CAPITULO 12

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JACKSON.

Sophie sale del salón dejando la puerta abierta. Me duele verla así, dejarla ir en ese estado. Lo único que escucho después, es el sonido de la puerta cerrándose. Y de repente todo se vuelve vacío, el lugar, mi corazón y mi mente.

Lo que dije fue cruel pero no tenía otra opción, lo que ella dijo eran dagas con todo el poder de destruirme.

Cojo una silla y lo estampo contra la pared blanca y dura. Quiero acabar con mi ira, mi dolor. Suelo hacer eso, es tonto, ridículo y poco valiente, pero de esta manera, destruyendo las cosas de mi al rededor puedo encontrar tranquilidad.

Ese dolor tan fuerte que aunque quieras detenerlo ya es tarde. Quiero pensar que lo que hago esta bien, es lo correcto. Y aunque me cueste decirlo, ella se esta volviendo mi parte débil, esa pequeña personita de piel blanca y labios deliciosamente gruesos y rosados esta ganando esta batalla. Pero mi egoísmo, mi rencor y mis recuerdos le dan una dura batalla.

Mis manos se aferran a mi cabeza como si pudiera borrar todo. La silla vuelve a caer pero esta vez al piso, las carpetas son deslizadas hacia el otro extremo. En ese momento Patrick entra y trata de detenerme, como si pudiera lograrlo.

Se rinde y solo se hace a un lado mirándome con lástima, y eso es lo que más odio, él sabe la razón por la que estoy así y prefiere callar.

La desesperación que tengo en ir tras ella y contarle la verdad, decirle que todo lo que dije fue mentira. Pero mi otra parte, esa parte cruel, vengativo y con ganas de ver sangre dice lo contrario. Me recuerda que yo vine acá con un solo objetivo, que si yo le supliqué a mi hermano que me haga entrar a esta escuela, aún sabiendo que era casi imposible por el limite de vacantes. Ese maldito objetivo que ahora me esta acuchillando.

Mi mente viaja cuando tenia 13 años, un niño que amaba su familia, sobre todo la unión que tenía y que ahora todo es diferente, ese niño que solía decir a todo el mundo que él era el preferido de mamá. Ese pequeño ya no existe, dejó de existir cuando le arrebataron a su madre.

Y si llegué a esta escuela es para vengarla, no para enamorarme de la hija del asesino de mi madre. Y aunque me cuesta decirlo, Sophie Steven, esa niña dulce que cuando se enoja, su frente se arruga justo en el centro. Siento que la observé mucho que podría decir con claridad que está pensando en este momento. Y eso era mi trabajo, observarla no generar otros sentimientos.

—Tienes que detenerte, a este paso vas a destrozar el salón. —Patrick habla fuerte, haciendo que reaccione.

Salgo del aula, camino por las pasillos mientras algunos alumnos voltean a verme, mi camisa luce desastrosa y sin hablar del rostro para nada amigable que llevo. Pero solo basta con devolverles la mirada para que miren a otro lugar.

Sophie.

Me dijeron que el amor era doloroso pero nunca llegué a imaginar cuánto, hasta el día de ayer. Mi día empezó con una Sophie llena de ilusión y esperanza y termino con una Sophie totalmente destrozada. Ayer por la noche estaba rota, era un escena viva de cuando un niño ve morir a su mascota frente a sus ojos, yo no vi morir a nadie pero si una tonta ilusión de creer que él sentía lo mismo que yo. Actué y pensé como una niña de 8 años. Y ahora me arrepiento, si tan solo no hubiera hablado con él, quizá ahora mi corazón y mente no sufrirían. Y aunque prefiero retroceder el tiempo y creer que yo le gusto para tan solo sentirme llena. Es ridículo, lo sé.

El espejo que tengo en frente solo dice lo devastadora que estoy, y mi otro pequeño espejo me dice que tengo que arreglarme y salir de la habitación que esta llena de tristeza. Hago caso a la segunda, tomo una ducha y me visto. Agradezco al sol por salir y dar ese uno por ciento de vida a mi cuerpo.

¿Ella sabrá que sangramos igual?©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora