DIECISÉIS| Mezcla de Feromonas

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CALIAN.

Pensé en que esto se me había ido de las manos cuando ingerí esa cosa, pero todo tomó un rumbo distinto apenas e hizo efecto.

Fue entonces que recaí en la naturaleza de esta mierda.

Pero...

¿Qué era esto?

No lo entiendo, que alguien me explique por qué Alexandrey está de rodillas y me deja ver su bonito rostro enrojecido. Su cuerpo temblaba, mientras que sus Feromonas se deslizaban por cada rincón del cuarto.

Este aroma jamás lo había olido, era la primera vez que Alexandrey lo desprendía y me gustó.

Pero yo no estaba tan drogado como el Gamma, todavía tenía un poco de conciencia. Me pregunté por cuánto tiempo se había metido esta droga.

Era normal encontrar a un Gamma siendo adicto al Inmaré porque les causaba un efecto de excitación y euforia. Podía ver la locura, la adrenalina que sentía y la ansiedad que predominaba en sus ojos. Debería intentar alejarme ahora que podía.

Joder. No quiero.

—¿Qué debo hacer? —el Gamma preguntó—. Calian... no soporto la idea de perderte, me voy a volver loco si continúo pensando en eso y me asusta despertar un día y no encontrarte a mi lado.

Guardé silencio y los ojos de Alexandrey se enrojecieron, estaba a nada de llorar.

—No quiero lastimarte —continuó—, no puedo, no puedo...

Pero ya estaba sobre mí, mordiendo mi muñeca y dejando marcas que seguro iban a inflamarse.

—No me lastimes —susurré—. O vas a perderme.

Empujé su cuerpo hacia la cama, Alexandrey se confundió unos momentos gracias a mis feromonas y alcé su rostro. Me gustaba saber que se dejaba dominar por mí.

—Eres un Gamma llorón.

No sabía por qué lloraba, pero sí sabía que era gracias al efecto de la droga que intensificaba sus sentidos. Lo estaba llenando de adrenalina, no podía controlar lo que sentía si no se enfocaba en una sola emoción.

Pero esto era bueno para mí, podía usarlo a mi favor. Hacer de este Gamma mi cachorro perfecto, un perro obediente que moriría protegiendo a su amo.

—Hazme sentir bien —ordené.

El Gamma pronto acató mis órdenes y sonreí.

—Abre la boca.

Lamí el centro de su lengua e introduje sutilmente otra píldora. No tenía sabor ni aroma, por eso era una droga cara y muy exclusiva.

A nosotros no nos hacía tanto daño, pero a los Alfas y Omegas normales los mataba.

Alexandrey tomó la droga y comencé a besarlo, nuestras lenguas estaban danzando juntas y me estaba quedando sin aliento. Las feromonas volvieron a ser hostiles e irreconocibles, por lo que la droga no era la única cosa que nos estaba volviendo locos.

Mientras las lágrimas tibias del Gamma se deslizaron por sus mejillas, mi corazón se hizo pequeño y temió seguir latiendo.

No quería depender de una droga para intensificar mis emociones, ya tenía demasiadas cosas falsas en mi vida y añadir unos sentimientos falsos no era lo que quería para nosotros.

Pero...

Esta sensación de euforia era adictiva.

Me hacía sentir como un súper héroe: fuerte e invencible. Desaté las manos del Gamma y las sentí sobre mi cuerpo, se adentraban debajo de mi ropa y se deslizaban por mi piel, dejando un hormigueo que se concentró en mi abdomen un tanto flácido por la falta de ejercicio.

Abismo InmoralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora