CAPITULO 38

40 5 0
                                    

Sophie

Era mucha información, muchos recuerdos y demasiado dolor.

No aguantaba las ganas de llorar cada que por mi mente pasaban las palabras de mi abuela, lo tenía muy claro.

Mis padres no se amaron, no como mi madre quiso ni como yo me lo imaginé. Mi padre no pudo estar con la persona que él quería, ¿Qué era lo más triste? Que a pesar de mi nacimiento ellos no habían tenido su final felíz, ni antes, ni después.

La caja seguía viéndome desde la parte alta de mi armario. No lo había vuelto a tocar, no quería.

No estaba preparada, porque en el fondo sabía que no solo había fotografías de mis padres, había más cosas que me condenarían.

Y yo, no era una chica valiente, siempre huyo de los problemas, siempre corro cuando me siento sin salida. Y ya lo había demostrado.

Abofeteé a Jackson cuando me besó por primera vez, salí corriendo sin decir el porque. Y muchas más cosas.

Pero esto era diferente, esto no era un simple problema adolecente. Era algo grave y tenía que afrontar por más cruel que fuera.

Tomo un gran impulso y pongo una silla junto al armario. Me subo, mi teléfono suena sobre la cama. No es el momento, vuelvo a mirar al frente, estiro mi brazo y escucho que la puerta se abre.

Emma entra, frunce la ceja confundida al verme.

—¿Qué haces?

Cierra la puerta.

Me bajo de la silla.

—Solo quería limpiar arriba.

Por supuesto que no me creyó, lo vi claro en sus ojos.

Pero algo me llamó la atención, en su cuello tenía unas marcas y pequeñas notables manchas.

—¿Qué tienes ahí? —me acerqué a tocarla, ella vio a donde se dirigía mi mano y dio un paso atrás.

—No es nada grave —se cubrió con la mano.

—¿No es nada grave? Pero si se ve fuerte, déjame verlo de cerca.

Me volví a cercar y ella me apartó.

—Tranquila —se apresuró y me abrazó fuerte— sabes que te quiero mucho Sophie.

Sentí un peso de ella, me abrazo con tanta fuerza que podía sentir lo que cargaba. Y la escuché llorar sobre mi hombro.

—¡Oh! Emma —, acaricie su cabello, como ella solía hacerlo conmigo— dime que sucede.

Ella negó limpiándose sus lágrimas.

—No pasa nada, estoy en mis días y me pongo sensible.

Me acerqué y dejé que me volviera abrazar, miré la caja por encima de su hombro.

—¿Quieres salir a caminar? —pregunté y aceptó.

Salimos juntas al jardín, podíamos rodear el internado caminando y duraríamos mucho tiempo platicando.

El cielo estaba nublado, mi amiga se mantuvo en silencio un buen rato, tenía la vista fija abajo y la mirada ida.

—Hace días que no teníamos un tiempo de nosotras —comenté.

—Te la pasas con Jackson, no es mi culpa.

Auch.

—No sabía que te molestaba tanto.

—No —se retracta— no me molesta, al contrario, me gusta verte feliz. Pero a veces te necesito, deseo hablar contigo todo el día y se que no me bastaría.

¿Ella sabrá que sangramos igual?©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora