CAPITULO 21

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Silencio.

Esta oscuro.

Camino por los pasillos desolados, tengo miedo. Mi garganta esta seca al igual que mis labios resecos.

Mis piernas no dejan de andar, tengo ropa de cama y estoy descalzo, de una extraña razón subo las escaleras dirigiéndome al cuarto de chicas.

Me detengo frente la puerta de Sophie, giro la manilla despacio.

Cuando la puerta se abre, me quedo paralizado. Entre la oscuridad veo de espaldas la figura de un hombre, esta de negro puesto una capucha, como si ese traje le hubiera servido para camuflarse en las habitaciones.

Mis ojos bajan a su mano, que tiene presionado el cuello de Sophie, la ahorca de una manera salvaje. Ella no se mueve, no se defiende, y, pienso que llegué demasiado tarde.

El ambiente se vuelve pesado.

No puedo gritar, moverme ni pestañear, mi cuerpo está congelado. Siento desesperación, impotencia y repugno de no poder hacer nada.

Lo tengo al frente y ni siquiera puedo dar un solo paso.

Esto debe ser un sueño, un mal sueño.

Cierro los ojos unos segundos. Al abrirlos el hombre ha desaparecido, no se encuentra junto a ella, me inquieto. Mis piernas reaccionan, camino hacia Sophie, sacudo sus hombros pero no despierta, mi corazón late sin control, puedo oír con claridad los latidos. La única persona que tiene el control en mi corazón no reacciona ante mis gritos.

Rompo un espejo, un pedazo de vidrio lo pongo cerca de su respingada nariz, y lo que más temía, el espejo no se nubla. Lo hago una y otra vez pero sigo sin tener buenos resultados.

«Sophie despierta», «abre los ojos, ¡maldita sea!» Mi voz sale con desesperación, mi garganta se desgarra con cada súplica. Estaría dispuesto a todo con tal de volver a ver sus hermosos ojos.

No dejo de moverla, en su cuello tiene manchas que resalta entre toda su piel, puedo ver de cerca la cicatriz en su brazo, su labio esta frio y se está tornando de color verde.

Llegué demasiado tarde.

Mis piernas no tienen fuerza, caigo de rodillas sin soltar su mano, si tan solo pudiera sentir mi desesperación.

Por el rabillo del ojo veo como el hombre cruza por la puerta, se dirige hacia las escaleras. Es mi oportunidad de ir tras él, de matarlo con mis propias manos, de sentir su miedo y suplica, quiero que se arrodille ante mis pies. Pero me quedo con ella, mi cabeza se recuesta sobre su cuerpo, su mano suave esta frio y le doy pequeños besos en sus dedos.

Grito fuerte hasta desgarrarme la garganta. Nadie viene por ayuda.

El hombre vuelve aparecer, esta vez esta de frente, en su mano cuelga un arma. No me le alejo de Sophie, no lo haría otra vez, no le daría la espalda ni soltaría su mano.

Escucho como saca el seguro del arma y camina hacia mí, no me pongo de pie, continúo de rodillas, mi cabeza descansa sobre el estómago de Sophie, escucho sus pasos más cerca, y sin más, cierro los ojos.

Mis latidos de pronto se dejan de escuchar.

Jackson.

Abro los ojos.

Mi cuerpo suda, mi boca está seco, jadeo desesperado mientras tomo la botella de agua que esta sobre la pequeña mesa que tengo a lado.

Fue un sueño, me repito una y otra vez. Paseo mi mano sobre mi cabello, estoy solo y según el reloj faltan unos cinco minutos para que mi primera alarma suene.

¿Ella sabrá que sangramos igual?©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora