VEINTISIETE| Contigo

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CALIAN.

Podía sentir una clase de fuego penetrando mis pulmones, así como mi cuerpo estaba ardiendo y pululando feromonas de forma incontrolable. Cerré mis ojos con más fuerza y cuando los abrí me encontré en un cuarto. Lo segundo que vi fue a un hombre sobre mí.

Mis ojos ardieron cuando Alexandrey secó el sudor de mi cuerpo y eso intensificó mis feromonas, dándome un éxtasis que jamás había sentido.

—Puedes soportarlo —susurró—, el calor pasará pronto.

Quería hablar, pero fue más mi necesidad por sentir a mi Gamma que cualquier otra cosa. Aun así, Alexandrey no cedió y continuó acariciando mi piel con esa toallita húmeda.

Sabía lo que estaba pasando, lo que estaba haciendo conmigo, podía sentirlo, pero no tenía fuerzas para hacer algo. La droga me caló hasta los huesos y comencé a llorar.

Queriendo que este malestar se esfumara.

Al poco tiempo me quedé dormido y no supe qué pasó durante este tiempo, solo sentí calor, unas terribles ganas por estar en el ártico. Deseé a Alexandrey y pronto me reincorporé con lentitud, sintiendo que mi cuerpo estaba destrozado y después miré a mi alrededor. Ah... esto está mal.

Me puse de pie para buscar a Alexandrey, sintiendo que cada paso que di fue el último, temblando, adolorido y desorientado. No supe en qué momento ese dolor en mi vientre se volvió demasiado intenso, pero eso no me detuvo. Iba a ir con Alexandrey, quería estar con él, ¿en dónde estaba? Mi nerviosismo esta vez me jugó en contra.

[...]

ALEXANDREY.

La oscuridad del cuarto dio paso a un leve clic que la puerta hizo cuando se abrió. Mi olfato, quien todavía se encontraba débil, logró captar un aroma extraño en el aire y levanté más la cabeza. Las pisadas eran lentas, casi dolorosas.

Era una mezcla de miedo y culpa, pero también de dolor y agonía.

—¿Calian...? Joder, debes guardar reposo y no moverte mucho, ¿qué...? —guardé silencio cuando vi su mirada—. Hey, no debes tener miedo, todo está bien.

Calian permaneció en el marco de la puerta, abrazándose mientras me observaba con cierta paranoia en la mirada. Sus ojos enrojecidos estaban encapsulados en lágrimas, así como su ropa desalineada le dio el aspecto de haberse caído y rodado por los arbustos. Hubo un lejano instinto que me indicó lo que pasaba, pero me negué a reconocerlo. El omega estaba gritando en silencio, con su corazón destrozado y encogido, sostenerse a sí mismo parecía todo un reto y después estuvo esa mirada perdida, descontrolada en ira, en dolor y culpa.

Llevó su mano a su rostro y sonrió, regalándome a la incredulidad misma cuando en vez de reír, lloró. Su respiración parecía ser tranquila, pero eso me confirmó el esfuerzo que estaba haciendo para no gritar y desgarrarse. Continuó de pie en el marco, observando intranquilo mientras luchaba por sonreír y fingir que todo estaba bien.

—Perdón... —se disculpó—. Fui un completo idiota.

Y la ira se apoderó de mí.

Pero, a pesar de estar furioso, controlé cada aspecto de mí y caminé a su altura, cubriendo su pequeño cuerpo con la sábana y examinando a detalle la situación. Raphael lo había drogado por la forma en la que sus feromonas seguían brotando, su calor no iba a parar si no lo forzaba a liberar sus feromonas, pero eso sería peligroso para su bebé y si lo perdía no sabía qué pasaría con Calian, con nosotros. Su mirada estaba perdida, mientras que la turbulencia de sus emociones se desconectaba consigo mismas segundo a segundo.

Abismo InmoralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora