Llegó la esperada Navidad y, como todos los años, nos reuníamos en la casa de mi tío Gaspar. Era un chalet que se encontraba lejos de la ciudad, casi en medio del campo, y con muchas habitaciones para el resto de la familia. Solíamos quedarnos a dormir ahí dos noches para aprovechar el rato en familia, especialmente con los que no veíamos a menudo.
- ¿Habéis guardado todas vuestras cosas?- nos preguntó mi padre buscando las llaves del coche.
- ¡Sí!- respondimos al unísono.
Luna tenía un gorro de nieve y una bufanda que le estaban grandes y me hacía mucha gracia la pinta que tenía.
- Voy a avisar a mi hermano que estamos de camino - dijo mi madre.
Nos repartimos entre todos algo para bajar del piso y meter en el maletero. Nuestros padres todavía llevaban las maletas porque aún éramos a duras penas más chicos que ellas, al igual que nuestra fuerza.
Una vez metidos dentro del vehículo Papá empezó a conducir a toda prisa.
- Oye- me susurró Luna.
- Dime.
- Si los "papis" siempre llegan tarde a los sitios y les molesta tanto, ¿por qué siguen llegando tarde?
- No lo sé, cosas de adultos.
Habíamos quedado para la hora de comer en la casa de mi tito pero, como era de esperar, llegamos cuando estaban terminando.
Nos bajamos del coche y fue directo a abrazarnos a los dos. A veces me asustaba cuando se acercaba a mí porque era tan alto y tan ancho que imponía. Pero luego era un cachito de pan.
- ¿Cómo estáis, bonicos?- Nos dio un beso a los mientras nos apretujaba entre sus brazos.
- Con mucha hambre- respondió Luna
- Os he guardado comida-aseguró- Sabía que pasaría esto.
Cuando nos liberamos fuimos directos al salón, a saludar uno a uno a los miembros de la familia. Se me hacía muy incómodo tener una familia tan numerosa porque así te miraba más gente y tenías que repartir más besos y pff... a veces me daba vergüenza. Sobre todo cuando veías a los primos de tu edad que llevabas sin ver desde verano. Pese a todo eso, dejaba todo lo malo fuera de la vivienda.
Nos pusimos a comer paella mientras escuchábamos a los demás hablar de sus cosas. Luna se tomaba siempre dos platos de lo que fuera cuando le rugían las tripas.
- ¿Y qué os habéis pedido para Navidad?- Empezaron a preguntarnos nuestros primos.
Mi hermana seguía comiendo e hizo como si no hubiera escuchado nada. Yo no quería contarles lo de mi padre así que me limité a decir que este año era "sorpresa."
Tratar de ocultar lo que pasaba no sirvió de nada porque en una conversación paralela a la nuestra estaba escuchando a mi tito hablarle de lo del trabajo a mi padre. Más tarde o más temprano se enteran.
Luna no pudo evadirse de la pregunta mucho más tiempo y le siguieron insistiendo.
- Yo también sorpresa- respondió.
Antes de que llegara la noche, nos fuimos a dar un paseo en mitad del campo.
Me acerqué a Luna, que parecía una pastora yendo la primera en el grupo con un buen palo en la mano.
- ¿Te pasa algo?
Me miró, con una de esas ramitas de planta que se pone la gente de campo en las pelis (o en la vida real también)
- No - sonrió- ¿Por?
- Porque has dicho que tus regalos son también "sorpresa".
- Es que lo son - Y puso cara de haberse arrepentido.
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En la Luna residen mis esperanzas
De TodoApolo era un niño que deseaba convertirse en astronauta y el primer encuentro "galáctico" que tuvo fue con Luna, su nueva hermana. Eran como el día y la noche. Él, un chico inseguro y ella muy extrovertida. Apolo nunca antes se habría imaginado que...