó decir que Fran estaba en sociales y no en mi clase)
- Entonces, te ha salido bien, ¿verdad?- me preguntó Luis.
- Sí aunque bueno, ya sabes que el viernes no pude estudiar.
- Deberías acostumbrarte a no estudiar los viernes, nadie lo hace. Así luego no te rayas tanto.
- Ya...
Creo que Ángel iba a acercarse a mí pero se le adelantó Luna, que había aparecido para ver cómo estaba. Esto llevaba pasando desde el primer curso, había una especie de norma estúpida invisible que decía algo así como: "No molestes a los que son más populares que tú." Envidiaba mucho a mi hermana por ello y siempre que le preguntaba que cómo hacía para ser así se encogía de hombros.
Me abrazó.
- ¿Qué tal el examen?
- Más o menos bien.
- O sea que vas a sacar un 10 de nuevo -adivinó.
- Básicamente- apoyó Luis.
- Bueno... no lo sé, a lo mejor me sale peor.
Luna apoyó su mano en mi hombro.
- Menos inseguridad y más pensar: "soy el puto amo."
Sonreí pero incluso la boca me pesaba.
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En la Luna residen mis esperanzas
RastgeleApolo era un niño que deseaba convertirse en astronauta y el primer encuentro "galáctico" que tuvo fue con Luna, su nueva hermana. Eran como el día y la noche. Él, un chico inseguro y ella muy extrovertida. Apolo nunca antes se habría imaginado que...