TREINTA | Ese es tu trabajo

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—Calian Hall —la voz de Alexandrey detonó firmeza—. A partir de ahora, cada uno de ustedes obedecerá a mi Omega, lo complacerá y sacrificará todo por él. Espero que logren satisfacerlo, es muy malcriado y selectivo.

Esto último estuvo de más, pero agradezco a Alexandrey por la fiesta que organizó para mi presentación. Estamos solo sus alfas y nosotros, en un salón de eventos del cual no tenía noción mientras disfrutamos de una cena, diagonal, fiesta. Mi Gamma sabe que amo las fiestas, así como también sabe que me encantan las extravagancias y adoro que se haya tomado el tiempo para preparar cada mínimo detalle.

Es un gran paso para él.

Aun así, sus alfas parecen reacios a aceptarme. Puedo verlo en sus ojos, en este mundo demostrar que puedes valerte por ti mismo es lo principal, pues de no poder, muy posiblemente quedarías peor de calle latinoamericana: Lleno de hoyos.

Soy consciente de eso, así que toco mi vientre y sonrío, date prisa, bebé. Date prisa en nacer y demostrar que eres hijo de Alexandrey y Calian Donovan.

Así como papá se esforzará para partirles el culo a estos insectos.

—Soy inteligente —me giro hacia Alexandrey y estiro mis manos para que él las sostenga—. Por favor enséñame a pelear.

—¿Te recuerdo que debes guardar reposo absoluto?

—Aprendo mirando.

—No creo que sea conveniente que aprendas a pelear.

—¿Por qué? —inquiero—. ¿Temes que te parta el culo?

—Depende —ahora me cruzo de brazos, claramente no entiendo a qué se refiere, y eso le da la oportunidad perfecta para rodear mi cintura y levantar mi barbilla. Mis mejillas arden porque sé que todos nos están mirando, después lleva una de mis manos a su trasero y eso me hace enrojecer y sentir calor. Un terrible calor—. Que me partas el culo no suena tan mal, al contrario, suena excitante.

Santo Niño de Atocha...

—¡Estás loco!

Y sí que lo estaba. Alexandrey rio en respuesta, mientras ignoraba todo a su alrededor y se centraba en mí. Con esos ojos rojizos brillantes y enamorados, solo que él no sabía en qué forma me veía. Lo sabía por la forma en la que había crecido, por cómo fue criado.

Todos temían de los Gammas, porque eran una Casta potencialmente peligrosa, pero todo dependía del cómo se le educaba. Alexandrey era peligroso, porque desde niño creció en un ambiente peligroso, que lo llevó a creer que estaba solo, y que matar era la respuesta a todos sus problemas. También era consciente de que todavía me faltaba un largo camino por recorrer, no lo conocía lo suficiente, mis sentimientos por él eran confusos, jamás me había enamorado. Me daba miedo.

Pero no me había dado miedo huir con él y comenzar una nueva vida a su lado, así que creí que eso estaba bien.

—Te quiero —susurré, Alexandrey se tensó con mis palabras y sonreí, admito que duele un poco esta reacción—. No hace falta que respondas.

—¿Quererme? ¿Quieres algo?

Esa confusión en sus ojos me demostraba que no tenía ni la menor idea de qué significaba querer, quizá lo relacionaba al deseo de poseer algo, pero no del querer emocional y sentimentalmente a alguien. Yo no lo conocía del todo, pero lo poco que sabía de Alexandrey me bastaba para comprender un tanto que todo esto le resultaba complicado, y que en su mayoría imitaba todo lo que le gustaba.

Como el que comenzáramos a llamarnos por apodos tontos, eso también era parte de su juego de imitación emocional y sentimental, donde él podía experimentar todo lo que no conocía.

Abismo InmoralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora