Escarcha y glaseado

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Una delgada capa de escarcha cubría los amplios paneles de la ventana, que estaban fríos debajo cuando la piel de las puntas de sus dedos hizo contacto. Desde esta esquina del aula en el primer piso, se podía ver un patio decorado por la nieve caída en la vista invernal. Como grifos de azúcar en polvo, la nieve se posaba sobre las cercas, las puertas de hierro selladas, y los pasillos de baldosas de lujo enmarcados por las huellas de las pisadas que llevaban hacia la entrada de la escuela. Adentro estaba más caliente, templado incluso. Una temperatura perfecta de 21,5° C para poder despojarse de bufandas y abrigos en el momento de poner un pie adentro, llevando dicha calidez hasta las últimas horas del día escolar.

Se sentía diferente. Extraño, de una manera u otra. Aunque había pasado la mayor parte de la primera mitas del año encerrada entre las ilustres paredes de esta prestigiosa escuela, la preparatoria femenina de Kurobara seguía siendo un lugar al cual Raiha todavía no se acostumbraba del todo. Este uniforme blanco y negro que compartía con sus compañeras de clase (el mismo que sus amigas de secundaria no dejaban de halagar) seguía siendo algo que ella nunca sentiría que le pertenecía. Como si realmente no se lo mereciera. Como si las ropas que llevaba sobre su piel hubieran sido cosidas por unas manos cansadas, picadas y desgastadas hasta que los dedos sangraban y la piel se secaba. Comparada con su propia mano, ahora colocada sobre la ventana cubierta de escarcha en su aula, casi parecía delicada. Delgada y pequeña, desde la palma hasta las uñas de los dedos, con sólo la ocasional cicatriz de un cuchillo de cocina que la separaba de aquellas que cargaban la ligera esencia de monedas y billetes mezclada con su perfume.

Entre más pensaba en ello, más se sentían esas acciones como sacrificio. Desinterés dedicado a su bienestar por ser la menor de la familia. Por supuesto que se sentía culpable; sería muy desalmado de su parte embellecerlo como algo más. Admitir ese único hecho le quitaría la carga de encima. Su hermano mayor y su padre habían trabajado sin descanso para poder enviarla a esta escuela, y difícilmente quedaría bien si no les traía sus mejores esfuerzos, cada día.

Su dedo terminó de trazar sobre el aire condensado en el panel de la ventana.

– ¿Qué estás dibujando, Uesugi-san? – Una voz la sacó de estar soñando despierta.

– ¿Huh? – Raiha miró hacia su lado. Una chica ligeramente más alta que ella, de cabello castaño oscuro amarrado en dos trenzas, acababa de asomarse por encima de su hombro. – Oh, Yano-san. Perdón, debo haberme quedado perdida. – dijo con una risita. Pasó las manos por el garabato que hizo en la ventana, y se limpió la humedad condensada en su falda.

– Perdida, ¿eh? – se rio Yano. – Te entiendo completamente. Después de todo ya es viernes. Esta semana de verdad se hizo muy lenta.

– Sí... la orientación parece haberse alargado mucho hoy especialmente.

– ¿También lo sentiste? ¡Y creí que sólo era yo! – Yano suspiró. Empezó a jugar con las puntas de sus uñas arregladas, apenas agitando el reloj de lujo que tenía en su delgada muñeca. – Bueno, como sea. Al menos ya llegó el fin de semana. ¡Oh! Por cierto, ¿tienes planes para el sábado? Mi familia acaba de instalar una nueva piscina interior, y dijeron que podía invitar algunas amigas. Ikehara-san y Nishimura-san vendrán también.

– ¡Escuché mi nombre! – Una chica de pelo largo que se enroscaba en rizos espirales se acercó, acompañada de otra con gafas redondas. – ¿De qué hablamos, chicas?

– ¡Hey, Ikehara-san! Le estaba contando a Uesugi-san sobre nuestra pequeña reunión del fin de semana. ¿Ustedes dos todavía planean venir?

– ¡Por supuesto! Aunque espero no llegar tarde. – dijo Ikehara, enroscando los rizos de su cabello en permanente. – Mi padre dice que tiene un regalo para tu padre. Será una recompensa por su discurso en el lanzamiento del producto en nuestra compañía. Se supone que llegará de Bélgica mañana por la mañana, y no puedo irme antes de eso. Si el paquete no se retrasa, supongo que llegaré a tiempo.

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