𝙎𝙐𝙈𝙈𝙀𝙍 𝙇𝙀𝘽𝙇𝘼𝙉𝘾 tiene el mal hábito de mirarla con ojos de amor, de amarla más que como se ama ella misma. Tiene el mal hábito de quererla sabiendo que ella no la mira de la misma forma y saber que aún así seguirá guardandole un gran lug...
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18/12/2013
Los gritos en la sala resultaban ser sumamente escandalosos para todos los del vecindario, en especial para Summer.
Una pequeña Summer de cinco años cubría sus oídos con la palma de sus manos, el escuchar a sus padres pelear de tal manera se le hacía algo que tristemente, era común. Aún así, la sensación de miedo la invadía cada que los gritos se hacían presentes en el hogar.
Después de un rato, los gritos pararon.
Summer quitó con desconfianza las palmas de sus manos que se encontraban sobre sus oídos y miró a todos lados, buscando con la mirada la puerta de la habitación. Con cuidado abrió la puerta y salió a paso lento de su habitación, tomando la tarea de encontrar rastro de sus padres. Finalmente entró a la cocina.
La imágen que se le mostraba a una niña de cinco años normalmente tendría que ser una dónde sus padres estén abrazados, siendo felices. Una imágen dónde todo se sienta en armonía y amor. Una imágen dónde no haya problemas.
Pero en el caso de Summer no fue así.
La reconocida silueta de su madre se le hacía algo espeluznante, y eso la hacía sentir culpable. Jamás imaginó ver a su madre de tal manera en la que sentiría miedo y tristeza al mismo tiempo.
— Summer, vete a tu habitación — indicó el hombre con la voz agitada, tratando de controlar su ira.
Summer no sabía cómo reaccionar. Ver la imágen de su madre inconsciente tirada en el suelo y su padre sentado en la silla del comedor sin hacer nada le resultaba confusa, le resulataba algo extraño.
Ninguno había sobrepasado los límites hasta ese día.
— ¡Qué te vayas a tu habitación! — exclamó furioso mientras se levantaba de la silla, ocasionando así ser una amenaza para la menor.
Summer se sobresaltó ante los gritos de su padre y se encaminó rápidamente a su habitación, cerrando la puerta con temor. Pegó su espalda en la madera y se fue deslizando hasta el suelo, finalmente para quedar sentada en este.
Todo parecía una pesadilla.
Las lágrimas empezaron a acumularse en sus azules ojos y su miedo aumentaba cada vez más.
Tenía miedo de su propio padre.
Sus sollozos se hicieron presentes por toda la habitación, rompiendo así en llanto. Todas las peleas con las que tenía cargar Summer eran bastante para una niña de cinco años, pero ella lo veía cómo algo normal. Pues siempre había sido así desde que tenía memoria.
