TRECE|La calma antes de la tormenta

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ALEXANDREY.

El agua fluyó por nuestros cuerpos, estaba mordiendo la piel de mi omega mientras me aseguraba de limpiarlo y prepararlo bien. Había pasado un pequeño tiempo sin intimidad, así que debía prepararse.

Por alguna razón no quería lastimarlo.

Además, Calian tenía hambre, por eso bajamos a comer algo ligero y dejar lo pesado para más tarde.

Encontrarme a mí mismo sentado en la sala mientras tenía a un omega que me alimentaba era lo mejor de mi jodida vida.

Calian seguía desnudo, secando de poco en poco el sudor de su piel. Mis manos estaban sobre su espalda y a veces las deslizaba hasta sus nalgas, donde adentraba mis dedos en él y lo hacía gemir, tan dulce como el durazno que chorreaba el almíbar sobre mi piel.

A todo esto... mi plan inicial de decirle sobre mis hijos se había ido a la mierda. A decir verdad, me acobardaba cada que intentaba decírselo.

Calian descendió lamiendo mi piel, su lengua me hacía cosquillas y disfrutaba demasiado tenerlo de esta forma.

Nuestras feromonas hacían la magia, porque brotaban de nuestros poros tan dulces y suaves que parecía algo irreal. Liberar mis feromonas durante estos actos era igual de placentero como realizarlos. Me ponía de buen humor.

Por eso me encantaba este Dominante.

Aunque no entendía qué eran todas estas sensaciones que me provocaba cada que me besaba de esa forma. Cuando sus manos acariciaban mis pectorales o mis labios encarcelaban sus gemidos, mi corazón latía como un loco.

Una nueva sensación se sumó.

—¿Qué es esto...? —decidí preguntar porque a este paso me vería Intensamente para entender qué mierda era esto.

—¿Durazno?

Me reí, pero no me refería a eso.

—Dime qué demonios es esto. Esta sensación.

—La única mutación que se dio en mí fue con las feromonas, todavía no puedo leer emociones, Alexandrey.

—Me gusta estar así, se siente... raro —Calian enrojeció con ligereza—. Jamás me había sentido así, ¿por qué solo aparece cuando estoy contigo? Dime, ¿por qué?

—Porque te sientes cómodo y seguro, tus feromonas lo demuestran —Calian hizo el ademán de poder sostenerlas y colocó sus manos sobre mi pecho—. Tu corazón late muy rápido porque te gusta estar conmigo, ¿nunca te habías sentido así antes? —negué de inmediato—. Eso significa que soy el primero.

—Y el único.

—No puedes asegurar algo así. Los sentimientos son muy erráticos, a veces amamos y de un momento a otro nos odiamos. Confiar mucho en alguien es malo.

—¿Por qué?

—Podrían traicionarte el día de mañana.

—Traionarme no suena tan mal —me acerqué a sus labios, deseando besarlo.

—¿Por qué?

—Porque sabrás que iré a rescatarte.

Fue Calian quien rompió esa corta distancia y jugó con mi lengua. Su boca tenía un ligero rastro a fresa y lechera. Sabía dulce. Olía dulce. Se estaba derritiendo sobre mi cuerpo cada que mis manos lo tocaban de una forma tan provocadora.

—Hagámoslo, no vas a lastimarme —pidió, quedándose sin aliento en cuanto mordí su cuello y sujeté su cadera—. ¿Sí...?

Calian tomó mi pene con su mano y lo acarició unas cuantas veces hasta que se cansó y sin más se penetró. Sujetó mis manos sobre mi cabeza y me reí al verlo tan excitado.

Abismo InmoralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora