𝙎𝙐𝙈𝙈𝙀𝙍 𝙇𝙀𝘽𝙇𝘼𝙉𝘾 tiene el mal hábito de mirarla con ojos de amor, de amarla más que como se ama ella misma. Tiene el mal hábito de quererla sabiendo que ella no la mira de la misma forma y saber que aún así seguirá guardandole un gran lug...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se recocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor es un secreto que los ojos no saben guardar. El amor es como una constante explosión en el pecho, y a la vez, un atardecer de esos tiernos en los que lloras sin querer. Y así es, la mezcla más absurda y preciosa del mundo. Es el todo o nada. Un jugarse la vida que solo tiene sentido si sus ojos están delante.
El mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza algo que no sale del corazón.
SUMMER LEBLANC
La fresca brisa golpeaba suavemente mi rostro, el cálido frío que se sentía era impresionante. No estaba helado, pero tampoco estaba caluroso, era algo relajante si soy sincera.
Miraba los árboles a través de la ventanilla, acariciando los largos mechones de mi hermosa novia, quien se encontraba con su cabeza recostada en mi regazo caída en un profundo sueño. Dirigí mi vista hacia Madeleine, apreciando sus bellos párpados cerrados y la cara tan relajada que formaba al momento de dormir. Madeleine me transmite paz con sólo verla.
El auto se detuvo, dando a indicar que habíamos llegado a nuestro destino.
— Niños, ya llegamos — avisó mi madre, pude notar como nos miraba por el espejo retrovisor.
En nuestro grupo solo concluíamos: Madeleine, Mason, Miguel y yo. Nos habíamos puesto de acuerdo para pasar la tarde en el centro comercial. Cabe recalcar que si invitamos a los demás chicos, pero lamentablemente estos no pudieron asistir, realmente quería que vinieran para pasar el rato.
Miré a Madeleine, quien aún seguía dormida. Toqué sus hombros suavemente, sacudiendolos con sutileza para no despertarla bruscamente. Madeleine al sentir mi tacto abrió los ojos con lentitud, pude ver como al mirarme sus ojos quedaban fijos en alguna parte de mi rostro, realmente no sé cuál. Cerré mis ojos por un segundo al sentir su dedo índice tocar la punta de mi nariz, sonreí.
— Mason, diles que se apuren — escuché susurrar a Miguel hacia Mason, ambos ya se encontraban fuera del auto, Miguel sosteniendo la puerta y Mason a su lado.
— ¿Yo? ¿Yo por qué? Summer es capaz de decirme en mil idiomas que no tengo derechos por comer cheetos con un tenedor roto, no me voy a arriesgar a que mis pobres oídos escuchen palabras tan hirientes — contestó el rizado con ofensa, alejándose a paso lento del carro y quedando a unos cuantos metros de distancia. Lo miré con incredulidad.