OCHO| Yo no voy a tolerarlo

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ALEXANDREY.

Tenía a un omega dormido a mi lado que desprendía un aroma maravilloso. A sexo. Sus músculos relajados todavía mostraban rastros de lo tensos que estuvieron anoche y me quedé un momento mirándolo. Esto era peligroso.

Era mío, pero todavía no lo sentía de esa forma, porque las marcas eran meros adornos, ¿teníamos un vínculo? Por supuesto que no, ¿qué podría vincularse entre nosotros?

Era un Gamma y no me interesaban esas mierdas de amor.

Así que me puse de pie y caminé hacia la ducha, hoy tenía mucho trabajo y debía hacerlo o Haru se enojaría. Tras salir a la sala, tan sólo me encontré al ruso en la mesa y cuando vio mi rostro de confusión, respondió.

—Buen día, Señor. Haru no se encuentra porque salió temprano a trabajar y se llevó a sus guardaespaldas.

—¿Tan temprano? —eran las cuatro de la mañana—. ¿A dónde fueron?

—Fueron a un lugar que queda a tres horas, pero no tengo detalles... eh... dijo que era algo personal y de allí se irían al trabajo.

—Ah, de ser "eso"...

—¿Qué cosa?

—A Haru le gusta un alfa —me senté para beber café y el ruso ladeo la cabeza—, pero ese bastardo tiene a un omega ya, es una mujer con la que lo obligaron a casarse.

—¿Y Haru aun así lo ve?

—Dice que es su destinado, qué voy a saber yo.

Con eso dejó de lado las preguntas y nos pusimos de pie para salir, no quería trabajar y me negaba a hacerlo, pero incluso Oniel se había involucrado ya. Tenía que resolver muchos problemas.

—¿Quién se quedará con el joven Calian?

—Nadie. Los quiero a todos en sus puestos, ¿qué hay de los últimos chicos en Dubái?

—Lo siento... ellos no lo lograron.

—¿Cuántos?

—Se quedaron alrededor de 25, y todos murieron.

También había nuevos reclutas, así que iría a recibirlos.

Subimos al auto y me quedé mirando por la ventana. Le había dicho a Calian que no debía salir hoy, por lo que si lo hacía y pasaba algo ya sería su problema. El chico era inteligente, así que no haría nada tan estúpido en esta semana.

La próxima sí debía dejar guardaespaldas.

Llegamos al edificio donde llevaba a cabo los trabajos y todavía no entraba, cuando ya quería irme a dormir. Ese omega me había exprimido anoche y mi edad ya no me dejaba gozar de los buenos días de juventud, aunque claramente eso nunca fue un impedimento, hoy sí que sentía el peso de los años.

—Los reclutas nuevos ya lo esperan.

Caminé directo al estacionamiento y ahí los vi, estaba seguro que eran más, pero por sus heridas... esto será interesante.

—¿No se supone que eran alrededor de 20? —pregunté curioso.

—Sí, pero... ocurrió un percance —mi subordinado se acercó para señalar a un chico en especial—. Ese omega los mató.

—Y seguiré matando a cualquier cabrón que me toque los huevos —aseguró el pequeño.

—Acabaste con la mitad de mis reclutas, ¿no es eso una bendición?

—¿Eh?

Me acerqué al omega y alcé su rostro. Era precioso y encima Dominante.

—Vales lo de 18 hombres, pequeño omega.

Abismo InmoralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora